A un año de la peor inundación en el sur de Brasil, el patrón se repite: lluvias intensas azotan nuevamente a la región de Amazonas, con consecuencias devastadoras. Más de dos millones de personas fueron afectadas entonces, y, en la actualidad, la situación amenaza con superar esa marca.
Las imágenes de calles bajo agua y familias evacuadas vuelven a dominar el panorama. La combinación de cambio climático, ocupación desordenada e infraestructura deficiente multiplica los daños.
Lejos de ser eventos aislados, las inundaciones se entrelazan con sequías severas, formando un ciclo destructivo cada vez más frecuente en varias zonas de Brasil.
Esta alternancia extrema refleja la urgencia de aplicar soluciones duraderas. Especialistas coinciden en que la reconstrucción sin transformación es una receta para el fracaso.

Sequías e inundaciones en el Amazonas
El estado de Amazonas vive una situación límite: en solo dos años pasó de registrar sus peores sequías en seis décadas a enfrentar inundaciones históricas. Actualmente, 20 municipios están en emergencia y otros 37 en alerta.
Más de 200.000 personas ya fueron afectadas por la crecida de los ríos Negro, Solimões y Amazonas, que llegaron a niveles récord. En Manacapuru, el Solimões alcanzó más de 21 metros, sumergiendo calles, viviendas y cultivos.
La situación se agrava con el pronóstico de más lluvias hasta junio. Las zonas más vulnerables están prácticamente anegadas, y muchas familias dependen de botes para movilizarse en lo que antes eran caminos de tierra.
Las plantaciones locales, base económica de la región, también sufren. Productos como yuca, banano y malva fueron arrasados por el agua, dejando a miles de agricultores sin sustento.

Impacto ambiental y social
Las imágenes de casas elevadas sobre palafitos apenas visibles ilustran la magnitud del problema. Muchas de estas estructuras, adaptadas a crecidas estacionales, actualmente son insuficientes ante un clima que ya no respeta patrones.
El impacto no es solo material. La pérdida de cultivos como la malva, utilizada en artesanías tradicionales, amenaza también la cultura local. Agricultores se debaten entre rescatar lo que pueden y asumir pérdidas totales.
La causa de estos extremos climáticos va más allá del fenómeno de La Niña. El avance de la deforestación y el calentamiento global, según científicos brasileños, están intensificando tanto las lluvias como las sequías.
Frente a este escenario, expertos insisten en la necesidad de políticas integrales. No se trata solo de mitigar daños, sino de repensar la relación entre desarrollo, ambiente y planificación urbana. Las lluvias no cesan, las aguas suben y el Amazonas, testigo de una crisis sin precedentes, exige respuestas tan profundas como urgentes.