Las grullas carunculadas, las aves voladoras más altas del continente africano, ya no están al borde de la extinción. Gracias a un trabajo de conservación constante, pasaron de estar en estado crítico a una categoría de menor riesgo.
Estas aves, que pueden alcanzar hasta 1,8 metros de altura y una envergadura de alas de 2,6 metros, habitan principalmente en humedales y pastizales. Su singularidad no solo radica en su tamaño, sino también en sus elaborados rituales de cortejo.
La población en Sudáfrica mostró señales positivas: en la provincia de KwaZulu-Natal, las áreas de reproducción pasaron de 70 en 1999 a 84 en la actualidad. Este avance es clave para su recuperación.
El trabajo fue liderado por el Endangered Wildlife Trust y la International Crane Foundation, junto con comunidades rurales y propietarios de tierras donde estas aves nidifican y se alimentan.

La restauración de los humedales es vital
Las grullas carunculadas necesitan ecosistemas sanos para sobrevivir. Los humedales representan hasta el 40% de su hábitat reproductivo, mientras los pastizales naturales que los rodean son esenciales para anidar y alimentarse.
Además de sostener a estas aves, los humedales proveen agua a muchas aldeas rurales y evitan la erosión del suelo. Pero la actividad humana los ha puesto en riesgo durante décadas.
En los años 70, Sudáfrica perdió cerca del 50% de sus humedales debido al avance de la agricultura. Esta transformación del paisaje fue uno de los factores clave que llevó a la especie al borde del colapso.
Las grullas se alimentan de lirios, insectos, caracoles y ranas. Los sitios con buen suministro de alimento permiten que sus crías crezcan más de 2,5 centímetros por semana tras nacer.
Un futuro prometedor, pero frágil
Aunque ya no están en estado crítico, su población sigue siendo escasa: menos de 400 ejemplares en KwaZulu-Natal. Esto las deja vulnerables ante enfermedades u otros eventos extremos.
El objetivo ahora es restaurar humedales en distintas regiones del país para ampliar sus posibilidades de reproducción y reducir su fragilidad como especie.
La historia de las grullas carunculadas muestra que, con compromiso y cooperación, es posible revertir el daño ambiental y dar una segunda oportunidad a la vida silvestre.

La salvación de las grullas más altas de África
Las grullas carunculadas, las aves voladoras más altas de África, estuvieron al borde de la extinción debido a la pérdida de hábitat, el drenaje de humedales y la expansión agrícola. Su población se redujo drásticamente durante décadas, hasta que una serie de acciones coordinadas logró revertir su destino.
Además de conservar los humedales, clave para su alimentación y reproducción, las campañas educativas ayudaron a reducir el saqueo de nidos y la perturbación humana. Gracias a estas medidas, la especie pasó de estar “en peligro crítico” a “en peligro”, un avance significativo en su recuperación.
El caso de las grullas carunculadas demuestra que la cooperación entre ciencia, conservación y comunidades puede lograr resultados concretos. Actualmente, siguen siendo vulnerables, pero ya no están condenadas a desaparecer.