Un grupo de amigos que buceaba en las Molucas septentrionales en Indonesia se encontró una escena aterradora en una pequeña isla de pescadores.
Durante uno de los descansos entre inmersiones se acercaron a la isla Kokoya, una pequeña y remota isla usualmente visitada por buzos durante los descansos y por turistas que hacen un recorrido por varias islas del país. En el lugar sólo viven dos familias de pescadores.
Un hombre les invitó a acercarse al agua para mostrarles algo, y allí Galuh Riyadi, una buzo aficionada de 31 años, pudo ver con horror que el pescador tenía amarrados en una jaula bajo el agua a dos dugongos, un mamífero pariente del manatí.
En un cerco estaba el animal más grande, la madre, y en otro un dugongo más pequeño, al parecer su hijo, según relata Riyadi.
‘Nos acercamos y el pescador nos dijo que los tenía amarrados porque lo estaban molestando. Afirmó que rompían sus redes y se comían la pesca. Esto nos pareció raro porque los dugongos son vegetarianos’, Riyadi.
‘Luego nos enteramos de la verdadera razón por la que los tenía encerrados: les cobraba dinero a los turistas para verlos y tomarse fotos con ellos’, agregó.
Los mamíferos estaban amarrados por sus colas con una gruesa cuerda que les había dejado marcas profundas en la piel.
‘La más grande sangraba por la nariz y tenía varias cicatrices en el cuerpo’, recuerda la buzo aficionada. ‘Por sus heridas se notaba que llevaban en esa situación semanas’.
El pescador cobraba 80 centavos de dólar por verlos y 12 dólares por tomarse fotos.