Fue la semana anterior a la Navidad del año pasado. Un grupo de activistas que lucha por los derechos de los animales recibió un alerta que los hizo movilizarse de inmediato: en distintos grupos de Facebook, Coco, un cabrito de tan sólo dos meses de vida estaba siendo ‘ofrecido’ al mejor postor.
Su final era anunciado: iba a ser el plato principal de una cena navideña.
‘Decidimos ir a buscarlo sin pensar mucho sobre el lugar donde lo íbamos a transitar si lográbamos rescatarlo. Pero no dudamos. Había que salvarlo de ese final que estaba casi anunciado, ya que nos amenazaron con dárselo a otra gente que lo necesitaba para la noche del 24 si no íbamos ese mismo fin de semana’, contó Mailen, una de las activistas que estuvo involucrada en el rescate de Coco.
Coco estaba en Ezeiza, en un lugar extremadamente pequeño, sin resguardo del sol ni la lluvia. ‘Estaba desesperado, muy asustado y no se dejaba agarrar, hasta que dos de nuestros compañeros lo manipularon desde los cuernos y lo llevaron arrastrando hasta el auto. El viaje fue temeroso de ambas partes (tanto de Coco como nuestra) porque nunca habíamos tratado con un animal de su especie. En ocasiones Coco gritaba de miedo y desesperación pero en otros momentos se calmaba con las caricias, apoyando su cabeza en las piernas de Iara, otra de las participantes del rescate’, recuerda Mailen.
Habían conseguido un lugar para transitarlo pero Coco no logró adaptarse y fue necesario buscar una espacio donde el cabrito pudiera estar tranquilo y atendido.
En su primer hogar de tránsito, Betania, su hija y sus animales lo recibieron con alegría y sorpresa. Estuvo muy tímido pero estaba en buenas manos. ‘Sin embargo, como había sido destetado de su madre el mismo día del rescate, suceso del que nos enteramos días después, Coco no dejó de llorar en toda la noche (y de subirse a la mesada).
El día siguiente tuvimos que ir a buscarlo nuevamente. Al llegar nos encontramos con Coco mirándose fijamente al espejo, y llorando ante él, haciéndonos saber que lo que más necesitaba era estar con otros de su especie. Entonces decidimos llevarlo a otro tránsito.
Coco fue todo el camino acostado sobre mis piernas y mi pecho, y como un nene chiquito, empezaba a llorar cada vez que sentía que el auto no estaba en movimiento’, dice Mailen con ternura. Y así fue que Coco emprendió viaje hacia su nuevo destino.
‘Vimos el pedido por las redes sociales y, después de pensarlo dijimos, ¿por qué no?. Coco estaba en un lugar muy chico, eran los días previos a las fiestas y nosotros teníamos un patio donde seguramente estaría más cómodo hasta que encontráramos un lugar donde pudiera estar definitivamente.
Nos contactamos con sus rescatistas y en unas horas ya estaba en nuestra casa. Fue toda una red de contactos entre personas con un mismo fin: salvarle la vida a Coco’, explicó Luis que tiene, junto a su pareja Verónica un emprendimiento de comida vegana en General Rodríguez. Ellos estaban convencidos: cada pequeña acción importa y quisieron poner su granito de arena en la historia de Coco.
Aunque Verónica y Luis tienen tres hijos, estaban en ‘pañales’ en cuanto a los de cuidados y necesidades que Coco iba a necesitar. ‘Nuestras únicas experiencias con animales habían sido con perros y gatos adoptados -que son quienes viven con nosotros en nuestra familia-, nos propusimos investigar cuales serían las necesidades que podría precisar, qué comía, qué cuidados teníamos que tener y darle un espacio’, asegura Verónica.
Al principio Coco se mostraba temeroso pero con el pasar de los días empezó a acercarse cada vez más a su familia adoptiva y a tomar confianza.
De a poco, supo aprender a hacerese entender para jugar o comer y se subía a los humanos que lo transitaban para pedirles más ramas o sus comidas preferidas: la alfalfa y el sauce que tenemos en el patio.
Este fin de semana Coco viajó junto a Verónica y Luis a un santuario de animales en la provincia de Córdoba. Allí va a vivir con compañeros de su especie, rodeado de amor y de la libertad que siempre mereció.