Buenos Aires analiza adoptar un modelo europeo de incineración de basura

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Entre torres corporativas, en Issy des Moulineaux, una localidad junto al río Sena y a 40 cuadras de la Torre Eiffel, hay un edificio revestido en madera y rodeado de árboles. Como no se percibe olor, nadie adivinaría que es una planta de incineración de basura. O como las llaman en Europa, de valorización energética, porque con la combustión generan electricidad y calefacción. Por eso, suelen estar cerca de centros urbanos.

A un océano de distancia, el complejo de José León Suárez de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) está por colapsar. Empezaron a rellenar su último lote y, en cinco años, ya no habrá lugar para enterrar la basura del área metropolitana de Buenos Aires. Los ambientalistas denuncian que se estudia volver a quemarla. En la Ceamse no lo confirman ni lo niegan. Por lo pronto, el organismo invitó a varios medios para conocer cómo gestionan sus residuos París, Viena y Amsterdam. Tres ciudades con plantas de incineración y una política de prevención de la generación de basura y reciclaje, donde el relleno es el último recurso.

‘Por el crecimiento poblacional y económico, cada vez se generan más residuos. Tenemos un problema y vinimos a ver cómo lo abordaron las ciudades más avanzadas’, explicó Gustavo Coria, presidente de la Ceamse, que viajó junto a Marcelo Rosso, gerente de Nuevas Tecnologías y Control Ambiental del organismo, y Renzo Morosi, subsecretario de Higiene Urbana del Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño.

París tiene 2.240.621 habitantes y con su conurbano alcanza los 12 millones. Syctom -la Ceamse local- opera tres incineradoras, donde procesa los residuos de 84 municipios con 5,7 millones de habitantes, que generan 2,3 millones de toneladas por año. Son 400 kilos per cápita. La mitad de lo que se quema se podría reciclar. Pero como los porteños, los parisinos no se habitúan a separar la basura.

La planta de Isséane, abierta en 2007, costó 600 millones de euros. Para que no se vea, dos tercios de su superficie están 30 metros bajo tierra. Quema 482 mil toneladas de residuos por año y genera 60 mil megavatios por hora de electricidad y calefacción para 80 mil hogares. Cada día, recibe 500 camiones que dejan un total de 1.800 toneladas de basura.

Como en las plantas de Pfaffenau, Viena, y Alkmaar, a 40 km de Amsterdam (también visitadas por la comitiva argentina), los residuos se acumulan en un foso. Desde una cabina vidriada, un operario maneja con una suerte de joystick una grúa, que tiene una cuchara con forma de araña. Con ella levanta los desechos y los mezcla, para uniformar su poder calorífico. Finalmente toma un puñado y lo arroja en uno de sus dos hornos, cada uno de los cuales quema 30 toneladas por hora a mil grados.

Con la energía de la combustión se calienta agua para obtener vapor que, primero, pasa por una turbina que asociada a un alternador genera energía eléctrica. Luego el mismo vapor alimenta el sistema de calefacción urbana, hasta volver a la planta para que se repita el ciclo. Las cenizas y la escoria se envían a los rellenos.

Organizaciones como Greenpeace denuncian que estas plantas contaminan. Pero sus responsables juran que las emisiones están por debajo de los límites impuestos por la Unión Europea. En Isséane, el humo pasa por un filtro electrostático que le quita las cenizas. Los gases ácidos son tratados con bicarbonato de sodio y las dioxinas, con carbón activado. Más adelante, otro filtro retiene las cenizas más finas. Y los óxidos de nitrógeno se reducen con la ayuda de un catalizador y una inyección de amoníaco. Así se convierten en nitrógeno y vapor de agua.

El director de Isséane, Loïc Morel, cuenta: ‘Por la chimenea, los gases salen con tal impuso que se dispersan a gran altura’. Un inspector ambiental de la región de Isla de Francia controla las emisiones.

Viena, la capital austríaca, tiene 1.800.000 habitantes. Cada uno tira 600 kilos de basura por año. ‘Desde 1985, los materiales reciclables se recogen por separado’, destaca Martina Ableidinger, del Departamento Municipal 48, que se ocupa de los residuos. Recuperan 350 mil toneladas anuales de un total de un millón.

Lo que no sirve es enviado a incinerar. Hay tres plantas, una de ellas para desechos cloacales, que producen energía y alimentan un sistema de calefacción para 370 mil hogares, algo clave en una ciudad con inviernos nevados. Este método de calefacción, según Ableidinger, evita la emisión de un millón de toneladas de dióxido de carbono. Para que haya transparencia, en cada centro o en forma virtual se puede ver en tiempo real el reporte de emisiones.

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