Tres balleneros japoneses regresaron al puerto de Shimonoseki tras haber cazado 333 ballenas en aguas del Antártico y cerrando la temporada. La práctica está rodeada de fuerte polémica, sobre todo en el ámbito internacional.
La caza de ballenas es ilegal desde 1986, pero un resquicio legal permite hacerlo si es por motivos científicos. Según fuentes oficiales, con estos viajes se recogen datos sobre la población de ballenas y el ecosistema en el Antártico. En cualquier caso, el Gobierno busca restituir la legislación que permita la caza con fines comerciales.
La práctica ha sobrevivido incluso a una sentencia en contra de la Corte Internacional de Justicia, quien en 2014 sentenció que la caza de ballenas japonesa no tenía fines científicos. Pero tras suspender la actividad durante un año y recortar las capturas, sigue adelante.
Así, completaron el objetivo de cazar tres centenares de ballenas de la variedad ‘minke’, que llegan a los diez metros.
Las embarcaciones no se toparon con protestas de activistas como en anteriores ocasiones. En ese sentido, ya desde el año pasado el Sea Shepherd, el icónico barco de la organización ecologista internacional del mismo nombre, evita la confrontación con los balleneros al entender que tiene mínimas posibilidades de éxito.