Científicos de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional de Estados Unidos detectaron una desaceleración en la reducción de emisiones de clorofluorocarbonos a la atmósfera desde 2012 de hasta el 50%.
Este estudio refleja que el aumento en las emisiones de CFCs (aquellos gases contaminantes utilizados en la industria de la refrigeración y en los aerosoles) ha sido provocado por ‘nuevas fuentes de producción’.
La emisión de estos gases afectan al incremento del agujero de la capa de ozono y, por consiguiente, a la aceleración del cambio climático.
La extensión máxima del agujero en 2017, alcanzada en septiembre, fue de 19,6 millones de kilómetros cuadrados (2,5 veces la superficie de Estados Unidos), según los cálculos de la NASA, corroborados por la asociación oceánica NOAA, mientras que la media desde 1991 ha sido de 26 millones de kilómetros cuadrados.