Mirta Bozzani vive en una casa reciclada de Palermo Viejo hace 28 años. El último sábado de marzo, su hijo, con quien ella pasa la cuarentena, estaba en su cuarto en la planta alta y observó pasar una rata caminando sobre una pila de cajas. Cuando Mirta subió, el roedor ya se había escondido en el placard, pero tomó valor, se puso los guantes de goma que usa para lavar los platos, una linterna en la frente y con decisión abrió la puerta del placard.
“No tardé en descubrirla dentro de una zapatilla. Para mi tranquilidad, no era grande aunque tenía una cola larguísima. Tras varios intentos fallidos, logré capturarla pero me mordió en el dedo índice de mi mano derecha”, dice, y admite que no quiso matarla y la dejó en un contenedor antes de empezar el periplo hasta el hospital Durand, que la derivó al Instituto Pasteur donde le recetaron la antitetánica y un antibiótico por siete días.
Desde que el mundo entró en cuarentena por la pandemia del coronavirus muchos animales se apropiaron de las ciudades , algunos más pintorescos, como los pavos reales salidos de los parques de Madrid y otros, dotados de menor belleza, como las ratas en Buenos Aires .
Con los bares y restaurantes cerrados y el poco movimiento de personas, las ratas tomaron las calles y las trajinan con mayor soltura en busca de comida que les permita la subsistencia , mientras los humanos, confinados, comen puertas adentro.
Fuentes del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbano afirmaron al diario LA NACION que no tienen información sobre si hay más cantidad de roedores, pero sí que tal vez puedan ser más percibidos por la menor cantidad de gente en la calle y los cambios de hábito del contexto actual. También reconocen que en el primer trimestre 2020 se realizaron 6116 operativos de desratización, lo que significa un 41% más que en el mismo período 2019.
Para los fumigadores la cuestión también parece ir en ascenso. “Hay un significativo incremento de solicitudes de servicios que tal vez encuentren una de sus razones en que las ratas debieron adaptarse rápidamente a otra estrategia de búsqueda de alimentos a causa de no contar con las fuentes directas que brindan los residuos que dejan restaurantes y otros comercios donde se venden alimentos”, dice Marcelo Kacanas, responsable de servicios de Fumigaciones Buenos Aires, una empresa que brinda servicios en toda la ciudad. Kacanas apunta que la mayor demanda por estos días es en Palermo y Belgrano .
Alfredo Signore, propietario de la empresa fumigadora Designo Ambiental dice que si bien no se puede saber sin realizar un testeo importante si aumentó la población de roedores, sí puede afirmar que como las ratas tienen mayor facilidad y tranquilidad para moverse, cuando notan la lejanía y el silencio de las personas, se ven más.
Otro episodio en la zona de Palermo lo presenció Flavia Papeschi. Fue sobre el pasaje Cabrer. En los últimos días encontró varias ratas muertas al costado de la calle. “Antes de la cuarentena podíamos suponer que en Palermo había ratas, pero ahora están a la vista”, dice. Hizo la denuncia por mail al 147BA.
Las ratas son fuente de numerosas enfermedades como leptospirosis, peste bubónica, hantavirus y algunas producidas por diferentes parásitos. “En la ciudad habitan tres especies distintas: las Rattus norvegicus , las R. rattus y las Mus musculus “, señala Olga Suárez, investigadora del CONICET y directora del laboratorio de Ecología de Roedores Urbanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA .
“Los científicos trabajamos con datos concretos y esta sensación o percepción que se tiene en general nosotros la tomamos solo como una hipótesis que tenemos que poner a prueba y para lo cual se desarrolla un diseño experimental per se”, remarca Suárez.
En Saavedra, Eduardo Suárez también encontró visitas nunca antes vistas. “Hace menos de un mes mi vecina de arriba me dijo que le había aparecido ver una rata en su terraza. Pasaron unos días y, una noche, estaba regando las plantas de mi patio y vi pasar una por el paredón de la medianera. Ahí nos pusimos de acuerdo entre todos los vecinos para ver cuál era la mejor manera de darle fin a los animalitos. Decidimos comprar unas tramperas que distribuimos en diferentes lugres del edificio, pero no capturamos ninguna. Así que colocamos veneno que nos costó unos días conseguir por la cuarentena. Mientras tanto todas las noches las veíamos pasar. Eran tres que bajaban por la enredadera hasta que comieron el veneno”, cuenta.
Algo parecido ocurrió en la casa de Bernal de Anabella López Saracco. “Me animé a ir al patio porque la vi chiquita. Mi marido no estaba y la quería atrapar. Ya estaba rasqueteando para entrar por la ventana de mi pieza, parecía un dibujito animado. Prendí la luz del patio y me quedé ahí sin una idea muy clara de qué hacer, y vi que se metió debajo de la pileta del lavadero, pero yo quería atraparla así que tiré unos papeles con fuego para iluminar un poco a ver si se movía y ahí la vi. Pensé cómo atraparla y puse dos baldes de barrera. La vi caminar y entonces le chisté. Se quedó quieta un instante antes de salir corriendo, pero llegué a cazarla dando vuelta uno de los baldes”, dice.
El fumigador Valentino Thomas sostiene todo lo contrario que los demás. Dice que al haber menos locales gastronómicos abiertos y menos basura, la actividad de roedores está siendo menos visible: “Pero es cierto que las ratas siguen estando en sus madrigueras y los caños de agua. Por otro lado, los roedores tienen la facilidad de comerse a ellos mismos entonces, es posible que estén en eso.”