Si bien no existe un alimento que eche más leña al fuego de las crisis climática y de biodiversidad, no hay ni un solo gobierno en el mundo que haya puesto en marcha una estrategia para reducir de forma considerable la producción y consumo de carne.
Así lo denuncian las dos organizaciones que publican el Atlas de la carne, una investigación que analiza los impactos de la industria cárnica en todo el mundo, con revelaciones muy poco en consonancia con las acciones necesarias para frenar la emergencia climática y conseguir los objetivos del Acuerdo de París.
Las actividades de ganadería industrial son las responsables del hasta el 21% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según las dos organizaciones detrás del estudio, Amigos de la Tierra y la Fundación Heinrich Böll. La cifra se desprende de los datos relativos al sector alimentario global: si este implica entre el 21% y el 37% de las emisiones globales, un 57% de ellas provienen de la industria cárnica.
A nivel global, el peso de esta industria en la gestión de la tierra es mayoritario, con un 75% de las tierras agrícolas dedicadas ya sea a cultivar vegetales para fabricar pienso o a la cría de ganado.
Con la soja como principal producto, a las emisiones que son consecuencia de estas actividades hay que sumar la deforestación que estos cultivos producen en el mundo. El informe Frentes de Deforestación 2021, de WWF, ya apuntó a las plantaciones a gran escala de soja para pienso, junto a las tierras para ganadería, como los principal motores de la pérdida de masa boscosa en Latinoamérica. Solo en el Cerrado brasileño, entre 2004 y 2017 se ha perdido un tercio (el 32,8%) de los bosques por este motivo.
A nivel global, el planeta perdió 4,2 millones de hectáreas de bosques primarios tropicales en 2020, un 12% más que en 2018, según el informe anual de Global Forest Watch del World Resources Institute. En emisiones, la cifra suponen 2,64 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono, lo que equivalen a las emitidas en un año por 570 millones de automóviles.
Sigue creciendo pese a la alarma
Las organizaciones detrás del Atlas de la carne remarcan el aumento del peso de este sector respecto al cambio climático, ya que la FAO calculaba que, en 2014, este porcentaje era del 14,5%. Es más, el documento estima que la producción de carne aumentará en 40 millones de toneladas para 2029, alcanzando los 366 millones de toneladas por año.
“Cada vez hay más evidencia de que la ganadería industrial está impulsando el colapso del clima y la biodiversidad y poniendo en peligro la vida de las personas en toda la cadena de suministro, tanto en el campo, como en las fábricas, hasta llegar al consumidor final”, afirma Stanka Becheva, responsable de agricultura y alimentación de Amigos de la Tierra Europa.
Los responsables políticos europeos tienen el deber de proteger el interés general y dejar de complacer a los agronegocios”, apuntaba por su parte Andrés Muñoz Rico, responsable de soberanía alimentaria de Amigos de la Tierra. Solo entre 2015 y 2020, las corporaciones industriales que dominan este mercado recibieron más de 478.000 millones de dólares de 2.500 firmas de inversores, bancos y fondos, la mayoría de ellos con sede en Europa o los Estados Unidos.
La campaña Los rostros de la soja, de Ecologistas en Acción, ya incidía en que la fabricación de piensos para ganadería industrial consume el 87% de la soja importada en la UE, motivo por el que desde las organizaciones ecologistas exigen a los 27 que pongan freno a su consumo y al sector cárnico con el fin de parar la crisis climática y de biodiversidad.
En concreto, Amigos de la Tierra Europa y Heinrich-Böll-Stiftung exigen “una apuesta decidida por la producción ganadera extensiva a pequeña escala y por las instalaciones de procesamiento de carne descentralizadas que contribuyan a un mundo rural vivo”, destacando la necesidad de contar con un fondo de transición “para que las personas que trabajan en la industria cárnica puedan cambiar a empleos más sostenibles”.