Las imágenes de un enorme basural de ropa en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, se hicieron virales y dieron cuenta del escandaloso lado oculto de la fast fashion o moda rápida. Grandes volúmenes de prendas que son producidos siguiendo tendencias que cambian velozmente, con una lógica de usar y descartar.
En general, las prendas ingresan a Chile a través del puerto de Iquique y allí son clasificadas. Lo que no sirve para la venta es descartado y arrojado ilegalmente al desierto, muchas veces aún con las etiquetas, dado que no puede llevarse a vertederos comunes porque no impide la correcta compactación del suelo.
En el caso chileno, además, mucha de la ropa que ingresa es el descarte de los países de mayores ingresos, en algunos casos usada y en otros sin estrenar. Los importadores la compran por inmensos bultos y cuando llega la clasifican. Lo que no les sirve, se tira.
De acuerdo con cifras de la ONU, la industria textil produce el 20% de las aguas residuales en el mundo, y es responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global y del 10% de las emisiones de carbono. Además, el 73% de la ropa es desechada tras ser usada y menos del 1% ingresa en un círculo de reutilización.
Qué es la fast fashion
Fast fashion, o moda rápida, es un concepto que propone ropa barata, de baja calidad y producida en grandes volúmenes, que sigue tendencias que varían rápidamente según el país y la temporada y está en constante renovación. Esto genera la existencia de millones de prendas que son utilizadas de manera casi descartable y van a parar a los vertederos de basura.
El costo a nivel humano de esta tendencia es la explotación laboral de millones de personas en el sur de Asia, en países como Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China. Allí, el trabajo infantil en pésimas condiciones es moneda corriente y permite los bajos costos de venta al público.
Además, fomenta un consumismo exagerado. Según la Fundación Ellen MacArthur, que propone una economía circular, hay prendas que se utilizan entre 7 y 10 veces y se tiran a la basura. En países de ingresos medios y altos, mucha gente admitió tener más ropa de la que necesitaba.
Por otra parte, está el costo ambiental: la producción de ropa representa el 10% de las emisiones de dióxido de carbono global. Otros datos alarmantes: producir un jean requiere unos 8 mil litros de agua y el cultivo de algodón utiliza un 25% de los pesticidas producidos en el planeta.
La marca más representativa a nivel mundial de la fast fashion es H&M, pero también destacan Zara, C&A, Primark y Topshop.
En oposición, surgió el movimiento slow fashion, o moda lenta, que propone el uso de materiales ecológicos, trabajo artesanal y precios justos para productores y consumidores, además de la reutilización de las prendas en el marco de la economía circular.