Los generadores eólicos del futuro quizás vuelen sobre tu cabeza. No como las enormes aspas de las turbinas actuales, sino en el sentido más literal de la palabra.
Kitekraft, una startup con sede en Múnich, trabaja en un nuevo sistema de generación de electricidad que se basa en un viejo conocido de los vientos: las cometas. Eso sí, no las convencionales. Los ingenieros alemanes han desarrollado un pequeño avión ligero fijado a una base terrestre a través de una cable, una solución que recuerda en parte a la planteada en su día por Makani y que llegó a captar el interés de Google.
Su dispositivo lo conforma una estructura de aluminio extruido con alas y cola, cuatro pares de motores y rotores de fibra de carbono y una correa. Al menos sobre el papel, su funcionamiento es relativamente sencillo: igual que un dron, la “cometa” utiliza los motores para despegar y aterrizar y dispone de una unidad de control para estabilizarse. Una vez en el aire, donde traza “ochos”, sus dispositivos se utilizan como generadores. La energía se transmite a través de la correa a una estación terrestre, desde donde se distribuye a la red o, directamente, se almacena.
La “sencillez” del sistema —al menos en lo que a despliegue y recursos se refiere— es una de las ventajas que destaca Kitekraft frente a las plantas convencionales de aerogeneradores. “En lugar de una enorme torre rígida y aspas, usamos un pequeño avión atado para recolectar energía eólica. Con solo una fracción de los materiales, podemos proporcionar electricidad a bajo costo”, resalta.
Menos logística y menor impacto
Para ser más precisos, la compañía calcula que su sistema requiere aproximadamente diez veces menos material de construcción que las turbinas eólicas convencionales. Para los dispositivos más pequeños, asegura, ni siquiera necesita una base de hormigón. Otra de las ventajas en las que incide Kitekraft es que simplifica de forma considerable la logística y el mantenimiento.
“Permite que nuestra tecnología proporcione energía eólica de bajo coste a nivel de servicios públicos y a pequeña escala e incluso a un costo menor a escala de megavatios”, zanja.
Más allá de las ventajas logísticas, el ahorro de materiales o de la posibilidad de generar energía eólica abaratando la factura, la startup apunta fortalezas de otro tipo: medioambientales. “Podemos reducir la huella de carbono de la energía eólica en un 90%; un aerogenerador volador requiere solo una fracción de los materiales en comparación con los aerogeneradores convencionales, pero tiene la misma vida útil”, argumenta en su web, donde incluye vídeos con sus pruebas.
Las pequeñas dimensiones de los sistemas, que poco tienen que ver con las enormes torres de los aerogeneradores convencionales, permitiría también reducir el impacto sobre el paisaje. Su menor peso y tamaño facilita además desplegarlos en lugares a los que resultaría muy difícil trasladar grandes aerogeneradores y, en caso de tornados, replegarlos con relativa facilidad.
A día de hoy el dispositivo de Kitekraft es aún un prototipo, pero la compañía espera tener en 2024 su primer producto, una cometa de 100 kilovatios con una envergadura de diez metros. El siguiente, señalan a Interesting Engineering, sería un dispositivo de 500 kilovatios con una envergadura de 20 metros. “Duplicar el ala no solo doblaría la potencia, obtendría cinco veces más”, comenta Florian Bauer, codirector ejecutivo y director de tecnología de la compañía germana, que está “analizando” también la posibilidad de instalar parques de cometas tanto en tierra como en alta mar.
No todo son ventajas ni puntos fuertes en el camino de Kitekraft. Como reconoce el propio Bauer, pulir el sistema de cometas con generadores no será sencillo. “Comparativamente, la turbina eólica es mucho más simple: es solo una torre. Uno necesita comprender toda la tecnología para construir la cometa. Muchos de nuestros competidores han estado tratando de resolver los problemas durante años. Hay varias tecnologías y obstáculos comerciales”, señala a Interesting Engineering.
Un camino similar —aunque con variantes— lo han emprendido otras firmas, como Kitepower, Kitemill o Airseas o SkySails Power, que trabaja con grandes cometas y ya ha desplegado su sistema en las playas de Mauricio a finales del año pasado. También Makani Technologies, cuya propuesta consiguió captar la atención de Google. Quizás la mejor prueba de las dificultades que debe afrontar el sistema es la propia declaración de la multinacional tecnológica cuando abandonó el proyecto, en 2020: “El camino hacia la comercialización es más largo y arriesgado de lo esperado”.
Uno de los retos que tiene por delante la firma alemana es por ejemplo escalar su dispositivo, sobre todo si quiere que sus dispositivos sean más grandes, dispongan de mayor potencia y funcionen de forma eficiente a 300 metros, las alturas donde los vientos suelen ser más fuertes.