El loro hablador, cuyo nombre científico es Amazona aestiva, es una especie de ave de origen sudamericano que habita selvas, bosques y sabanas de varias ecorregiones. Se trata de un loro nativo del norte de Argentina, de las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes y el extremo noreste de Santiago del Estero. Su condición actual es de especie amenazada como consecuencia de la comercialización ilegal.
En Catamarca habita en densos bosques y selvas de yungas, lugar donde encuentra alimento. Se caracteriza por tener colores amarillos y celestes en el rostro, contrastando con el verde brillante de su cuerpo y unas manchas rojas y azules en las alas. Se alimentan de frutos de árboles autóctonos en las zonas selváticas y en invierno suelen llegar a zonas urbanas cercanas para alimentarse de frutos exóticos que coloca la gente. Cumplen un rol fundamental en los ecosistemas al ser grandes dispersores de semillas de árboles autóctonos, favoreciendo el mantenimiento de las selvas y bosques.
“Lamentablemente, el capricho y la ignorancia de los humanos juega un rol negativo en todo esto. Debido a que esta especie de loro puede imitar sonidos, mucha gente los quiere de mascotas en sus casas porque pueden hablar y se divierten con ello, por lo que cometen el gravísimo error de comprarlos al comercio ilegal”, dijo el biólogo Gonzalo Martínez.
Por ser fauna silvestre su comercialización está prohibida, sin embargo, muchas personas se arriesgan a ser multados y van a los sitios donde anidan los loros en la época de reproducción y extraen a los pichones de los nidos para luego venderlos.
“En el camino pasan muchas cosas que los compradores no saben, entre ellas, la gente que trafica y vende loros (y otras aves) a veces recurren a talar los árboles donde anidan, generando un disturbio enorme en los bosques nativos. Algunos de los pichones mueren en la caída de sus nidos y otros mueren en las condiciones deplorables en las que son transportados por la gente que comete este delito. Solo los pocos que logran sobrevivir son vendidos. Sin mencionar el daño ecológico y ambiental que genera la extracción de aves que necesitan propagarse en su hábitat natural y que para ello precisan vivir en libertad, en la naturaleza. Las madres y los padres de esos pichones que son extraídos de sus nidos se quedan sin su descendencia y año a año tienen que volver a intentar la reproducción”, detalló el biólogo.
Martínez, resaltó que una de las soluciones para evitar este daño sería que no haya más compradores, sin demanda no hay oferta. “Dejar de comprar animales silvestres es la solución principal para que nadie esté cometiendo este delito de tráfico ilegal de fauna silvestre, pero también sería necesario que se hagan mayores controles por parte de la Dirección de Fiscalización de la Secretaría de Ambiente en los pueblos donde vive la gente que comercializa estos animales, en el caso de los loros, las localidades de La Viña, Los Altos y Alijilán, principalmente”, dijo.
Teniendo en cuenta que además de la comercialización ilegal de los loros está la amenaza de la deforestación, “existe la imperiosa necesidad de crear áreas naturales protegidas, con personal y estructura permanentes que protejan los ambientes naturales que tanto necesitamos para nuestra supervivencia e impulsar leyes con castigos más severos para aquellos que atentan contra la fauna autóctona”, concluyó.