Se dispara el robo de petróleo en Colombia, dejando un surco de daños ambientales

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En un claro de la selva del Pacífico colombiano, el denso bosque rodea un área de desolación dejada por una refinería clandestina, donde los desechos de petróleo oscurecen todo lo que tocan, se filtran en el suelo y cubren la vegetación.

El aroma de la tierra húmeda y las flores es superado por el hedor de los productos químicos de las piscinas estancadas, el producto de desecho de un proceso de refinación rudimentario que convierte el crudo robado de un oleoducto cercano en un combustible de contrabando conocido como pategrillo, debido a su tonalidad verdosa.

La gasolina artesanal ayuda a impulsar el tráfico de drogas en Colombia y se utiliza para fabricar cocaína.

Las hojas de las plantas de coca se sumergen en pategrillo, en lugar de otros combustibles como la gasolina, para extraer compuestos alcaloides para elaborar el narcótico, según la policía nacional. También se usa para impulsar maquinaria pesada en operaciones mineras ilegales.

Con la producción de cocaína en Colombia alcanzando niveles récord, según estimaciones de la ONU, el robo de petróleo va en aumento: el volumen robado de dos de los principales oleoductos de Colombia se ha más que triplicado desde 2018 a un promedio de 3.447 barriles por día al 30 de noviembre, según a datos policiales.

Pero poco se sabe sobre la escala del impacto ambiental de los derrames de oleoductos y de refinerías ilícitas, que a menudo se encuentran en regiones remotas y peligrosas.

Reuters acompañó a una unidad policial encargada de combatir el robo de petróleo en septiembre a dos sitios cerca de Tumaco, un puerto del Pacífico en el suroeste de Colombia que es la terminal del oleoducto Transandino.

El claro de la jungla que alberga la refinería clandestina -más grande que una cancha de fútbol- permaneció ennegrecido por el petróleo, aunque fue allanado por la policía en marzo.

La policía dijo que la refinería había pertenecido a la facción de Urías Rondón de los rebeldes disidentes de las FARC, que rechazan un acuerdo de paz de 2016 con el Gobierno, para producir pategrillo para elaborar cocaína.

El metal retorcido de barriles destruidos y más de una docena de alambiques de metal para cocinar, capaces de procesar de 500 a 1.000 galones de crudo, cubrían el sitio, a poco más de una hora a pie del pequeño pueblo de La Guayacana.

Los árboles cercanos habían sido despojados de sus hojas por los vapores contaminantes que se escapan durante las operaciones de refinación.

“El daño es exagerado, es demasiado. Los animales, los árboles, todo está completamente quemado”, dijo el coronel Johan Peña, comandante de la unidad policial encargada de combatir el robo de petróleo en Nariño, un departamento fronterizo con Ecuador conocido por la producción de cocaína.

“No serían suficientes las palabras para mostrarlo y para decirle al mundo el daño que se causa”, agregó Peña.

Gran parte del cercano oleoducto Transandino, que transporta petróleo desde Orito, en el departamento de Putumayo, hasta Tumaco, está por encima del suelo, lo que lo convierte en un blanco fácil para los ladrones.

Alrededor de 951 barriles por día fueron robados del Transandino en los primeros 11 meses del año, un alza de alrededor de un 5% frente a los niveles de finales del año pasado.

El operador del oleoducto Cenit, filial de la estatal Ecopetrol, no respondió a las preguntas sobre los desafíos que enfrentan las operaciones de limpieza en áreas remotas.

La policía de Colombia había destruido 112 refinerías clandestinas en la región de Tumaco hasta mediados de octubre, en comparación con las 103 allanadas durante todo el año pasado y a las 112 destruidas en 2020, dijo a Reuters el coronel William Castaño, director de la policía rural de Carabineros.

Por lo general, solo un tercio del crudo hurtado se usa después de que se refina en esos sitios, comentó Castaño, mientras que el resto se tira al suelo.
Castaño explicó que una refinería ilegal contamina un promedio de tres kilómetros cuadrados, según un cálculo policial. Reuters no pudo determinar en qué se basó esa estimación.

“Daña la fauna, la flora, la contaminación del aire, daño al suelo, al subsuelo, daño en las aguas subterráneas y daño también en los afluentes hídricos que pasan por estas partes del país.”, explicó el oficial.

Colombia, uno de los países megadiversos del mundo, cuenta con decenas de miles de diferentes especies y contiene casi 600.000 kilómetros cuadrados de selvas y bosques, cuya preservación es vital para enfrentar el cambio climático.

Reuters se acercó a más de una docena de grupos ambientalistas, defensores de los derechos, agencias gubernamentales y organizaciones internacionales que dijeron que no tenían información detallada sobre el alcance del daño ambiental en Colombia por el robo de petróleo o que no respondieron a las preguntas.

“Desconocemos todavía los impactos ambientales que genera, considerando que este es un proceso ilícito, clandestino, escondido en lugares inseguros, todavía falta mucho por estudiar”, dijo Héctor Hernando Bernal, un Oficial Asociado Regional Proyecto Manejo Seguro y Eliminación Drogas Incautadas y Químicos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

El Ministerio de Minas y Energía de Colombia dijo a Reuters en un comunicado que es preocupante que el país siga presenciando este tipo de actos “que perjudican a los habitantes de los territorios expuesta a estos derrames y a nuestros ecosistemas”.

SATISFACER LA DEMANDA

La producción potencial de cocaína aumentó un 14% a un máximo histórico de 1.400 toneladas en 2021, según la UNODC, mientras que la demanda de combustibles utilizados en el tráfico de cocaína creció a entre 447 millones y 705 millones de litros, dijo la organización a Reuters.
No fue posible establecer qué cantidad de combustible es pategrillo, dijo la UNODC.

“Este robo de hidrocarburos es también como un fortalecimiento a su fuerza militar”, dijo Katherine Casas, investigadora del grupo de defensa Crudo Transparente, y agregó que el pategrillo es la tercera fuente de ingresos más grande para las pandillas de Colombia después de las drogas y la minería ilegal, ayudándoles a comprar armas y otros equipos.

También se sabe que las rebeldes guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia y los disidentes de las ahora desmovilizadas FARC avalúan el pategrillo en alrededor de 2,10 dólares por barril, según un informe de la fundación alemana Friedrich-Ebert-Stiftung que publicó este verano.

IMPACTO A LARGO PLAZO

Los oleoductos a menudo se perforan con taladros manuales, válvulas con fugas y tuberías de plástico, en tanto que el crudo se almacena y refina al azar, lo que resulta en derrames frecuentes, dijeron a Reuters la policía, los analistas y la UNODC.

Una vez que llega a las refinerías ilegales, el crudo se transfiere a alambiques cilíndricos y se cocina a altas temperaturas. El vapor resultante, una vez enfriado, se convierte en pategrillo.

Dependiendo del tamaño de un derrame, el suelo contaminado por petróleo puede tardar décadas en sanar y más de un siglo en recuperarse por completo, dijo la autoridad ambiental de Nariño, Corponariño, en un comunicado, con estimaciones similares de la policía, analistas y científicos.

Los derrames de petróleo en la tierra sofocan los espacios porosos del suelo, restringiendo el acceso de los microorganismos al oxígeno, explicó Martha Daza, profesora de la facultad de ingeniería de recursos naturales y medio ambiente de la Universidad del Valle, con sede en Cali.

“Al taponarse esos poros el agua no puede circular y se reduce la disponibilidad de oxígeno para la actividad biótica que hay en el suelo, tanto en macroorganismos, lombrices u hormigas, las raíces de las plantas como para los microorganismos”, dijo Daza. “Es muy muy dañino.”

La contaminación puede durar cientos de años dependiendo de qué tan pesado sea el crudo, así como de los factores ambientales, agregó.

En Tumaco, los periodistas de Reuters vieron asentamientos a 200 metros del oleoducto Transandino. Había goteado crudo de una válvula ilícita, y los zarcillos de una nube negra de crudo formaban espirales a través de un charco estancado debajo.

Las comunidades rurales que no están conectadas al suministro de agua principal dependen de los ríos y enfrentan riesgos para la salud por los derrames, dijo a Reuters Bram Ebus, consultor del International Crisis Group, que ha investigado la industria petrolera ilícita de Colombia.

“Las válvulas ilícitas colocadas en los oleoductos se desalojan rápidamente. El crudo que se vierte en los ríos y arroyos puede contaminar los acueductos que dan servicio a pueblos enteros”, dijo Ebus.

Las autoridades regionales de salud en Nariño no respondieron de inmediato a las preguntas sobre los impactos en la salud causados por los derrames de crudo.

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