América Central: el cambio climático provoca un aumento de microalgas tóxicas

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La población de microalgas tóxicas en el Caribe y el Pacífico colombiano se ha incrementado en las últimas dos décadas. Estos organismos generan un grave problema de salud pública, porque se encuentran dentro de la cadena trófica: las consumen los peces antes de ser cazados por el hombre para su sustento, situación que puede generar problemas de diarrea o incluso causar la muerte.

 
Las microalgas se encuentran en moluscos y peces como medregal, barracuda, jurel, chemas, pargo y pez bonito.
 
Este es un problema que atañe no solo a los biólogos marinos o a las ciencias del mar, sino también a las ciencias económicas, si se tiene en cuenta que el Caribe es uno de los principales destinos turísticos a nivel mundial. Una dificultad de esta naturaleza, con seguridad va en detrimento de esa industria.
 
“Dichos organismos son muy pequeños y se hallan tanto en la columna del agua, como en el fondo, donde pueden estar asociados a corales o macroalgas, por lo tanto, el problema se puede encontrar a lo largo de toda la zonas costera”, afirma José Ernesto Mancera, docente del departamento de Biología de la U.N.
 
El aumento de temperatura estimula su crecimiento y aumenta la contaminación asociada al exceso de nutrientes inorgánicos que mediante la agricultura o acuicultura llegan al agua, aumentando, de igual forma, su presencia.
 
“El ingreso de especies exóticas también se da a través de aguas de lastre (aguas que llevan los barcos para darles peso y que puedan ser manejados por el capitán). Las naves se embarcan en un sitio y descargan en otro, haciendo que muchas de esas especies de microalgas generen florecimientos nocivos en diferentes lugares”, asegura Mancera.
 
El profesor reitera que los datos que México ha recolectado desde los años ochenta hasta hoy revelan que el número de eventos relacionados con las microalgas marinas tóxicas ha aumentado entre un 40% y un 50%.
 
En Colombia se hizo un estudio en una maestría de la Universidad Nacional y se encontró un aumento de este problema en los últimos 20 años, en un 45%.
 
Mancera sugiere que una de las alternativas es el monitoreo. “Hay que permanecer atentos, con alertas tempranas; es importante realizar gestión del riesgo estimando el potencial toxicidad de las especies que se comercializan”.
 
Para ello se deben tener laboratorios y equipos adecuados, y en caso de una alerta, hay que vedar los sitios y algunas especies. Asimismo, hay que tener en cuenta la mitigación respecto a las aguas de lastre y su aporte de nutrientes.
 
El experto advirtió que en cuanto al cambio climático es poco lo que se puede hacer, porque las emisiones de CO2 se pueden disminuir, pero a largo plazo.

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