La seca no da tregua en esta sufrida zona, particularmente en sus parajes rurales. El sol quema como una fragua al rojo vivo con temperaturas de hasta 48 grados. El agua escasea en todos los sectores. Esta situación en el oeste chaqueño tiene sus antecedentes, ya hace más de tres años que se repite de manera alarmante.
Es decir, la población rural la siente sobremanera. La mortandad de animales es lenta y constante, lo que muestra el costado más doloroso por el momento. Hace más de seis meses que no se registran precipitaciones considerables. Los parajes y colonias sufren. No queda absolutamente nada de pasto porque todo está seco.
En una recorrida por la zona norte de la localidad se constató que la realidad supera a la ficción. El desplazamiento es acompañado por capas de tierra suelta y un copioso viento norte. Solo hay desolación.
Llegamos al primer campo en donde los animales están nerviosos y se arremolinan al lado nuestro en busca de comida, de agua, lo que sea. Don Antonio Slinger cuenta sus penas: “Es muy triste todo esto, ya se me murieron más de cinco vacas, no dan ganas de criar animales ya porque no es negocio” dice cabizbajo y resignado. Agregó que “agua tenemos pero nada de pasto, no sé qué hacer, comen malvones y ramas, así que de a poco voy vendiendo los animales para al menos aprovechar algo”.
Luego continuamos por otro campo donde la escena dantesca se repite. Llegamos al establecimiento de don Antonio Fraire. Está en el corral alimentando sus vacunos cuando cae la tarde. Nos mira fijo y nos invita a pasar sin dudar. Presentaciones y un fuerte apretón de manos antes de comenzar a recorrer sus corrales. Luego se suma su hijo.
La primera vaca está muerta en el mismo corral, de a ratos llega un olor nauseabundo por la descomposición del animal, mientras algunos cuervos cruzan sobre el improvisado osario vacuno esperando su momento.
Contó don Fraire que “con el agua más o menos estamos, es un poco salada pero todavía queda; eso sí, con el pasto ya no damos abasto. No hay nada, les doy rama de tusca pero ya ni eso queda” dice mientras arrima un poco de pasto para tres terneros que posiblemente ya no se levantarán más. La muerte se adueña de los vacunos.
Más adelante comentó que “desde diciembre hasta ahora se me murieron más de 60 vacunos y ahora en este último mes ya van como 20 y ahora vea usted”. Mientras no señaló el corral en donde yace muerta una vaca y al fondo tres terneros están famélicos moviendo continuamente sus cabezas como si buscaran espantar a la seca reinante.
No se distrae un momento, va en busca de un tacho viejo con algo de pasto y se lo lleva a sus terneros. El continúa dándoles de comer como puede con la esperanza de luchar para vencer lo inevitable. Luego continuamos recorriendo su campo junto a su hijo, andando vamos a un sector más al norte en donde el escenario es terrible: yacen cuatro vacas muertas. Acomoda su gorra y cansado musita Fraire (hijo): “si quiere sacar fotos en la otra manga hay como seis muertas más” afirmó. Solo silencio. Nos despedimos y emprendemos el retorno a la localidad siempre acompañados por un enorme colchón de tierra que es el camino.
No queda nada de verde. Algunos todavía soportan estoicamente la falta de agua, pero lo más preocupante es la falta de pastura. Los animales mueren de hambre, de manera lenta. No es verificable con números exactos porque a algunos ganaderos se les mueren 5, a otros 10, y así sucesivamente. Inclusive testimonios de lugareños señalan que en la zona de Miraflores es aún peor.
La zona del norte de nuestra localidad siempre sufrió los embates de la sequía, ahora parajes como La Bolsa, La Ralera, El Borracho, El Silencio, El Guanaco, El Mangrullo, inclusive en la zona rural de Los Frentones el agua se ha convertido en un líquido intensamente amargo o muy salado en otros casos. Los pobladores acarrean agua de algún pozo “fuerte” (que no se seca) como dicen ellos o con el agua que lleva la municipalidad que la mezclan para que tome su ganado.
Norte