Yang Xiaoyun, una mujer de origen chino, gastó 1,000 euros para salvar a 100 perros que iban a ser comidos en un festival de verano.
La activista de 65 años se desplazó a Yulin, una ciudad ubicada al sur del país que con el solsticio de verano organiza un festival en el que la carne de perro se come como parte de la tradición.
Cada año, este evento en la región meridional de Guangxi, se enfrenta a una creciente oposición de militantes y amigos de los animales, que exigen en vano su prohibición.