Cómo es el plan para repoblar de guacamayos rojos el Iberá

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Los guacamayos rojos volaban alto en algunas regiones de la Argentina hace 150 años. Sin embargo, víctimas de la caza, el mascotismo, la deforestación y el tráfico ilegal se extinguieron en nuestro país. En Corrientes, dentro del Parque Nacional Iberá, existe un proyecto coordinado por el CONICET, Parques Nacionales y organizaciones no gubernamentales ambientalistas que busca reintroducir esta especie nativa en su ecosistema original. Allí ya liberaron más de 15 individuos e incluso nacieron tres pichones silvestres en libertad, algo que se cree que no ocurría desde hace más de un siglo.

A 800 kilómetros del Iberá, en la provincia de Buenos Aires, seis parejas reproductoras de guacamayos en el Centro de Recuperación de Especies de Temaikén (CRET) alientan la esperanza del proyecto para repoblar la selva. Se trata de 12 ejemplares que vivieron toda su vida en cautiverio y no podrían sobrevivir en la naturaleza, pero sus pichones sí. “Todos ellos vienen de generaciones en instituciones zoológicas y es imposible que se adapten ahora a una vida silvestre. Los tenemos acá de reservorio genético”, explicó Andrés Suares, curador de aves de la Fundación Temaikèn.

“El guacamayo es una especie proliferadora de semillas, es decir que una parte de la fruta que agarran la comen pero otra parte la tiran, por eso es clave para los ecosistemas donde habita”, explicó Suares. La reintroducción del guacamayo rojo contribuirá a la recuperación de los bosques nativos en el Iberá. Si bien en la Argentina el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable lo declaró extinto, es considerado como una especie de “preocupación menor” por de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés) ya que el Ara chloropterus aún habita en otros países.

Desde que el CRET ingresó al proyecto en 2017, ya enviaron cinco pichones a Iberá para ser reinsertados. En Escobar las parejas reproductoras se encuentran divididas en seis recintos contiguos. “Acomodamos la vegetación para brindarles los mejores estímulos reproductivos posibles”, explicó Suares.

Martin Dechima es coordinador de los cuidadores de las aves de la Fundación Temaikén y mantiene un vínculo diario con ellas. “Hay una sola de las parejas que no puso huevos, pero contamos que las demás pusieron 13 en total”, sostuvo. El número es estimado, dado que intentan ingresar a los recintos lo mínimo indispensable y no acercarse al nido en esta instancia.

Una vez que nacen los pichones permanecen en los recintos con sus progenitores. “Los cuidados parentales duran 70 días hasta que salen del nido y allí calculamos de seis a ocho meses más de relación parental hasta se pueden independizar y comer solos”, explicó Dechima. En ese momento los guacamayos nacidos en cautiverio comienzan su entrenamiento para ser trasladados al Iberá donde lo continúan pero en jaulas más altas hasta poder ser finalmente liberados en la naturaleza.

El trabajo no es exclusivo con los animales sino que para que el proyecto prospere es necesario crear las condiciones para la repoblación. “Una vez liberados no podemos confinarlos al límite del parque nacional, por eso el trabajo con el entorno y con la comunidad es tan importante como la cría del propio animal”, indicó Juan Garibaldi, Director Regional NEA de la Dirección de Conservación de Parques Nacionales.

Y agregó: “Buscamos socios en zonas donde no tenemos jurisdicción en la concientización ambiental para minimizar caza furtiva y evitar que la gente lo tenga de mascota. El desafío es lograr que la sociedad toda se apropie de este proyecto y eso es un cambio cultural”.

La importancia del cuidado de la biodiversidad para prevenir nuevas pandemias

En octubre de 2020 se dio a conocer un nuevo informe de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes, por sus siglas en inglés) que releva la importancia de cuidar el ambiente y proteger la biodiversidad para prevenir nuevas pandemias. Se estima que hay 1,7 millones de virus actualmente no descubiertos en mamíferos y aves y que entre 540.000 y 850.000 de ellos podrían tener la capacidad de infectarnos.

Lo que afirman los científicos que lo elaboraron es que las mismas acciones humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad son las que aumentan el riesgo de que emerjan nuevas pandemias.

Actualmente, el 70% de las enfermedades emergentes, como por ejemplo el ébola, la gripe A, el VIH y Covid-19, son zoonóticas, es decir que se originaron por el contacto estrecho entre humanos y otros animales que son quienes las portaban originalmente. A su vez, casi todas las pandemias fueron causadas por enfermedades de esta naturaleza.

Según los expertos, son la causa de casi un tercio de las enfermedades emergentes: los cambios en el uso del suelo, la expansión de la frontera agrícola y la urbanización. El reporte recomienda acciones para prevenir la propagación de nuevas enfermedades: aumentar la conservación de áreas protegidas y tomar medidas “que reduzcan la explotación insostenible de las regiones de alta biodiversidad”. De esta forma se lograría reducir el contacto entre los humanos, la vida silvestre y el ganado y, así evitar nuevas pandemias.

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