A 40 minutos de la Capital Federal, donde en vez de avenidas hay arroyos, en vez de calles, canales, y los que vigilan las casas son aves coloridas, la cuarentena cambió por completo la cotidianeidad. En el Delta de Tigre, San Fernando y Escobar, donde ya vivían aislados desde antes de la amenaza del coronavirus, cuentan que la paz del río en las últimas semanas hace parecer que el tiempo retrocedió a épocas donde la naturaleza reinaba en la cuenca del río Paraná.
Al igual que la mayoría de los argentinos, quienes viven en la Primera, Segunda y Tercera Sección de islas deben cumplir las medidas dispuestas por el Gobierno ante la pandemia.
En el río, efectivos de Prefectura se encargan de reducir la circulación de personas dentro de los 1.200 km2 que ocupan las islas del Delta.
“No hay movimientos de lanchas o barcos, nunca vi algo así. La gente está tan guardada que empezamos a notar la presencia de ciervos del pantano, que en la Primera Sección eran difíciles de encontrar”, dice Alberto, un tigrense que hace 15 años se mudó a su casa en una isla.
Las reglas son estrictas para quienes navegan. Si los detienen las fuerzas de seguridad, deben demostrar que tienen domicilio en el Delta y sólo pueden cruzar al continente por provisiones.
Las campañas de difusión de las municipalidades fueron masivas en la región. Los servicios de las lanchas colectivo, que se utilizan diariamente como transporte público, fueron limitados. Los comercios, negocios turísticos y guarderías náuticas no abrirán hasta que termine la cuarentena.
“A pesar de la presencia de las lanchas colectivo, el movimiento es muy bajo porque el acatamiento de quedarse en sus casas es muy alto”, dice el Director del Plan de Manejo del Delta de Tigre, Luis Cancelo.
Los que más circulan por los canales principales son profesionales de la salud que asisten a los hospitales municipales René Favaloro (Paraná Miní y Canal 4) y Ramón Carrillo (Paraná Miní y Chaná). También la Prefectura y encargados de la recolección de residuos. Y hay mayor presencia de voluntarios en las escuelas del Delta, que llevan comida a las familias de alumnos que almorzaban en sus aulas. De hecho, la semana pasada el municipio de Tigre reforzó el envío de bolsones de mercadería para abastecer a los comedores escolares.
Alejandro Ferro, médico especialista en Infectología, explica sobre las viviendas del Delta: “En lugares menos poblados y más aislados el riesgo a contagiarse del virus es bajo”. Aunque aclara que el acatamiento de la cuarentena es fundamental para mantener a salvo a la población de las Islas: “Aún así es muy importante que se cuiden, ya que el virus puede llegar vía proveedores o visitas”.
Dentro de los cambios que trajeron aparejadas las limitaciones de circulación, en el Delta surgió una única complicación grave: la provisión de agua potable.
La falta de redes de agua corriente es uno de los reclamos de los isleños desde hace años. Pero la llegada de bidones y tanques plásticos, que suelen abastecer a quienes no tienen pozos propios, bombas o filtros purificadores para usar el agua de las napas subterráneas, se vio limitada con la cuarentena.
“La empresa estatal Aguas y Saneamientos Argentinos (AySA) organizó primero un operativo en la Primera Sección del Delta, donde repartieron agua en sachet. Eso lo hicieron por su cuenta. Tengo entendido que ahora oficializaron un cronograma de días y horarios de reparto“, explica Cancelo.
Junto a la Prefectura Naval, AySA reparte agua potable con tanques cisternas, que llegan a través de un barco. Ya lograron abastecer a los vecinos de la zona del Canal, y llegaron a las islas. En los últimos días llevaban repartidos más de 15.000 litros repartidos y esperan poder cumplir con las necesidades de todos los isleños.