En los últimos años, los escorpiones dejaron de ser exclusivos de áreas rurales y empezaron a ocupar cada vez más espacios urbanos. Esta expansión responde a su alta capacidad de adaptación y a la facilidad con la que se refugian en ambientes deteriorados. A su vez, el riesgo que representan sus picaduras agrava la situación en entornos densamente poblados.
Sin embargo, el equilibrio natural cuenta con depredadores que podrían ayudar a frenar su propagación. Algunos de ellos poseen inmunidad al veneno y una dieta que incluye estos arácnidos. El problema es que su presencia en las ciudades es escasa o poco valorada.
Zarigüeyas, sapos, búhos y lagartos son algunos de los cazadores naturales del escorpión. Aunque en estado silvestre mantienen a raya a estos animales, en entornos urbanos se ven desplazados por la pérdida de hábitat o por el desconocimiento de su importancia ecológica.
Esta carencia de predadores efectivos en las urbes contribuyó al aumento descontrolado de los escorpiones. La falta de biodiversidad se convierte así en una desventaja en la lucha contra esta amenaza creciente.

Aliados inesperados contra una plaga silenciosa
Las zarigüeyas, comunes en América Latina, destacan por su resistencia al veneno y su eficacia como cazadoras. Al alimentarse de escorpiones sin sufrir efectos adversos, cumplen un rol clave en el equilibrio natural, aunque muchas veces son rechazadas en zonas habitadas.
El sapo gigante es otro enemigo natural formidable. Con inmunidad comprobada frente a especies altamente venenosas, este anfibio ayuda a mantener bajo control diversas plagas, incluidos los escorpiones. En áreas periurbanas o con jardines, su presencia puede marcar la diferencia.
También las aves rapaces nocturnas, como la lechucita vizcachera, demostró ser cazadoras silenciosas de escorpiones. Su capacidad de adaptación a áreas abiertas y su dieta variada las convierten en aliadas efectivas, aunque muchas veces invisibles.
El lagarto overo, menos frecuente en zonas urbanizadas, también figura entre los predadores naturales. Su dieta omnívora y su resistencia lo convierten en un depredador eficaz, aunque su impacto en ciudades es menor por la falta de espacios aptos para su supervivencia.
Preservar para proteger
El retorno de estos depredadores a las ciudades depende de la conservación de espacios verdes y del reconocimiento de su valor ecológico. Su inclusión en estrategias de control natural puede ser clave para enfrentar la expansión del escorpión.
Fomentar ecosistemas urbanos saludables y diversos no solo promueve la biodiversidad, sino que también ofrece soluciones sostenibles frente a plagas como esta. La naturaleza tiene las herramientas, solo es cuestión de permitirle actuar.

¿Por qué es tan temido el escorpión?
El veneno de escorpión es una mezcla compleja de toxinas que afecta principalmente al sistema nervioso. Al ser inyectado, puede causar dolor intenso, inflamación, calambres musculares y, en casos graves, dificultades respiratorias o fallos cardíacos.
Algunas especies, como el Tityus serrulatus, poseen veneno neurotóxico especialmente peligroso para niños, adultos mayores o personas con problemas de salud. En estos casos, la picadura puede volverse letal si no se recibe atención médica inmediata.
El miedo al veneno de escorpión también radica en su acción rápida y en la dificultad para detectar su presencia antes del ataque. Estos arácnidos suelen esconderse en rincones oscuros, zapatos o ropa, aumentando el riesgo de encuentros accidentales.
Además, la resistencia de los escorpiones a muchos métodos de control y su capacidad para reproducirse rápidamente en ambientes urbanos hicieron que su veneno represente un peligro constante en distintas regiones del mundo.