Los delfines chillan cuando consiguen darse el gusto de comerse un pez y emiten un sonido similar al de un niño feliz.
Investigadores estadounidenses aseguraron que creen que estos sonidos no son sólo son una forma de señalar a los otros en el grupo que hay comida en los alrededores, sino expresiones de puro placer.
La razón que les llevó a pensar esto es que el tiempo que transcurre entre la experiencia placentera y el grito que emiten casi coincide con la velocidad con la que el cerebro libera la hormona dopamina.
El estudio, publicado en el Journal of Experimental Biology, fue liderado por Sam Ridgway, del National Marine Mammal Foundation de San Diego, California.
Ridgway y sus colegas estudiaron grabaciones realizadas a delfines y ballenas beluga, descubriendo que el tiempo que pasó entre la experiencia placentera y el chillido, era tan sólo un poco más extenso que el tiempo que lleva al cerebro liberar dopamina, que usualmente es 100 milisegundos.
Como los delfines y las belugas “son animales muy vocales… el carácter, tiempo y contexto de sus sonidos podría revelar más sobre sus estados de ánimo y sobre la función que tienen sus sonidos en la comunicación”, concluyó el estudio.