El tráfico de animales en la Amazonía peruana es una realidad cotidiana

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Trozos de carne de enormes lagartos que conservan sus escamas, parejas de pájaros tropicales en jaulas y grandes tortugas vivas, se encuentran sin ninguna dificultad en el atestado mercado de Iquitos, en el corazón de la Amazonía peruana, una muestra de lo normalizado que está el tráfico ilegal de especies silvestres.

Comercialización cotidiana de especies silvestres

La comercialización de especies tanto vivas como muertas de fauna silvestre influye en la pérdida de biodiversidad, pero, como cualquier tráfico ilegal, se trata de un problema con muchas aristas que incluyen esferas administrativas y legislativas.

También hay un frente de asuntos sanitarios, entran al juego el conocimiento de costumbres ancestrales, así como la cooperación internacional y aduanas.

En medio de la selva, desde su despacho en el Gobierno Regional de Loreto, el coordinador de la Unidad funcional del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), Paul Aróstegui, relata que parte del tráfico navega en embarcaciones hacia Brasil o Colombia por las infinitas y porosas fronteras amazónicas.

Pero el mayor tráfico se da en la costa de Lima, es decir viaja kilómetros por ríos desde remotos puntos amazónicos, en los que ni hay acceso terrestre, hasta poblaciones en el interior del país donde ya hay carreteras.

Costumbres y mitos

Los expertos consultados explican que, por una parte, existe un comercio ilegal de especies vivas que se comercializan por supuestos beneficios, creencias o su uso en ritos. De otro lado, la carne de ciertos animales es consumida por comunidades, pero su venta no es sostenible y puede ser peligrosa para la salud.

El tráfico también se da por la gran demanda, por parte, sobre todo, de países asiáticos que compran grandes cantidades de reptiles, cuyo comercio a veces es ilegal.

También pervive el mercado nacional e internacional de mascotas exóticas, de colmillos, caparazones o pieles.

“¡Para la olla!”, grita una vendedora del mercado de Belén de Iquitos cuando se le preguntó si las grandes tortugas vivas puestas boca abajo eran para convertirse en mascotas o para comer.

Entre verduras, juguetes o productos de limpieza, aparecen pedazos de lagartos, de venados, de roedores como la guagua o paca común, o de sajino y huangana (mamíferos similares a los jabalíes), que son las carnes de animales con mayor demanda en las poblaciones de la Amazonía peruana.

A veces, el tráfico de especies está ligado a costumbres y mitos que nacen en comunidades y que luego, tanto por la posterior migración de sus pobladores a otras ciudades como por leyendas que se esparcen, provocan que los animales sean objeto de mafias.

“Se le atribuyen propiedades curativas como la recuperación del vigor sexual, que sana el asma y problemas bronquiales o que eleva la proporción de hierro, pero ninguna de estas propiedades han sido confirmadas, solo se sabe que, dada su alta patogenicidad en su contenido, causa problemas intestinales”, dijo la especialista respecto a esta rana en peligro crítico de extinción.

Impulsor de enfermedades emergentes

Para luchar contra este negocio ilegal, Aróstegui señala que es fundamental la coordinación con países vecinos, sobre todo con Brasil y Colombia.

Vento explica que tanto en Perú como en países de la región hay una común “postergación” de la importancia de la conservación de la vida silvestre, lo que se refleja en el presupuesto que el Estado destina al Ministerio de Ambiente.

Es importante que las autoridades entiendan el fuerte vínculo que existe entre la conservación de la vida silvestre y el futuro de las generaciones. La biodiversidad es proveedora de alimentos, de servicios ecosistémicos, de la calidad del aire puro, de la conservación de los océanos y de los bosques”, indicó.

Se considera imposible combatir el tráfico de especies si no se cuenta con una sociedad civil enterada y conocedora tanto de la importancia de preservar el medioambiente, como de los delitos e infracciones contra la vida silvestre.

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