Cada año nacen cientos de ballenas francas australes en Península Valdés, en Sudáfrica, en las costas de Australia y Nueva Zelanda. En Argentina, las ballenas son estudiadas desde 1970, cuando comenzó el Programa de Investigación Ballena Franca Austral del Instituto de Conservación de Ballenas / Whale Conservation Institute – Ocean Alliance. En el Atlántico norte, son cientos los investigadores y observadores de Estados Unidos y Canadá que estudian las ballenas francas de cerca. En esa población, con alrededor de 500 individuos, cada ballena tiene una historia de vida conocida, con un completo registro de sus crías nacidas.
Además, millones de personas se embarcan cada año para avistar ballenas en muchos lugares del mundo.
Entonces… ¿por qué no se observan los partos de las ballenas con frecuencia? Si hay millones de ojos mirándolas desde hace décadas en tantos sitios, ¿por qué el momento del nacimiento de las ballenas francas sigue siendo un misterio?
Este año, en Península Valdés se produjo uno de esos raros eventos en los que los protagonistas están en el lugar adecuado en el momento justo. Desde una embarcación de avistaje turístico en Puerto Pirámides, un reducido grupo de afortunadas personas fueron testigos del momento en que la pequeña cola de un ballenato salía del cuerpo de su madre. Y no sólo lo vieron, sino que también lo fotografiaron y filmaron. Luis Pettite es una de estas personas. “Tengo 49 años, vivo en Puerto Pirámides hace 16 años, soy documentalista de fauna. Trabajo con video y fotografía hace 25 años. Actualmente brindo el servicio de fotografía para Southern Spirit, empresa que se dedica al avistajes de ballenas.”
Luis relata de este modo el evento:
“El 6 de julio de 2012, con la capitana ballenera Justa Guevara, que piloteaba el semirrígido y con Juan Pablo Martorell como guía ballenero, nos acercamos a lo que suponíamos era un grupo de cópula de ballenas francas, y mantuvimos distancia prudencial. En el grupo había una hembra acompañada de otras tres ballenas adultas. Mostraba el típico comportamiento de evasión hacia los machos que buscan copular, nadando a gran velocidad y con fuertes soplidos, mientras las otras ballenas la seguían a distancia.
En cierto momento, la hembra hizo un giro, mostrando la aleta pectoral y poniéndose panza arriba. Yo estaba fotografiando toda la secuencia, cuando con gran sorpresa vi que la hembra estaba pariendo su ballenato. Desde su vagina asomaba una cola rosada, lo cual agregó más sorpresa al momento: ¡estaba pariendo un ballenato blanco! Fue así como obtuve las primeras imágenes de un parto de ballena franca austral, algo que estos grandes mamíferos del mar guardaban en secreto.”
Observar un evento como éste es, efectivamente, algo excepcional. El Dr. Mariano Sironi, Director Científico del Instituto de Conservación de Ballenas, sostiene que “las condiciones en las cuales se produce el parto de las grandes ballenas es uno de los misterios sobre su biología y hábitos de vida. En el caso de las ballenas francas, hasta ahora se había documentado sólo un parto en la especie del Atlántico norte, registrado por investigadores del Acuario de Nueva Inglaterra de Boston durante un censo aéreo en enero de 2005. La observación de Luis Pettite y sus colegas es entonces valiosísima para comprender algo más acerca de este momento tan relevante en el ciclo vital de las ballenas francas”.
Pero hay aún más datos que hacen de este caso algo excepcional. Pettite relata que pudo “sacar fotos de la cabeza de la hembra y de las manchas grises que tiene en el lomo. Era una ballena de unos 16 metros… ¡Enorme! Dado que una de sus callosidades tenía forma de punta de flecha como las que utilizaban los antiguos aborígenes del lugar para cazar, la bauticé Tehuelche.”