Que dos chimpancés llamados Hércules y Leo y que fueron utilizados para realizar con ellos experimentos biomédicos en la Stony Brook University de Long Island, fueran reconocidos de manera efectiva por un tribunal de Nueva York como personas jurídicas en 2013, fue un momento histórico para los derechos de los animales.
Los defensores argumentaron que los grandes simios son seres altamente inteligentes y conscientes de sí mismos, con vidas emocionales muy complejas y que por tanto merecen tener una serie de derechos fundamentales, incluido el de estar libre de tratos inhumanos.
Primero se solicitó un Hábeas Corpus, que es una petición legal que los detenidos utilizan para buscar alivio del encarcelamiento ilegal y en primera instancia les fue concedida, ya que la jueza a cargo se identificó con la idea de que los chimpancés se merecen tener los mismos derechos de las personas, con respecto a estar confinado indefinidamente y en condiciones ‘no humanas’.
Lamentablemente dos años después dicha sentencia fue apelada y se negó el recurso ‘eventualmente’, pero la publicidad del caso había despertado las simpatías de la gente y fueron éstos y las asociaciones que luchan por los derechos de los animales, quienes ejercieron finalmente la presión necesaria para que los animales, si bien no han sido liberados, ya no sean usados con fines de investigación.