Gigantes extintos: megafauna australiana

Mรกs leรญdas

Parque Nacional Cradle Mountain-Lake Saint Clair, Tasmania
El paisaje de la megafauna prehistรณrica pervive en el Parque Nacional Cradle Mountain-Lake Saint Clair, en Tasmania.

Leรณn marsupial – Thylacoleo carnifex

Depredador del tamaรฑo de un leopardo, T. carnifex merodeaba por bosques abiertos y matorrales en busca de presas, entre las que quizรก se encontraran los reciรฉn llegados humanos. Con un peso de hasta 160 kilos y una altura en la cruz de 75 centรญmetros, era el mamรญfero carnรญvoro mรกs grande del continente, probablemente un as de la caza. Atacando por sorpresa desde la maleza, era capaz de abatir animales mucho mรกs grandes que รฉl, a los que atrapaba con unas garras afiladas como puรฑales y remataba con los grandes incisivos.

Cuevas de Kelly Hill, isla Kangaroo

Los guรญas del parque examinan unos sedimentos que albergan una gran abundancia de huesos en las cuevas de Kelly Hill, en la isla Kangaroo, tal vez uno de los รบltimos lugares donde sobreviviรณ la megafauna australiana.

Canguro gigante de cara corta – Procoptodon goliah

Ningรบn canguro moderno puede levantar los brazos por encima de la cabeza y arrancar hojas de un รกrbol. Con unos dedos largos y provistos de uรฑas, y unas extremidades anteriores que podรญa extender hacia arriba, P. goliah, el mayor canguro que ha existido nunca, tenรญa el alimento asegurado en los bosques abiertos. Este marsupial de dos metros de altura, con pies similares a cascos, fue uno de los รบltimos integrantes de la megafauna en extinguirse. Coexistiรณ con la especie humana durante miles de aรฑos y pudo inspirar las leyendas aborรญgenes sobre un canguro feroz de largos brazos.

Dromornis stirtoni y Palorchestes painei

Pรกjaro del trueno de Stirton (en segundo plano) y tapir marsupial australiano (en primer plano)

D. Stirtoni, tal vez la mayor de las aves conocidas, no podรญa volar. Con tres metros de altura y 450 kilos de peso, pertenecรญa a una familia de aves gigantescas no voladoras, los dromornรญtidos. Ningรบn humano vio nunca a esta ave, que viviรณ hace unos ocho millones de aรฑos, a finales del mioceno, cuando Australia empezรณ a aridizarse.

ยซDestrozaรกrbolesยป: asรญ describe el paleontรณlogo Tim Flannery a Palorchestes, marsupial del tamaรฑo de una vaca que usaba las robustas extremidades, el hocico en forma de trompa y la lengua semejante a la de una jirafa para arrancar la corteza de los troncos y desenterrar raรญces. Al principio los cientรญficos confundieron sus dientes con los de un canguro gigante, pero sus parientes mรกs cercanos son los uombats y los koalas.

Isla Kangaroo

Imagine un grupo de cazadores aborรญgenes hace 45.000 aรฑos, agazapados bajo una cornisa rocosa en la costa sur de la isla Kangaroo. El matorral semiรกrido que veรญan, semejante al paisaje seco actual, albergaba una megafauna que los humanos cazaban para comer.

Rรญo Drysdale

El arte rupestre junto al rรญo Drysdale, quizรกs el primer indicio de interacciรณn entre el hombre y la megafauna, parece mostrar a un cazador enfrentado a un gran depredador, tal vez Thylacoleo carnifex.

Thylacoleo carnifex

Las enormes fauces de Thylacoleo carnifex parecen letales en el molde de un esqueleto del Museo de Australia Meridional, en Adelaida.

Uombat gigante – Diprotodon optatum

D. optatum, un coloso de andares pesados y del tamaรฑo de un rinoceronte, es el mayor marsupial del que se tiene noticia. Los ejemplares mรกs grandes tenรญan una altura de mรกs de metro y medio en la cruz y tres metros de longitud. Sus patas peludas, robustas como pilares, soportaban tres toneladas de peso. Diprotodon ocupaba un nicho semejante al del elefante africano: se alimentaba de arbustos y bebรญa de las charcas. Por su gran tamaรฑo y su escasa agilidad, debiรณ de ser una presa tentadora para los leones marsupiales y los cazadores humanos.

Lago Victoria

En 2007, en el lecho casi seco de un lago de Victoria, un granjero hizo un hallazgo crucial: las huellas, bien conservadas, de Diprotodon. El coloso atravesรณ con lentitud una llanura volcรกnica hace 100.000 aรฑos, cuando la megafauna aรบn era abundante.

Thylacoleo carnifex

Los poderosos mรบsculos de la mandรญbula, unos incisivos como puรฑales y un par de premolares enormes permitรญan a Thylacoleo carnifex despachar con rapidez presas como los canguros gigantes. El cientรญfico australiano Stephen Wroe, que ha estudiado la fuerza de mordida de los grandes carnรญvoros, cree que en el caso de un hipotรฉtico enfrentamiento, T. carnifex podrรญa matar al actual rey de la selva, el leรณn africano.

Wonambi naracoortensis

El esqueleto enroscado de Wonambi naracoortensis insinรบa la fuerza estranguladora de esta serpiente gigante del pleistoceno, que alcanzaba una longitud de seis metros y el grosor de un poste de telรฉfono. Los restos parciales, excavados en una cueva cerca de Naracoorte, se exhiben en el Museo de Australia Meridional, en Adelaida. El nombre del gรฉnero al que pertenece la serpiente, Wonambi, procede del tรฉrmino aborรญgen que significa ยซserpientes arco irisยป, una representaciรณn muy comรบn en el arte y la mitologรญa aborรญgenes.

Monte Cripps, Tasmania

La investigadora de la Universidad de Adelaida Jessica Metcalf, experta en ADN antiguo, se introduce en una cueva kรกrstica de la regiรณn del monte Cripps (Tasmania) en busca de restos de canguros de cara corta y otra megafauna que pudiera haber caรญdo en la cavidad. El ADN prehistรณrico extraรญdo de huesos bien conservados podrรญa ayudar a los cientรญficos a comprender mejor cรณmo evolucionรณ y desapareciรณ la megafauna.

Las cuevas de Naracoorte se encuentran en las idรญlicas tierras de viรฑedos de Australia meridional, a cuatro horas de Adelaida por las carreteras solitarias que se dirigen al ocรฉano Austral, como lo llaman los australianos. Las vides prosperan en una tierra roja que recubre la piedra caliza porosa como si fuera el glaseado de un pastel. El paisaje es maravilloso, pero el terreno puede ser traicionero. Estรก sembrado de agujeros, muchos de los cuales no son mรกs anchos que un velador, pero son profundos y se hunden en las mรกs oscuras cavernas. Son como trampas, y en ocasiones se han tragado a mรกs de un canguro que iba saltando de noche.

Koalas, una especie amenazada

La lucha de Australia por salvar a los koalas

Un dรญa de 1969, un buscador de fรณsiles novato llamado Rod Wells llegรณ a Naracoorte con la idea de explorar lo que entonces se conocรญa como la cueva Victoria. Era desde hacรญa tiempo una atracciรณn turรญstica, con peldaรฑos, pasamanos y luz elรฉctrica. Pero Wells y otros seis compaรฑeros se aventuraron mรกs allรก del recorrido turรญstico, abriรฉndose paso por pasadizos oscuros y estrechos. Cuando percibieron una reveladora brisa que soplaba a travรฉs de una pared de piedras, supieron que al otro lado habรญa una cรกmara. Wells y otro miembro del grupo entraron reptando en la enorme caverna. El extenso suelo de tierra roja estaba sembrado de objetos extraรฑos. A Wells le llevรณ apenas un instante comprender lo que eran: huesos, un montรณn de huesos.Vรญctimas de los pozos trampa, por todas partes.

La cueva de fรณsiles Victoria, como se la conoce en la actualidad, alberga los restos รณseos de aproximadamente 45.000 animales. Algunos de los huesos mรกs antiguos pertenecieron a criaturas mucho mรกs grandes y temibles que cualquier inยญยญtegrante de la fauna australiana actual. Formaban parte de la antigua megafauna de Australia, unos animales enormes que habitaron esta gran isla durante el pleistoceno.

Tras dominar sus ecosistemas, la megafauna australiana entrรณ en una vertiginosa espiral de extinciones

En yacimientos de todo el continente, los cientรญficos han encontrado fรณsiles de una serpiente gigante, un ave descomunal no voladora, una especie de uombat del tamaรฑo de un rinoceronte y un canguro de dos metros de altura, con la cara curiosamente achatada.

Tambiรฉn han aparecido restos de una criatura parecida a un tapir, de una bestia similar a un hipopรณtamo, y de un lagarto de seis metros de longitud que cazaba al acecho y se tragaba enteras a sus vรญctimas, hasta la รบltima pluma. Despuรฉs de dominar sus ecosistemas, la megafauna australiana entrรณ en una vertiginosa espiral de extinciones en la que pereciรณ prรกcticamente todo animal de mรกs de 45 kilos de peso. ยฟQuรฉ fue, exactamente, lo que los matรณ?

Con los rรญos de tinta que han corrido sobre la extinciรณn de los dinosaurios, es asombroso que no se haya escrito mรกs sobre la megafauna del pleistoceno, unas criaturas que, ademรกs de alcanzar un tamaรฑo espectacular, convivieron con los seres humanos. Ningรบn humano prehistรณrico arrojรณ nunca una lanza contra un Tyrannosaurus rex, excepto en los tebeos. Pero nuestros antepasados cazaron mamuts y mastodontes.

Megafauna americana extinta

La desapariciรณn de la megafauna americana (mamuts, camellos, osos gigantes de cara corta, armadillos gigantes, alces-ciervos, gliptodontes, tigres de dientes de sable, lobos gigantes, perezosos terrestres gigantes y caballos, entre otros) se produjo hace unos 13.000 aรฑos, poco despuรฉs de la llegada del hombre al continente. En la dรฉcaยญยญda de 1960, el paleoecรณlogo Paul Martin formulรณ la hipรณtesis de la Blitzkrieg, o ยซguerra relรกmpagoยป. Segรบn Martin, los humanos modernos hicieron estragos durante su expansiรณn por Amรฉrica, porque sus lanzas con puntas de piedra aniquilaron a unos animales que nunca se habรญan enfrentado con un depredador tecnolรณgico. Pero la espiral de extinciones no fue total. En Amรฉrica del Norte quedaron el ciervo, el berrendo, el oso negro y una variedad de bisonte pequeรฑo, al tiempo que el oso pardo y los reciรฉn llegados alces y uaยญยญpitรญes ampliaban su รกrea de distribuciรณn. Amรฉrica del Sur conservรณ los jaguares y las llamas. En Australia, el animal terrestre mรกs grande de la fauna autรณctona actual es el canguro rojo.

Lo sucedido a la megafauna australiana es uno de los misterios paleontolรณgicos mรกs desconcertantes del planeta.

Lo sucedido a la megafauna australiana es uno de los misterios paleontolรณgicos mรกs desconcertantes del planeta. Durante aรฑos, los cientรญficos atribuyeron las extinciones al cambio climรกtico. De hecho, hace ya un millรณn de aรฑos o mรกs que Australia empezรณ a aridizarse, y la megafauna tuvo que adaptarse a un continente cada vez mรกs abrasado por el sol y desprovisto de vegetaciรณn. El paleontรณlogo australiano Tim Flannery sugiere que los humanos, que llegaron al continente hace unos 50.000 aรฑos, utilizaban el fuego para cazar, lo que provocรณ la deforestaciรณn y un profundo trastorno del ciclo hidrolรณgico.

Segรบn Flannery, algo muy catastrรณfico afectรณ la vida de los animales terrestres dominantes en Australia, de manera mรกs o menos abrupta (este aspecto es objeto de discusiรณn), hace aproximadamente unos 46.000 aรฑos, poco despuรฉs de la invasiรณn de un depredador muy inteligente que sabรญa fabricar utensilios.

En 1994, Flannery publicรณ el libro The future eaters, en el que proponรญa la versiรณn australiana de la hipรณtesis de Paul Martin y la ampliaba con una tesis mรกs ambiciosa. Desde su punto de vista, el ser humano, en general, es un nuevo tipo de animal en el planeta, proclive a arruinar los ecosistemas y destruir su propio futuro.

El libro de Flannery desatรณ un gran debate. Algunos vieron en sus argumentos una crรญtica a los aborรญgenes, que se enorgullecen de vivir en armonรญa con la naturaleza. Pero la objeciรณn fundamental a su tesis es que no existen indicios directos de que la esยญยญpecie humana acabara con la megafauna, ni tan siquiera con un solo animal. Resultarรญa revelador que apareciera un esqueleto de Diprotodon con una punta de lanza incrustada en una costilla, o un montรณn de huesos de Thylacoleo junto al carbรณn de la hoguera de un asentamiento humano. Tales escenarios se han hallado en el continente americano, pero no hay nada de eso en la arqueologรญa australiana. Como ha seรฑalado Stephen Wroe, de la Universidad de Nueva Gales del Sur y uno de los crรญticos de Flannery con mรกs prestigio: ยซSi esto fuera un juicio por asesinato, no pasarรญa de la primera vista. El tribunal se reirรญa de la acusaciรณnยป.

Otra crรญtica al modelo de Flannery para explicar la extinciรณn de la megafauna australiana es de carรกcter mรกs mecรกnico. ยฟCรณmo es posible que unos humanos armados รบnicamente con lanzas y fuego erradicaran tantas especies? Una poblaciรณn relativamente pequeรฑa, quizรก de unos cuantos miles de habitantes, habrรญa tenido que matar una cantidad enorme de animales dispersos en una amplia variedad de hรกbitats y refugios en un continente entero. La extinciรณn es radical: por definiciรณn, no puede haber supervivientes.

El debate sobre la megafauna gira en gran medida en torno a las tรฉcnicas de dataciรณn de los huesos antiguos y de los sedimentos donde estรกn enterrados. El factor tiempo es esencial. Si los cientรญficos pueden demostrar que las extinciones no fueron excesivamente bruscas y que tuvieron lugar unos cientos de aรฑos o incluso unos pocos miles de aรฑos despuรฉs de la llegada de los humanos, entonces podrรญa argumentarse (aunque las pruebas fueran meramente circunstanciales) que un suceso fue resultado directo del otro.

Flannery sostiene que las islas ofrecen otra pista para resolver el misterio. Segรบn รฉl, algunas especies sobrevivieron en Tasmania hasta hace 40.000 aรฑos, cuando el descenso del nivel del mar permitiรณ por fin a los humanos llegar a la isla. La situaciรณn es semejante a la de los maยญยญmuts en Siberia y los perezosos gigantes en Amรฉrica, que tambiรฉn encontraron refugio en islas y sobrevivieron durante miles de aรฑos despuรฉs de las grandes extinciones en el continente. Esta argumentaciรณn se basa en la falta de fรณsiles que prueben una convivencia prolongada entre el ser humano y la megafauna. Sin embargo, si aparecieran indicios de dicha convivencia a lo largo de miles o decenas de miles de aรฑos, entonces la responsabilidad humana en las extinciones serรญa cuando menos dudosa. Tales indicios desmentirรญan el concepto de la Blitzkrieg propuesto por Martin y Flannery.

Pruebas de que existieron

Casualmente, hay un lugar en el outback de Australia donde podrรญan existir esas pruebas, pero todavรญa no estรก claro a cuรกl de las hipรณtesis sobre la extinciรณn respaldan. Cuddie Springs es una laguna efรญmera del centro-norte de Nueva Gales del Sur. En 1878, un granjero que cavaba un pozo encontrรณ allรญ huesos de megafauna. Hoy la persona mรกs relacionada con el yacimiento, la mujer que ha dedicado su carrera a excavar e interpretar esos fรณsiles, es Judith Field, arqueรณloga de la Universidad de Sydney.

En 1991, siendo estudiante de posgrado, descubriรณ en el lugar huesos de megafauna justo al lado de unos รบtiles de piedra, y su hallazgo saltรณ a los titulares de la prensa. Afirma que hay dos estratos donde puede verse la asociaciรณn: uno de unos 30.000 aรฑos de antigรผedad, y otro de 35.000 aรฑos. Si la dataciรณn es exacta, llevarรญa a concluir que los humanos y la megafauna coexistieron en Australia durante unos 20.000 aรฑos.

ยซCuddie Springs demuestra que durante un perรญodo prolongado los humanos y la megafauna coincidieronยป, asegura Field. Sus crรญticos la contradicen. Segรบn ellos, los fรณsiles sufrieron un desplazamiento desde los lugares donde reposaban originalmente y volvieron a depositarse en sedimentos mรกs recientes. Bert Roberts, coautor en 2001 con Flannery de un artรญculo a favor de algรบn tipo de participaciรณn humana en las extinciones de la megafauna, ha examinado la arena de Cuddie Springs y afirma que ha encontrado algunos granos muy recientes mezclados entre los fรณsiles supuestamente mรกs antiguos. Opina, por lo tanto, que la estratigrafรญa del lugar no estรก netamente definida.

Por desgracia, Cuddie Springs se encontraba inundado y completamente inaccesible cuando viajรฉ a Australia para hacer este reportaje (aunque tampoco habrรญa sido capaz de arbitrar en la disputa estratigrรกfica). Field y yo decidimos visitar en su lugar otro famoso yacimiento de la regiรณn: el de las cuevas de Wellington. Viajamos cinco horas en coche desde Sydney, a travรฉs del bucรณlico paisaje del macizo de las Blue Mountains. Cuando llegamos al aparcamiento de las cuevas de Wellington, lo encontramos custodiado por un Diprotodon de fibra de vidrio.

Diprotodon fue lo mรกs ยซmegaยป de la megafauna, el mayor marsupial conocido que ha habido en el mundo. Corpulento y de patas rechonchas, parece condenado a ser descrito siempre como ยซtorpeยป en las explicaciones de los museos.

“ร‰ste es un lugar sagrado para la paleontologรญa australiana”

En el yacimiento nos recibiรณ el cientรญfico Mike Augee, quien nos enseรฑรณ el lugar donde fueron hallados los primeros restos de Diprotodon: un pozo ancho que desciende siguiendo una ligera curva a travรฉs de la piedra caliza de la colina, cubierto con una reja.

ยซร‰ste es un lugar sagrado para la paleontologรญa australianaยป, dijo Augee. La razรณn es รฉsta: en 1830, un alto funcionario local llamado George Rankin descendiรณ a la cueva con una cuerda ataยญยญda a una protuberancia de la pared rocosa. La protuberancia resultรณ ser un hueso.

ยฟDinosaurios?

Ese mismo aรฑo, un agrimensor de nombre Thomas Mitchell explorรณ las cuevas de la zona y enviรณ algunos fรณsiles a Richard Owen, el paleontรณlogo britรกnico que mรกs adelante se harรญa famoso por revelar la existencia de los dinosaurios. Owen reconociรณ los huesos de Wellington como pertenecientes a marsupiales extinguidos. Preguntรฉ a Augee cuรกl era su opiniรณn respecto a lo sucedido a la megafauna.

ยซCreo totalmente en el modelo de Tim Flanneryยป, respondiรณ. Field arqueรณ una ceja. ยซPero es una cueva โ€“aรฑadiรณ Augeeโ€“. No puedes fiarte de la dataciรณn del carbรณn vegetal en una cueva.ยป

Cierto. La lluvia filtra restos en las cuevas, y el agua remodela los sedimentos. Los objetos pesados recientes se hunden hacia estratos mรกs antiguos. El suelo es mรกs complejo de lo que parece.

Paleontรณlogos aficionados que desempeรฑan un papel fundamental en la localizaciรณn de restos de megafauna

Judith Field insiste en la escasez de los datos cientรญficos. Segรบn ella, no se investiga lo suficiente para descifrar el pasado ยซHay aproximadamente 200 yacimientos de finales del pleistoceno en Australia โ€“diceโ€“, de los cuales menos de 20 tienen una dataciรณn ampliamente aceptada. Es una base de datos increรญblemente exigua a partir de la cual se han construido todos esos modelos explicativos.ยป

Por fortuna, en todo el paรญs hay paleontรณlogos aficionados que desempeรฑan un papel fundamental en la localizaciรณn de restos de megafauna. Lindsay Hatcher es uno de ellos.

Hatcher es un hombre afable con quien me reรบno cerca de la localidad de Margaret River, a unas cuatro horas por carretera al sur de Perth. Es el autor de uno de los hallazgos de fรณsiles mรกs importantes de los รบltimos aรฑos en la regiรณn. En 1992 decidiรณ explorar el lugar conocido como la cueva Tight Entrance (ยซde la entrada estrechaยป, un nombre de lo mรกs apropiado). Siguiรณ el recorrido que solรญan hacer los espeleรณlogos y no tardรณ en hallar un montรณn de fรณsiles. ยซLo que estamos pisando es un canguro extinguidoยป, anunciรณ a sus compaรฑeros. Un agujero en el suelo de la cueva resultรณ ser la cuenca del ojo de un canguro gigantesco. Desde entonces, mรกs de 10.000 huesos de megafauna se han extraรญdo de esta cueva.

Algunas veces los buscadores de huesos sobrevuelan con un ultraligero la vasta desolaciรณn de la llanura de Nullarbor, una zona despoblada de รกrboles de la costa sur de Australia, para cartografiar las entradas de cuevas que localizan desde el aire. De ese modo se han localizado recientemente centenares de cuevas, cuatro de las cuales han aportado gran cantidad de huesos de megafauna. Pero una vez mรกs, los restos humanos y los de megafauna no coinciden en los mismos sitios, excepto en unos pocos muy interesantes.

La cueva Mammoth (ยซdel mamutยป), cerca de Margaret River, se ha convertido en un famoso destino turรญstico. Entre 1909 y 1915 se retiraron los sedimentos que contenรญan fรณsiles y se estudiaron de una forma poco sistemรกtica, algo que ningรบn cientรญfico actual aprobarรญa. (ยซBรกsicamente, se llevaron las joyasยป, dijo Hatcher.)

Pese a todo, un hueso en particular ha susยญcitado muchรญsima atenciรณn. Se trata de un fรฉmur con una muesca, del que hay una rรฉplica expuesta en la cueva Mammoth. Hatcher cree que la muesca es la marca de una herramienta afilada. Cuando mira la cueva Mammoth, ve claramente un hรกbitat humano, un gran refugio utilizado durante la รบltima glaciaciรณn. ยซFantรกstico lugar para vivir: abrigado, con una fuente permanente de agua en aquella รฉpoca y un montรณn de caza en los alrededoresยป, dijo, mientras recorrรญamos las cรกmaras iluminadas de la cueva.

ยฟO serรก la muesca del fรฉmur una marca dejada por el colmillo de un leรณn marsupial? Todo estรก abierto a la interpretaciรณn. Lo que es seguro es que Hatcher seguirรก buscando para ayudar en la resoluciรณn del mayor misterio del continente.

La Tierra conserva su historia de una forma azarosa. Los huesos se desintegran, las piezas arยญยญqueolรณgicas se pierden, el suelo se erosiona, el clima cambia, los bosques van y vienen, los rรญos modifican su curso, y el pasado, sin borrarse del todo, se vuelve cada vez mรกs intrincado. Necesariamente, hay que reconstruir la historia a partir de datos limitados.

Los primeros habitantes de Australia se expresaron mediante el arte rupestre, con figuras que aรบn se pueden ver en todo el continente. Peter Murray, paleontรณlogo residente en Alice Springs, me acompaรฑรณ en coche hasta un lugar al sur de la ciudad donde la arenisca roja aparece adornada con sรญmbolos circulares y serpenteantes. ยซMuy atractivos y enigmรกticos โ€“dijo Murrayโ€“, pero ni rastro de megafauna.ยป

Sin embargo, Murray ha estudiado una pintura rupestre en la Tierra de Arnhem, en el extremo norte de Australia, donde puede verse algo muy semejante a un marsupial de la megafauna llamado Palorchestes. Comparado a menudo con un tapir, Palorchestes tenรญa una pequeรฑa trompa mรณvil y una lengua larga como la de una jirafa. En Australia Occidental, otro ambiguo ejemplo de arte rupestre muestra lo que podrรญa ser un cazador humano junto a un leรณn marsupial o un tigre de Tasmania. La diferencia es importante, porque el leรณn marsupial se extinguiรณ, mientras que el tigre de Tasmania, mucho mรกs pequeรฑo, sobreviviรณ hasta รฉpocas histรณricas.

Mientras cenรกbamos, Murray, refiriรฉndose a su profesiรณn, dijo: ยซCada paso exige interpretaciรณn. Los datos no hablan por sรญ solosยป. La hipรณtesis de la blitzkrieg pinta el cuadro alarmante del rรกpido exterminio de un gran nรบmero de animales por parte de los humanos. Pero hay una posibilidad aรบn mรกs inquietante: las extinciones no se producen bruscamente ni por nada semejante a la caza masiva, sino como resultado de una secuencia paulatina de acontecimientos, entre ellos el cambio climรกtico, que los humanos de aquel entonces no pudieron entender del todo. Lo que nos lleva irremisiblemente a la situaciรณn actual.

ยซLa manera en que hemos vivido y seguimos viviendo destruye el futuroยป, afirma Flannery. Pero sรณlo ahora empezamos a comprender hasta quรฉ punto estamos alterando el mundo y cรณmo nuestra prosperidad perjudica a innumerables especies e incluso las empuja a la extinciรณn.

Despuรฉs de pasar un par de semanas explorando cuevas por Australia, regresรฉ a Sydney para repasar con Judith Field la informaciรณn reunida. Me hablรณ de nuevo de la polรฉmica estratigrafรญa de Cuddie Springs, de los estratos donde podรญan coincidir restos humanos y de megafauna, y del largo enfrentamiento entre cientรญficos.

ยซSiento no haber podido aclararle del todo la historiaยป, me dijo por telรฉfono semanas despuรฉs.

ยซAl contrario. Me ha quedado perfectamente claro que todo es muy complicado.ยป

Y lo seguiremos complicando. La ciencia es un proceso laborioso, y el progreso sรณlo es posible despuรฉs de innumerables tropiezos y callejones sin salida, aparentemente insalvables. Piensen en Rod Wells, deslizรกndose por estrechos pasadizos, abriรฉndose paso, excavando.

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