Una de las características particulares que tiene Chile son sus 4.500 kilómetros de extensión, acompañada de su larga costa hacia el Océano Pacífico.
De hecho, un cuarto de su población vive en una zona costera, por lo que el país es considerado como “océano-dependiente”.
Al sur de Chile, en la Patagonia, se encuentra el Golfo Corcovado, un área que recibe constantemente turistas de todo el mundo al encontrarse en las regiones más australes del planeta y por su cercanía con el archipiélago de Chiloé, conocido por su arquitectura única, con una serie de Iglesias hechas de madera.
Sin embargo, quizás lo más especial de este golfo es el hecho de que sea uno de los cuatro puntos de encuentro que concentra la mayor cantidad de ballenas, especialmente las ballenas azules. Es en esta zona de Chile en la que se juntan para alimentarse y criar a sus descendientes, probablemente, por lo nutritiva que es el agua, gracias al aporte de la Antártida, la corriente de Humboldt y los ríos de agua dulce.
No obstante, debido a las complicaciones del transporte por tierra para la interconexión entre las islas de esa zona de la Patagonia, el tráfico marítimo se levanta con fuerza como alternativa, amenazando directamente la integridad de las ballenas.
Existe el riesgo de colisión con alguna de ellas y el de la contaminación acústica que provoca lesiones auditivas que dificultan la comunicación entre los organismos que viven en el mar.
Es precisamente por este motivo que surge el proyecto The Blue BOAT Initiative, hace diez años, a través de un trabajo colaborativo entre la Fundación MERI, el Ministerio del Medio Ambiente del gobierno de Chile y el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politécnica de Cataluña.
El rol de las ballenas contra el cambio climático
“Las ballenas cumplen un rol fundamental para mitigar el cambio climático. Eso las hace candidatas clave para ser una especie a conservar”, dice a DW la directora ejecutiva de la Fundación MERI y creadora del proyecto The Blue BOAT Initiative, Sonia Español.
El océano es uno de los grandes mitigadores del calentamiento global, absorbiendo el 30% de las emisiones de C02.
En ese sentido, las ballenas acumulan gran parte del carbono en sus cuerpos y, cuando mueren, suelen hundirse hasta el fondo del mar, convirtiendo al océano como uno de los mayores almacenes de carbono existentes.
Diversos estudios han confirmado que una sola ballena puede absorber hasta dos toneladas de dióxido de carbono, que podría quedar encapsulado en las profundidades del mar por más de 2.000 años.
THE BLUE BOAT INITIATIVE
Desde el 13 de octubre ya se puede observar en las costas del Golfo Corcovado una boya de tres metros cuadrados de superficie visible, con dos paneles solares y de color amarillo.
A través del uso de inteligencia artificial con la tecnología de nombre LIDO (Listen to Deep Ocean Environment) se comienza a avanzar hacia un mejor combate al cambio climático, por medio de la conservación de las ballenas.
En concreto, entre sus funciones, la boya informará a la Armada de Chile, en una primera etapa, de la presencia de cetáceos en el Golfo Corcovado, para evitar colisiones de embarcaciones con estos mamíferos.
¿Cómo? La boya inteligente envía mensajes a un satélite que, a su vez, los retransmite a una estación de alerta temprana, que luego informa a las embarcaciones que estén en ese sector.
Del mismo modo, la fundación MERI tiene planeado contactar a todas las compañías de embarcaciones, para explicarles en detalle la importancia de la conservación de las ballenas.
“Creemos firmemente que si estas compañías conocen el funcionamiento y el objetivo de esta boya, probablemente tendrán mucha más disposición en algún momento puntual y muy concreto, a reducir la velocidad o incluso cambiar un poco el rumbo, para no colisionar con la ballena”, comenta Español.
No solo una colisión es lo que se quiere evitar, sino también disminuir el ruido que las embarcaciones generan, con consecuencias negativas como lesiones auditivas o incluso la muerte de las ballenas.
Asimismo, entre otras de las propiedades que tiene esta nueva tecnología, está la de realizar un monitoreo del estado de salud de los océanos. Las boyas cuentan con sensores de temperatura, pH, salinidad, nutrientes y oxígeno disuelto, que registran las variaciones y que sirven luego como indicadores del avance del cambio climático.
PROYECTO A FUTURO
Sonia Español comenta con DW de los primeros días de esta vanguardista iniciativa.
“Para nosotros ha sido muy importante, porque hemos estado revisando a diario, de manera remota, que efectivamente la boya está recogiendo información oceanográfica, como teníamos previsto”, señala.
The Blue BOAT Initiative abrió dos sitios web para aquellos científicos que quieran analizar los nuevos datos. Sin embargo, personas comunes y corrientes también pueden ingresar y escuchar en tiempo real el sonido submarino en el Golfo Corcovado, así como analizar las variaciones de la temperatura del agua por hora.
La directora ejecutiva de la fundación MERI confirmó también que otros países ya se muestran interesados en la iniciativa como Uruguay, Panamá y Portugal.
Principalmente, porque la boya de inteligencia artificial también permite descubrir áreas desconocidas en las profundidades del mar, debido a que se puede escuchar realmente todo lo que pasa en el océano.
El exministro de Medio Ambiente de Michelle Bachelet, Marcelo Mena, destacó que este tipo de iniciativas se inscribe en el marco del plan de carbono-neutralidad que tiene Chile para el 2050.
Aún queda la instalación de otras cinco boyas inteligentes en el sector del Golfo Corcovado, la que se hará de manera paulatina en lo que queda de 2022 y el próximo año.