Ami Vitale, fotoperiodista de National Geographic, recibió en marzo de 2018 un encargo urgente en Kenia: fotografiar por última vez a Sudán, el único macho de rinoceronte blanco del norte (Ceratotherium simum cottoni) que quedaba en todo el mundo. El animal tenía 45 años y su salud había empeorado: había que sacrificarlo y, con él, la esperanza de poder recuperar a su especie. Para una fotógrafa que había trabajado en zonas de guerra, este encargo de fotografiar una de las especies en peligro de extinción, fue realmente duro.
“Joseph Wachira, uno de sus devotos cuidadores, fue a darle una última caricia en la oreja. Sudán inclinó su pesada cabeza hacia la de Wachira. Tomé la foto de dos viejos amigos juntos por última vez. Esos últimos momentos fueron tranquilos: la lluvia que caía, el gorjeo de un ave solitaria, el llanto ahogado de los cuidadores de Sudán. Ver morir a una criatura, la última de su especie, es algo que espero no volver a experimentar nunca. Fue como contemplar nuestra propia destrucción”, explicaba.
Sudán se unía a la larga y triste lista de animales en peligro de extinción que cada año desaparecen del planeta. Cada vez disponemos de más información sobre la pérdida de especies, e incluso algunos ejemplares han recibido incluso un nombre y una historia propias, como el Solitario George, la última tortuga gigante de Pinta (Chelonoidis abingdonii), que murió en 2012. Pero la mayoría de estos animales se extinguen en el anonimato, muchas de ellas sin que ni siquiera se sepa de su existencia.
La sexta extinción masiva
En el siglo XIX, el naturalista Antonio Stoppani acuñó el término “antropozoico” para definir la época histórica marcada por el efecto de la humanidad en el planeta, principalmente a causa de la explotación masiva de recursos naturales: madera, metales y minerales y, especialmente desde la Revolución Industrial, los combustibles fósiles. Eso ha llevado de forma paulatina, pero de forma mucho más acelerada en los dos últimos siglos, a la destrucción o reducción de muchos hábitats del planeta.
De hecho, según los científicos, la sexta extinción masiva ya está en marcha. Para ver un declive semejante de vida salvaje tendríamos que remontarnos a entre 10.000 y 15.000 años atrás, cuando el final de la era glacial llevó a la desaparición de la megafauna, entre la que se encontraban mamuts, tigres dientes de sable y rinocerontes lanudos. En aquella ocasión, el impacto de los cazadores humanos ayudó a la debacle. Ahora, la acción directa de nuestra especie es el actor principal.
¿Cuántos animales hay en peligro de extinción?
Según datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, actualmente hay unas 5.200 especies en peligro de extinción, lo que supone el 25% de los mamíferos y anfibios, el 34% de los peces, el 20% de los reptiles y el 11% de las aves. Pero estos datos solo incluyen a los animales vertebrados conocidos y aumentan cuando se extienden al conjunto de las especies vulnerables -aquellas que, sin considerarse en peligro de extinción, pueden entrar en esa categoría al haber sufrido un rápido declive de la población o una pérdida de hábitat considerable.
La desaparición de criaturas tan emblemáticas como los rinocerontes o los grandes felinos es evidente. Sin embargo, muchas otras no son tan conocidas pero juegan un papel muy importante en los ecosistemas por su función polinizadora, porque sirven de alimento a otras especies o porque tienen una relación simbiótica con ellas. Son tan importantes porque su desaparición provoca el llamado efecto cascada: su extinción o reducción masiva pone en peligro al resto del ecosistema.
Causas de que existan tantos animales en peligro de extinción
A la hora de buscar las causas de que haya tantas especies en peligro de extinción, los conservacionistas destacan como amenaza principal la destrucción y fragmentación de los hábitats: la sobrepoblación humana implica una mayor demanda de terrenos para cultivar y criar ganado, reduciéndose los ecosistemas donde viven millones de animales. Esta destrucción también puede tener lugar de forma indirecta, ya que el cambio climático aumenta los incendios e inundaciones y modifica los hábitats, a veces de forma drástica como sucede con la desertización de ciertas zonas del planeta.
En este aspecto, aquellas especies que solo viven en hábitats específicos, en ocasiones muy reducidos, son especialmente vulnerables. El incremento del nivel de los océanos pone en peligro islas que apenas emergen del mar y a su fauna endémica, como es el caso de la rata cola de mosaico, un roedor en la lista de extinciones de 2019, que según Scientific American ostenta el triste honor de ser el primer mamífero oficialmente extinto por la acción humana a causa de la erosión del pequeño cayo en el que vivía, al norte de Australia.
A estas se suman otras causas como la llegada de especies invasoras -ya sea de forma accidental o intencionada-, que alteran la cadena trófica y pueden introducir enfermedades, la sobrepesca en el caso de los animales marinos, la contaminación de los ecosistemas y, especialmente en el caso de los mamíferos, la caza: aquella practicada como “pasatiempo” y la que alimenta el mercado negro de la medicina tradicional. El cuerno de rinoceronte, las placas del pangolín o los huesos de los grandes felinos son considerados a veces como remedios milagrosos, una creencia sin fundamento científico por la que alguna gente paga cantidades desorbitadas. Para terminar con la caza furtiva es tan importante frenar la propia caza como evitar que exista una demanda de productos falsamente medicinales. Para ganar tiempo y evitar la reducción de las poblaciones de ciertos animales en peligro de extinción se han experimentado -con un éxito modesto- diversas medidas disuasivas, como llenar los mercados de productos falsos o, en el caso de los rinocerontes, cortarles los cuernos antes de que los furtivos los cacen. Sin embargo, no se ha conseguido solucionar el problema.
Animales que se extinguieron en 2019
En 2019, veinticuatro especies fueron declaradas oficialmente extintas: cinco plantas, cinco peces, cuatro aves, cuatro mamíferos (incluyendo una subespecie de tigre y otra de rinoceronte), tres anfibios, tres reptiles y un invertebrado. Además, otras muchas fueron consideradas extintas en libertad o “funcionalmente extintas”, lo que significa que es probable que se extingan al no haber suficientes individuos o hábitat para que la especie tenga posibilidades de procrear y sobrevivir.
Según el criterio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para declarar una especie extinta, debe ocurrir que “no haya duda razonable de que el último individuo ha muerto”, es decir, no sólo que no haya habido avistamientos en varias décadas sino que “los intentos continuados de inspeccionar el hábitat conocido de la especie no hayan dado como resultado avistamientos ni evidencias de su supervivencia”. Eso significa que una especie puede llevar muchos años extinta antes de que se la declare como tal, y también que puede reaparecer tiempo después de que se la considerase desaparecida. Es precisamente lo que ocurrió en febrero de 2019, cuando reapareció el ciervo ratón (Tragulus versicolor), un mamífero del sudeste asiático, que se consideraba extinto desde 1990.
Nuevas especies en peligro en 2020
El año 2020 tampoco empezó de forma prometedora: la UICN ya ha incluido a varias especies en la lista roja de especies amenazadas, en la que figuran un 27% de los animales y plantas conocidos. Los anfibios son el grupo con más especies en peligro -un 41%- y el último puesto lo ocupan las aves, que aun así llegan a un 14%. Sin embargo, aquellos en peligro más inminente son los mamíferos, que constituyen diez de los doce animales que el Foro Mundial para la Naturaleza (WWF) señala como los más amenazados: pandas, tigres, elefantes, gorilas, osos polares, ballenas, rinocerontes, chimpancés, leopardos y delfines de agua dulce.
El Convenio sobre Diversidad Biológica, el mayor tratado vinculante de protección ambiental -firmado por 196 países- establece para 2050 el objetivo de detener y revertir la pérdida de biodiversidad, empezando tomando como base la protección de los hábitats. Sin embargo, desde WWF han señalado que faltan planes concretos de políticas ambientales a largo plazo, que podrían verse agravadas por eventos catastróficos como los incendios masivos que devastan Australia desde el verano de 2019, y que han matado a millones de animales, destruyendo el hábitat de especies tan emblemáticas como el koala junto a otras menos carismáticas de aves, reptiles y anfibios endémicos.
Las cifras de animales en peligro de extinción son alarmantes. Pero mucho antes ya lo había advertido John Muir, naturalista escocés que en 1892 fundó el primer grupo conservacionista de la historia: “La batalla por la conservación continuará siempre. Es parte de la batalla universal entre lo que está bien y lo que está mal”. Eso sí, aunque sea en una medida muy pequeña, en nuestras manos está que la lista de especies en peligro de extinción engorde o merme cada año.