La longevidad de los perros ya provoca que su principal causa de muerte sea el cáncer

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La humanidad domesticó hace miles de años a lobos salvajes hasta convertirlos en su aliado más fiel: pasaron de mascotas a ser prácticamente uno más de la familia. Unos 30.000 años de coevolución, uno de los casos más conocidos de selección artificial de la historia animal. La mejora material de las condiciones de vida perrunas supuso la ampliación de disciplinas académicas y el surgimiento de especialidades como la de veterinaria y su vertiente clínica, así como la industria centrada en su cuidado. Un éxito que provocó que cambie también el modo en el que fallecen: el cáncer es la principal causa de muerte entre estos animales de compañía.

En el caso de los grandes perros, de más 50-60 kilos, el diagnóstico de cáncer de huesos se da en promedio a los 5 años, frente a los 11 de detección que presentan los cánidos por debajo de los 5 kilos. También influye su raza, ya que a los perros puros se les diagnostica con 8,2 años, mientras que en las variantes mixtas la enfermedad no aparece hasta los 9,2 años. Estos datos están recogidos en el nuevo estudio que se publicó en la revista Plos ONE.

Entre las razas con suficiente representación en el estudio, los investigadores pudieron determinar que los mastines, los San Bernardo, los gran danés y los bulldogs tenían una edad promedio de diagnóstico más joven, aproximadamente 6 años, siendo los primeros los de la media de edad más joven en el momento del diagnóstico de cáncer (cinco años). Los boxers, Vizsla y boyeros de Berna tenían una media de edad de diagnóstico de 6,1 a 7 años.

Entre las razas que más tarde tienden a manifestar tumores, rondando los 10 años, aparecen los perros salchicha, los cocker spaniel, los pastores australianos, los beagle y los terrier. Con 11 años y medio, el bichón frisé tiene la media de mayor edad de diagnóstico. Otros detalles apuntan a cómo las hembras perrunas suelen padecer el cáncer a edades más avanzadas que los machos, y cómo en los castrados se registraban los tumores más tarde que en los no esterilizados.

El trabajo, dirigido por la genetista Jill Rafalko, analiza la edad media de diagnóstico del cáncer en perros y cómo está relacionada con el tamaño, el sexo y la raza de los mismos, con una muestra de 3452 canes estadounidenses con cáncer. Rafalko, de la farmacéutica PetDx en La Jolla, California, explica cómo su trabajo busca “ayudar a generar conciencia sobre la importancia de la atención temprana y popularizar los cribados preventivos en perros”, detalla, porque, al igual que en humanos, esto supone un tratamiento menos dañino para el animal a largo plazo.

Nuevo modelo de prevención

El equipo farmacéutico de Rafalko se centra en la biopsia líquida animal, un método novedoso de análisis de sangre no invasivo que detecta muestras tumorales antes de su metástasis en algún órgano, de ahí que Rafalko desee formalizar directrices preventivas de uso común entre los tenedores de los canes. En el trabajo apuntan a que sería deseable “iniciar pruebas en los perros dos años antes de la media en la que por su especie, o su peso, empiezan a padecer los síntomas de la enfermedad”, lo que serían análisis a los 7 años, pero incluso a los 4 según sus características. La oncóloga animal Andi Flory, jefa médica del centro, detalla que desarrollar esta técnica de tratamiento contra el cáncer y su modelo estadístico animal es “una forma de normalizar la prevención”.

La profesora Elena Martínez de Merlo, de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y no vinculada a este estudio, explica que “la oncología ahora mismo en pequeños animales está absolutamente actualizada, puesto que la incidencia de cáncer es muy alta”. La especialista apunta a que esto se debe a dos motivos complementarios: la importancia de estos animales en la vida de sus dueños provoca a su vez que el campo de estudio oncológico haya cambiado radicalmente en los últimos 30 años. Para la investigadora, la terapia no invasiva preventiva es “el futuro, el camino que se va a seguir”, pero plantea dudas sobre cómo “la biopsia líquida medirá la gravedad del cáncer, los tipos de malignidad ante una misma enfermedad”.

“El estudio oncológico en animales siempre va por detrás del humano, pero cambia muy rápido; además, nuestros objetivos son diferentes: se busca la calidad frente a la cantidad de vida”, detalla Martínez. La investigadora considera que la muestra epidemiológica estadounidense no se puede extrapolar directamente, pero es coherente con otros análisis de cáncer en perros realizados en Europa.

La importancia que el bienestar de los perros desempeña en la vida cotidiana de las personas es algo que también detecta Noemí del Castillo Magán en su clínica veterinaria Surbatán, en Madrid, tampoco relacionada con el reciente estudio. “Hay un cambio generacional brutal, tras años de experiencia lo veo especialmente entre los propietarios menores de 40 años. El cuidado animal es una especialidad muy cara, por lo que debe haber un factor emocional muy grande”, argumenta Castillo. Ambas expertas apuntan a la importancia en veterinaria de preservar la calidad de vida del perro, por lo que afirman que la prevención será el camino a seguir por la industria.

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