La mafia de los chimpancés robados

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La amplia presencia de mineros y trabajadores chinos en Guinea Conakry, donde construyen grandes obras o extraen recursos naturales como bauxita, hierro, oro o cobalto, ha traído consigo el nacimiento de una red de tráfico ilegal de grandes simios desde las selvas de este país africano hacia China, donde suelen ser vendidos a zoológicos, según alertan científicos y primatólogos. Guinea es el país con más gorilas y chimpancés de toda África occidental, pero sus posibilidades de supervivencia se ven seriamente amenazadas con este tráfico emergente.

 
Pero no todo son malas noticias. La ONG francesa Proyecto GALF (Aplicación de la Ley sobre la Fauna de Guinea) lucha contra este tráfico, y cuenta historias de éxito como las de Sam, Bailo y N’dama, que hace unos meses fueron rescatados de las garras de estas redes criminales. La ONG recibió información sobre la presencia de bebés chimpancé retenidos en Koundara, en el norte de Guinea Conakry, por un grupo de trabajadores chinos de la empresa CGC que está construyendo una carretera. Tras confirmar los hechos, el Proyecto GALF y las autoridades llevaron a cabo una operación conjunta que permitió la confiscación de los chimpancés, una especie protegida.
 
Los animales (dos machos y una hembra; el mayor de unos dos años y medio) se encontraban en un estado lamentable: encerrados durante meses, bajos de peso, aquejados de varias enfermedades y, lo que es peor, privados de todo contacto físico y afecto. Los trabajadores chinos habían pagado a cazadores furtivos que, probablemente, mataron a las madres. El objetivo era venderlos.
 
Guinea se ha convertido en un país clave en el tráfico de fauna, una actividad que ocupa el tercer lugar entre los comercios ilegales del mundo tras las armas y la droga. Numerosas especies o sus trofeos (marfil, pieles) son exportados de manera ilegal.
 
Tras el decomiso, los tres bebés fueron trasladados a las instalaciones del Parque Nacional de Badiar, donde provisionalmente se hizo cargo de su cuidado un guarda. Sin embargo, hace falta algo más para sacarlos adelante hasta que sea posible su traslado a un lugar definitivo. GALF contactó entonces con el Instituto Jane Goodall España (IJGE), que tiene un equipo trabajando desde hace tres años y medio en el sur de Senegal. La idea era cuidar a los animales y recuperarlos del trauma sufrido.
 
Cuando, a principios de agosto, la directora del proyecto del IJGE en Senegal, la primatóloga Liliana Pacheco, se encontró por primera vez con Sam, Bailo y N’dama, se quedó impresionada. “Llevaban casi un año sin contacto con otros chimpancés, la mitad de sus vidas en una jaula”, asegura. En total se desplazó un equipo de cinco personas, entre ellas la propia Pacheco, el presidente del IJGE, Ferrán Guallar, y tres voluntarios. “Presentaban muchas conductas estereotípicas producto del trauma vivido y el confinamiento. La hembra, por ejemplo, se balanceaba constantemente y tenía la mirada perdida. Estaba muy deteriorada. Y Sam y Bailo mostraban mucho miedo”.
 
Cada mañana se les sacaba al campo. Al principio solo a N’dama. “Primero tienes que ganarte su confianza, necesitan seguridad. Ellos no nos conocían”, explica la primatóloga. Una vez en el campo, los voluntarios les iban presentando los árboles, explicándoles qué hojas y frutos se podían comer y cuáles no. Los chimpancés aprendían por imitación. “Teníamos que transmitirles que todo estaba bien, que podían andar libres por la naturaleza, que no tenían que tener miedo, que podían subir a los árboles y jugar en la tierra”, explica Pacheco.
 
 
 

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