Esta semana, entre el incesante aluvión de noticias sobre el aumento de casos de COVID-19, las órdenes de cuarentena y la escasez de suministros médicos en Twitter, también han aparecido noticias positivas. Los cisnes habían vuelto a los canales desiertos de Venecia. Los delfines también. Y un grupo de elefantes había deambulado por una aldea de Yunnan, China, se habían emborrachado con vino de maíz y se habían quedado dormidos en una plantación de té.
Estas noticias sobre animales salvajes en países muy afectados por el nuevo coronavirus han sido retuiteadas cientos de miles de veces. Se han hecho virales en Instagram y Tik Tok. Han llegado a los titulares. La gente decía que, si la pandemia tenía un lado positivo, era este: los animales están recuperándose, correteando libres en un mundo sin humanos.
Pero no era real.
Los cisnes de las publicaciones virales aparecen con regularidad en los canales de Burano, un islote en el área metropolitana de Venecia, donde se sacaron las fotos. Los delfines «venecianos» se grabaron en un puerto de Cerdeña, a cientos de kilómetros de distancia. Nadie ha averiguado de dónde han salido las fotos de los elefantes borrachos, pero una noticia publicada en un medio chino ha desmentido esta publicación viral: aunque los elefantes sí pasaron hace poco por un pueblo de la provincia china de Yunnan, su presencia no es insólita, no son los elefantes de las fotos virales y ni se emborracharon ni se quedaron dormidos en una plantación de té.
El fenómeno pone de manifiesto lo rápido que pueden propagarse los rumores llamativos y demasiado buenos para ser ciertos en épocas de crisis. La gente se ve empujada a compartir publicaciones que le parecen emotivas. Cuando nos sentimos estresados, las imágenes alegres de animales pueden ser un bálsamo irresistible. Una investigación de 2016 demuestra que la propagación de los fenómenos sociales es tan intensa que puede seguir los mismos modelos que el contagio de las epidemias.
Cuando las falsedades se hacen virales
El polémico tuit de Kaveri Ganapathy Ahuja acerca de los cisnes que «habían regresado» a los canales de Venecia ha alcanzado un millón de me gusta.
«Este es un efecto inesperado de la pandemia. El agua que circula por los canales de Venecia está transparente por primera vez en mucho tiempo. Pueden verse los peces, los cisnes han vuelto», dice su tuit.
Ahuja, que vive en Nueva Delhi, India, afirma que vio algunas fotos en redes sociales y decidió unirlas en un tuit, sin ser consciente de que los cisnes ya eran asiduos en Burano antes de que el coronavirus llegara a Italia.
«Con el tuit pretendía compartir algo que me alegró en estos momentos tristes», afirma. Ahuja nunca pensó que se haría viral. «Pensé que había una opción de editar en Twitter para momentos como estos», cuenta.
Con todo, no ha borrado el tuit ni tiene pensado hacerlo, ya que según ella sigue siendo relevante porque las aguas de Venecia están más transparentes de lo normal (por el descenso de la actividad de los barcos) y por eso importa. Ha tuiteado más sobre el número de me gusta y retuits «sin precedentes» que ha recibido su tuit: «Para mí es un récord personal y no quisiera borrarlo».
El atractivo de publicar
Paulo Ordoveza es desarrollador web y experto en verificación de imágenes y dirige @picpedant, la cuenta de Twitter en la que desmiente fotografías virales falsas y denuncia a los falsificadores. Ha visto de primera mano la «avaricia de la viralidad» que puede impulsar a alguien a difundir desinformación. Es «una sobredosis de la euforia que da ver cómo aumentan a miles esos me gusta y retuits», explica.
Conseguir muchos me gusta y comentarios «nos proporciona una recompensa social inmediata», explica Erin Vogel, psicóloga social e investigadora posdoctoral de la Universidad de Stanford. En otras palabras, hace que nos sintamos bien. Algunos estudios han determinado que publicar en redes sociales aumenta la autoestima de forma temporal.
La necesidad de recurrir a cosas que hacen que nos sintamos bien puede verse exacerbada ahora, en momentos en que intentamos lidiar con una pandemia, el colapso económico y el aislamiento repentino. «En los momentos en los que nos sentimos solos, resulta tentador aferrarse a esa sensación, sobre todo si subes algo que da esperanza a mucha gente», afirma Vogel. La idea de que los animales y la naturaleza puedan prosperar durante esta crisis «podría darnos una sensación de significado y propósito, de que estamos viviendo esto por una razón», afirma.
Este era el tema recurrente de muchos de los tuits virales. «La naturaleza ha pulsado nuestro botón de reinicio», decía un tuit que celebraba que los delfines nadaran supuestamente por los canales venecianos.
«Creo que la gente quiere creer en la capacidad de recuperación la naturaleza. La gente espera que, independientemente de lo que hagamos, la naturaleza sea suficientemente poderosa para superarlo», afirma Susan Clayton, profesora de psicología y estudios ambientales en el College of Wooster, Ohio.
Según una nueva investigación del Pew Research Center, casi la mitad de los estadounidenses afirman haber estado expuestos a noticias o información relacionada con el coronavirus. Aunque una noticia falsa alegre sobre los delfines en un canal puede no resultar problemática, relativamente, sí puede resultar perjudicial difundir falsas esperanzas en tiempos de crisis.
Estas historias falsas que aportan una sensación de bienestar pueden hacer que la gente sienta más desconfianza en una época en la que todos se sienten vulnerables. Descubrir que una buena noticia no es real «puede ser más desmoralizador que no tener ninguna [buena noticia]».
Es probable que los rayos de esperanza en redes sociales desempeñen un papel importante a la hora de mantenernos motivados en las semanas y meses venideros, mientras la gente se aísla en sus casas y conecta a través de las pantallas. «Instaría a la gente a compartir cosas positivas», afirma Vogel. «Pero no tiene por qué ser nada dramático. Solo tiene que ser cierto».