Una pregunta frecuente que nos hacen a quienes trabajamos con tiburones es ¿“en serio te gustan los tiburones?”. Será que a menudo, en el cine nos muestran a los tiburones como los “malos de la película”. Sin embargo, no conozco a nadie que cuando conoce cómo viven, qué hacen, no se enamore de este grupo de animales.
Los tiburones desempeñan un papel muy importante en la salud de los ecosistemas marinos, pero aun así son uno de los grupos de vertebrados más amenazados del planeta. En el mar, son quienes ayudan a mantener el equilibrio entre depredadores y las especies herbívoras, lo que a su vez evita también el sobre pastoreo de los pastos marinos. Vistos así, se convierten en un personaje que bien podría ser el héroe de la película, considerando que los pastos marinos pueden capturar carbono de la atmósfera 35 veces más rápido que los bosques tropicales, por lo que son importantes aliados para mitigar el cambio climático. Y a diferencia de otros grupos amenazados, en los que factores como el cambio climático, la contaminación o la pérdida de hábitats son amenazas importantes, la acción directa de las personas y la pesca sin regulación complican su supervivencia.
55 especies
En el Mar Argentino, existen unas 55 especies de tiburones, presentes tanto en las costas, como en el mar abierto y en las profundidades. Así como son de diferentes tamaños, formas y hábitos, hay algo que la mayoría comparten y es su baja resistencia a la presión pesquera. Esto es tan así que, junto con aves, tortugas y mamíferos marinos, comparten planes nacionales de acción para intentar reducir estos impactos y brindar un marco de protección ante la actividad pesquera.
Como los tiburones no conocen de fronteras y muchas de las especies de tiburones que viven en el Mar Argentino también se encuentran en Brasil y Uruguay, los esfuerzos de conservación en ocasiones son transfronterizos; en el caso de Uruguay, existe además un plan regional compartido, lo que sienta las bases para crear acciones necesarias para su manejo y protección.
Es importante destacar que los tiburones son tan sensibles a la mortalidad producida por la pesca, que en Argentina existen casos específicos con regulaciones puntuales. Estas regulaciones buscan evitar la utilización de la pesca de arrastre con cualquier especie en aquellas zonas del mar que fueron definidas como primordiales para el ciclo de vida de los tiburones, y establecer medidas y buenas prácticas para los casos de la pesca deportiva.
El peligro del escalandrún
De las especies de tiburones que habitan en nuestras aguas, es el escalandrún la que se encuentra en una situación más comprometida. El escalandrún, conocido como mangona en Brasil y sarda en Uruguay, es uno de los representantes por excelencia de las costas argentinas, pero se enfrenta a una situación crítica y preocupante en la región: la población se redujo un 90% en las últimas 4 décadas. Esto se debe principalmente a la pesca deportiva sin devolución en nuestro país, a la pesca artesanal en aguas uruguayas, como también por la excesiva presión pesquera comercial en aguas de Brasil, que, si bien está prohibida en la actualidad, fue tan sostenida en el tiempo que las poblaciones aún no logran recuperarse. Esta especie es muy vulnerable a la explotación debido a su largo ciclo de reproducción: tiene pocas crías (dos cada 2 años) y se reproduce a edades tardías.
Existen también otras situaciones que no los favorecen y para las que ya sabemos qué tenemos que hacer. Es el caso de los tiburones que son capturados para su comercialización, como el gatuzo (llamado también palo rosado) o el pez ángel (el famoso pollo de mar). Para estos casos se cuenta con recomendaciones científicas sobre cuánto se puede pescar: esto quiere decir que, si la población de estas especies cae debajo del punto límite establecido, se debe contar con un plan de recuperación para asegurar que las poblaciones puedan restablecerse. Lo mismo sucede para aquellas situaciones en las que especies grandes son capturadas accidentalmente en las redes de pesca: la devolución con vida es obligatoria, y existen recomendaciones específicas para liberarlos de forma tal que su supervivencia sea exitosa.
Todo esto intenta inclinar la balanza a favor de los tiburones, con medidas y planes de acción que son cruciales para proteger a un grupo de especies que comparten, remarcamos, una particular característica: su alta vulnerabilidad. En general su tasa reproductiva es baja, por lo que, si aumenta su mortalidad, las poblaciones rápidamente caen.
Así como los tiburones no conocen de límites fronterizos, su conservación requiere del trabajo articulado entre sectores, y de la protección de quienes interactúan con estas especies. Retornarlos al mar con vida, implementar la pesca recreativa con devolución, o simplemente evitar su consumo, son acciones efectivas y directas que contribuyen a la supervivencia de este grupo tan amenazado. Mientras tanto, debemos continuar trabajando para abordar la conservación a nivel regional, armonizar las legislaciones provinciales para que cuenten con igual nivel de protección, y concientizar sobre la importancia de preservar este grupo de especies que de villanos tienen poco, y que son claves para los ecosistemas marinos.
*Verónica García es especialista en Ecosistemas Marinos y Pesca Sustentable de Fundación Vida Silvestre.