A pesar de que los tiburones desempeñan un papel muy importante para mantener la salud de los ecosistemas marinos, son uno de los grupos de vertebrados más amenazados del planeta. Su rol es de tal importancia que colaboran manteniendo el equilibrio entre especies carnívoras depredadoras y especies herbívoras, lo que evita también el sobre pastoreo de los pastos marinos. Los pastos marinos pueden capturar carbono de la atmósfera 35 veces más rápido que los bosques tropicales, por lo que son importantes aliados para mitigar el cambio climático. Los tiburones tienen además una situación particular, como destaca Verónica García, Especialista en Ecosistemas Marinos y Pesca Sustentable de Fundación Vida Silvestre Argentina: “en el caso de los tiburones, y a diferencia con otros grupos amenazados en los que factores como el cambio climático, la contaminación o la pérdida de hábitats son amenazas importantes, la acción directa de las personas y la pesca sin regulación complica su supervivencia”.
En el Mar Argentino existen unas 55 especies de tiburones, presentes tanto en las costas, como en el mar abierto y en las profundidades. Así como se encuentran en una variedad de ambientes, también son múltiples y diversas las actividades humanas que los ponen en peligro. Esto es tan así que comparten, junto con aves, tortugas y mamíferos marinos, planes nacionales de acción para reducir los impactos y brindar un marco de protección ante la actividad pesquera. A su vez, y porque muchas especies de tiburones que viven en el Mar Argentino también habitan desde Brasil hasta el sur de nuestro país, los esfuerzos de conservación en ocasiones son transfronterizos: existe además un plan regional compartido con Uruguay, lo que sienta las bases para crear acciones necesarias para su manejo y protección. Los tiburones son tan sensibles a la mortalidad producida por la pesca, que en Argentina existen casos específicos con regulaciones puntuales, que buscan evitar la utilización de la pesca de arrastre para cualquier especie en aquellas zonas del mar delimitadas como importantes para el ciclo de vida de los tiburones, además de prohibir la pesca dirigida hacia ellos, y definir y recomendar medidas y buenas prácticas para los casos de pesca deportiva.
En este sentido, Verónica García agrega que “estas medidas y planes de acción son necesarias para proteger a un grupo de especies que comparten una alta vulnerabilidad: en general su tasa reproductiva es baja, por lo que, si aumenta su mortalidad, las poblaciones rápidamente caen”.
En el caso de los tiburones que son capturados para su comercialización, como el gatuzo o pez ángel, se cuenta con recomendaciones científicas sobre cuánto se puede pescar: si la población de estas especies cae debajo del punto límite establecido, la especie debe contar con un plan de recuperación para asegurar que las poblaciones puedan restablecerse. Para las situaciones en las que especies grandes son capturadas accidentalmente en las redes de pesca, la devolución con vida es obligatoria, y existen recomendaciones específicas para liberarlos de forma tal que su supervivencia sea exitosa.
De todos los tiburones que habitan en nuestras aguas, es el Escalandrún quien se encuentra en una situación más comprometida, siendo uno de los representantes por excelencia de las costas argentinas. Su situación es crítica y preocupante en la región: la población se redujo un 90% en las últimas 4 décadas, como consecuencia principalmente de la pesca deportiva sin devolución en nuestro país y de la pesca que ocurre en aguas uruguayas, como también debido a la excesiva presión pesquera comercial en aguas de Brasil, hoy prohibida, pero que ocurrió durante décadas. Esta especie es muy vulnerable a la explotación porque tiene pocas crías (dos cada 2 años) y se reproduce a edades tardías.
“La conservación de los tiburones requiere del trabajo articulado entre sectores, y de la protección que aquellos que interactúan con estas especies pueden brindarles. Retornarlos al mar con vida, implementar la pesca recreativa con devolución, o simplemente evitar su consumo, son acciones efectivas y directas que contribuyen a la supervivencia de este grupo tan amenazado. Se debe continuar trabajando para abordar la conservación a nivel regional, armonizar las legislaciones provinciales para que cuenten con igual nivel de protección, y concientizar sobre la importancia de preservar este grupo de especies clave para los ecosistemas marinos”, concluyó Verónica García, especialista en Ecosistemas Marinos y Pesca Sustentable de Fundación Vida Silvestre.