El 1er Censo del Guacamayo Verde en Argentina arrojó como resultado que hay al menos 130 individuos de esta especie en las serranías de San Antonio o Tartagal, único lugar en la Argentina en la que tiene poblaciones esta ave declarada en 2011 Monumento Natural Provincial.
“El guacamayo es verde con frente roja, pero también tiene azul en las alas y la cola, la cola tiene manchas rojizas, de color cobre, y el ventral del ala tiene amarillo, así que es bastante multicolor”, explicó a Salta/12 el biólogo de la Dirección Regional Noroeste de Parques Nacionales, Flavio Moschione. “Es el último de los grandes loros, los guacamayos silvestres en Argentina, con una especie extinguida, que es el guacamayo azul, y la última especie de los grandes loros que queda en Argentina silvestre es justamente el guacamayo verde”, completó.
El también biólogo e investigador del CONICET, Juan Ignacio Areta relató que “hemos contado 130 guacamayos, que sería el conteo más conservador, y quizás hasta 160 si uno asume que los individuos que contamos más al sur son independientes de los demás”, y evaluó que “son pocos guacamayos, pero son más de los que se pensaba que había hasta el momento”.
Es que los cálculos previos arrojaban entre 60 y 80 individuos, pero estaban basados en observaciones estáticas en los mismos sitios y no en conteos simultáneos, como el que se llevó a cabo en el censo.
Conteo simultáneo
A partir de una iniciativa del Club de Observadores de Aves (COA) “Tucán” y de la Comisión de Guacamayo Verde, un grupo de 38 personas divididas se distribuyó en 12 puntos diferentes de un área de 70 kilómetros que va desde la localidad fronteriza de Salvador Mazza hasta la de Campamento Vespucio, incluyendo otros puntos de conteo en la región de Acambuco.
Del censo participaron activamente integrantes de “Tucán” y otros COAs de la provincia, miembros de la comunidad originaria de Yariguarenda, biólogos de la Administración de Parques Nacionales, personal del Sistema Provincial de Áreas Protegidas, docentes de primaria y secundaria de Salvador Mazza, aficionados a la observación de aves y fotógrafos naturalistas. Pero también recibieron el apoyo logístico para alojamiento y comida de los municipios del departamento San Martín y de la Cámara de Turismo local.
Los voluntarios sincronizaron sus relojes y durante la mañana y la tarde del viernes 21 de mayo, y en el transcurso de la mañana del sábado 22 contaron a cuántos guacamayos veían u oían, datos que fueron volcados en planillas para su sistematización. El conteo simultáneo en diferentes puntos se realizó para evitar que un mismo individuo sea registrado dos veces: “cada uno sabe la hora a la que contó cada guacamayo y en qué dirección volaban y puede aproximar una velocidad de vuelo”, detalló Areta, y agregó que “cuando los datos coinciden en una hora y que en el espacio están muy alejados, uno puede saber que no se trataba del mismo individuo”.
Los puntos de conteo fueron elegidos en la zona donde ya había registros regulares del Ara militaris tanto en época reproductiva como no reproductiva. Además, se optó por sitios que tuviesen datos previos, que fueran elevados para contar con un buen ángulo visual y que fueran de fácil accesibilidad.
Los horarios de registros (de 7 a 10 y de 17 a 19.30) respondieron a la rutina de los guacamayos, que suelen despertar temprano y volar grandes distancias en la búsqueda de sitios donde alimentarse, para luego regresar a sus dormideros al atardecer.
La época elegida para el estudio tampoco fue azarosa: se sabe que en otoño-invierno, que es la época no reproductiva, los guacamayos se juntan en bandadas más grandes (de hasta 40 miembros) y recorren distancias mayores en busca de alimento.
“El próximo paso sería intentar relevar sitios de cría, es decir, acantilados firmes, que son difíciles de encontrar y que es difícil llegar a ellos”, explicó el biólogo.
Peligro crítico
La realización del censo tuvo como objetivo contar con un panorama de la presencia del Ara militaris, con la intención de avanzar hacia políticas públicas que permitan su conservación.
Según Moschione, “este loro está considerado en peligro crítico en Argentina porque tiene poblaciones muy pequeñas y si siguen perdiendo individuos hacen que la especie no sea viable y que desaparezca del medio silvestre”. Si bien a nivel global la especie llega hasta México, en selvas secas está considerado vulnerable y en Argentina es una de las 12 especies más amenazadas, fundamentalmente por destrucción de hábitat. “Estos bichos necesitan ambientes muy extensos y silvestres naturales y esos ambientes han sido fragmentados en su gran mayoría”, se lamentó.
Por su parte, la coordinadora del COA “Tucán”, Rebeca Tapia, explicó que “la disminución de la especie se debe al disturbio que se realiza en su hábitat, ya sea por deforestación o fragmentación por las diferentes actividades antrópicas”, particularmente la de los grandes aserraderos locales.
“Son animales muy longevos (viven entre 50 y 60 años) y que dependen mucho de la transmisión de conocimiento y experiencias entre individuos, por lo que la mortalidad de individuos puede repercutir negativamente en el desempeño poblacional”, sumó Juan Ignacio Areta.
El proyecto de preservación del guacamayo verde se remonta a 2017. En los últimos 3 años, el COA desarrolló un trabajo de educación y sensibilización respecto de la importancia del cuidado de dos aves emblemáticas de la zona: el tucán y el guacamayo verde. Como resultado de esa tarea, los habitantes del departamento San Martín empezaron a conocer y a valorizar al Ara militaris, un precedente necesario para poder organizar el censo. “Por ahí decimos que nos agarró la fiebre guacamayo porque donde vas, desde Mosconi hasta Salvador Mazza, hablan del guacamayo en los medios de comunicación y las redes sociales”.
Reserva de Caraparí
Las organizaciones que participaron del censo entienden que este estudio puede potenciar un proyecto presentado ante el gobierno provincial en noviembre de 2017 para la creación del área protegida de “Caraparí”, hoy explotada por aserraderos y petroleras.
“La reserva de Caraparí es el sector norte de las serranías de Tartagal, que son tierras fiscales provinciales, pero es el área donde se concentran mayormente los guacamayos casi todo el año, y son sitios de reproducción de la especie, así que son los lugares más sensibles del hábitat de la especie en Argentina”, advirtió Moschione. “El problema es que (el proyecto) ha sido desaconsejado por la empresa Panamerican Energy que tiene ahí sus explotaciones petroleras, más que nada porque tiene temor de que les interfieran sus explotaciones”, agregó el biólogo de Parques Nacionales, quien reconoció que la empresa petrolera “suele hacer gestiones ambientales relativamente buenas, y si las hacen mejor serían perfectamente compatibles con la conservación del guacamayo”.
En el mismo sentido, Tapia recordó que “nosotros estamos en la zona límite con Bolivia, y ellos sí la tienen nombrada a la reserva Aguaragüe, entonces estaría bueno generar un corredor biológico de reservas entre Aguaragüe y Caraparí para lograr un mejor cuidado y preservación de la especie”.