La llamada pesca eléctrica consiste en producir un campo de energía dentro del agua mediante la introducción de un ánodo y un cátodo lo que hace que los ejemplares entren en un tipo de parálisis o narcolepsia que facilita su captura mediante redes.
Se trata de un método de pesca indiscriminada para obtener el recurso con el menor esfuerzo y de esta forma ahorrar combustible y tiempo. Sin embargo, provoca impactos muy serios en el ambiente, tanto en agua salada como dulce.
Actualmente, esta técnica es utilizada por biólogos para aturdir y recolectar especies en arroyos y riachos. Pero ha sido adoptada también por pescadores desaprensivos que aprovechan sus travesías tierra adentro para “pescar” en soledad.
Es una técnica masiva que permite, por ejemplo, sacar con facilidad unas 300 truchas de una laguna en una mañana.
En los cursos pequeños se recorre a pie las orillas para encontrar puntos donde efectuar las descargas desde tierra. En los más grandes se mueven embarcaciones y se le “inyectan” los voltios al frágil ecosistema.
Los ríos de agua dulce pronto quedarán completamente esquilmados si no se detiene esta movida devastadora.
El parlamento europeo ha votado a favor de una prohibición total de la pesca industrial a base de descargas eléctricas en las aguas del viejo continente. Hasta 2021, unas 85 compañías pesqueras, en su mayoría holandesas que faenaban en el Mar del Norte, llevaban a cabo este tipo de actividad.
Consultado por el portal Carbono.news, el investigador de pesca marina Roberto Maturana explicó: “La pesca eléctrica debería estar absolutamente prohibida. Tiene un poder de daño atroz en el mar porque no solamente mata peces, sino también moluscos y crustáceos. Se podría decir que es un genocidio de especies, dado que en el fondo marino hay ejemplares bentónicos (pegados al fondo) lo cual torna a este sistema inviable. Con las redes arrastradas por el barco se atraparía la misma cantidad de peces que con la electricidad”.
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