Will Burrard-Lucas se reunió con pobladores de Kenia que aseguraban haber visto a la fiera. Siguió lo que creían que podían ser sus huellas. Se preparó de la mejor forma posible. Aún así, casi no tenía esperanzas de conseguir el objetivo: retratar por primera vez en más de 100 años al leopardo negro en África, más común en leyendas que en libros de naturaleza por su extrema rareza.
El fotógrafo británico colocó cámaras nocturnas, sensibles al movimiento, en la zona donde se creía que cazaba el animal, que tiene pelaje azabache producto de un melanismo (lo contrario del albinismo). Esta condición es más común entre los jaguares y podría ser una confusión entre ambas especies, de no ser porque una habita en en América y otra en África y Asia.
Tras varias noches de espera, Burrard-Lucas retornó para ver los resultados. Una por una, fue revisando los registros, sin mayores novedades. Algunas hienas o un leopardo con el pelaje habitual, pero no lo que buscaba.
Así llegó hasta la última instalación. ‘No esperaba mucho. Mientras pasaba por las fotos, me detuve sin comprender. Había un par de ojos en la oscuridad… ¡Un leopardo negro! No podía creerlo. Me tomó unos días antes de darme cuenta que había conseguido mi sueño’, relató en su blog, que quedó fuera de servicio ante la cantidad de visitas.
El hallazgo fue publicado en la revista African Journal of Ecology, quien explicó la magnitud del logro. ‘Estas son las primeras imágenes confirmadas en cerca de 100 años de un leopardo negro en África’, destacó. Según explicó, el último registro en el continente databa de 1909, cerca de Adís Abeba, la capital de Etiopía.
Burrard-Lucas había logrado ver al animal en un paseo en la India, lo que lo motivó a conseguir el objetivo más difícil: retratarlo en el continente africano.