En junio de 2012, el fondo marino a 8 metros de profundidad en la bahía de Mutsu (Japón), biólogos de la Universidad de Hirosaki (Atsushi Sogabe y Kiichi Takatsuji) se toparon con un espectáculo macabro: un neumático de coche lleno de cientos de caparazones de cangrejos ermitaños, algunos con habitantes vivos, pero muchos más dañados y abandonados, cuyos ocupantes parecen haber fallecido hace tiempo.
El dúo planteó la hipótesis de que los cangrejos ermitaños podían trepar por los lados del neumático y entrar en el círculo interior, pero una vez allí, no podían escapar debido a la pared interior cóncava del neumático.
Sogabe y Takatsuji pusieron a prueba su predicción entre octubre de 2015 y septiembre de 2016. Colocaron seis neumáticos de turismos en el lecho marino en varios lugares de la bahía de Mutsu y los revisaron una vez al mes. Los cangrejos ermitaños que se encontraban en su interior fueron contados, recogidos, examinados y liberados a una distancia mínima de cincuenta metros de cualquiera de los neumáticos del estudio.
Durante el experimento, que duró un año, se atraparon 1.278 cangrejos ermitaños en los seis neumáticos de la bahía de Mutsu. Si no se hubieran recogido y liberado a intervalos mensuales, sin duda habrían muerto de hambre o de canibalismo, dicen los investigadores.
Posteriormente, Sogabe y Takatsuji realizaron un experimento controlado en un acuario para confirmar si los cangrejos podían entrar y escapar de un neumático.
Colocaron un neumático de coche en un gran tanque con fondo de arena, y luego añadieron cangrejos ermitaños de las especies más comunes que observaron durante el experimento de campo.
En algunos ensayos, los cangrejos ermitaños se colocaron fuera del neumático. En otros, se colocaron dentro. A lo largo de seis pruebas, cada una de las cuales duró 18 horas, confirmaron que los cangrejos ermitaños podían entrar en el neumático, pero no salir.
En conjunto, los dos experimentos muestran claramente que los neumáticos desechados en el fondo del océano pueden ser una trampa mortal para los cangrejos ermitaños.
Los investigadores describen sus efectos devastadores como análogos a los de la «pesca fantasma», en la que los aparejos de pesca abandonados pueden seguir atrapando y enredando a los animales acuáticos sin control humano. Pero los neumáticos podrían ser peores, dicen Sogabe y Takatsuji.
El tiempo que los aparejos de pesca pueden convertirse en peces fantasma oscila entre unos pocos meses y 3 años, dependiendo del tipo de aparejo, de qué esté hecho y del entorno en el que se haya desechado. Debido a su sencilla estructura, persistencia temporal y robustez, los aparejos pueden pescar como fantasmas a los cangrejos ermitaños durante bastante más tiempo.
Los cangrejos ermitaños son importantes tanto como presas y carroñeros como ingenieros del ecosistema. Se desconocen los efectos de la pesca fantasma en sus poblaciones y los efectos en cascada que pueden tener en las comunidades y ecosistemas costeros.