Rafael Toro, un estudiante de la escuela de veterinaria más importante de Venezuela, sospechó que algo iba mal cuando una querida yegua llamada Miss Congeniality no lo saludó en la cerca una mañana reciente, como los otros miembros de la pequeña manada del centro.
La yegua alazana de ojos brillantes se había ganado su apodo por ayudar a estudiantes discapacitados a superar su miedo a montar a caballo. Dicen que era inteligente e incluso trotaba cuando la llamaban por su nombre.
Para su sorpresa, Toro descubrió la piel del animal y sus huesos desmembrados escondidos entre los árboles en el pasto de una esquina del recinto universitario de la ciudad de Maracay, en el centro de Venezuela. Durante la noche, los ladrones saltaron la cerca, mataron al caballo y se llevaron su carne, bien para venderla o para alimentar a sus hambrientas familias.
‘Yo reventé a llorar’, señaló Toro, quien dio la macabra noticia a los otros estudiantes. ‘Todos vinimos para acá, todos lloramos’.
El asesinato no es un incidente aislado. Ante el colapso económico y la desorbitada inflación en la que en su día fuera una próspera nación petrolera, los residentes tienen problemas para comprar los escasos alimentos disponibles y la delincuencia motivada por el hambre y la desesperación va en aumento.