“La idea de que los planetas se forman en discos planos cuidadosamente dispuestos alrededor de estrellas jóvenes se remonta al siglo XVIII. Nuestras imágenes revelan un caso extremo en el que no es plano en absoluto, sino que está deformado y tiene un anillo desalineado que se desprendió del disco”, cuenta Stefan Kraus, profesor de Astrofísica en la Universidad de Exeter.
“El resultado más importante de nuestro estudio es que podemos identificar la causa de las desalineaciones y vincularla al efecto de ‘desgarro del disco’ que propusieron los teóricos hace ocho años, pero que hasta ahora no se había observado”, señaló en diálogo con Ámbito el líder de la investigación.
Nuestro Sistema Solar es un disco casi perfecto, con todos los planetas orbitando en el mismo plano. Pero este no es el caso de GW Orionis, un sistema ubicado a poco más de 1.300 años luz al que los astrónomos identifican como la primera evidencia directa de que grupos de estrellas pueden romper su disco formador de planetas.
Planetas extraños como los de las películas. “Todavía no hemos podido observar un planeta en el sistema. Sin embargo, alberga un disco que potencialmente podría formar planetas en órbitas muy exóticas. ¿Recordás el planeta Tatooine en Star Wars, que orbitaba dos estrellas? Cualquier planeta alrededor de GW Orionis también orbitaría dos, o incluso 3 estrellas”, ejemplifica Kraus, en referencia al desértico mundo con dos soles y azotado por tormentas de arena donde crecieron Anakin y Luke Skywalker.
El equipo internacional, que incluyó investigadores de Reino Unido, Bélgica, Francia, EEUU y Chile, combinó las observaciones realizadas durante 11 años con los telescopios que opera el Observatorio Europeo Austral (ESO) en la ciudad trasandina de Atacama con simulaciones por computadora.
Y entonces pudieron, por primera vez, vincular claramente las desalineaciones observadas en las órbitas de las tres estrellas con el teórico “efecto de desgarro del disco”, que sugiere que ese conflicto en la atracción gravitacional de los diferentes planos, o bien un planeta recién formado, pueden deformar y romper sus discos.
La novedad es apenas una cerradura por la que mirar nuevos fenómenos. “El anillo alberga una cantidad de polvo de alrededor de unas 30 masas de la Tierra, lo que probablemente sea suficiente para que se produzca la formación de planetas allí”, concluyó Kraus.
Dado que más de la mitad de las estrellas en el cielo nacen con uno o más compañeros, esto plantea una perspectiva prometedora: podría haber una población desconocida de exoplanetas que orbitan sus estrellas en órbitas muy inclinadas y distantes.