La extinción de aves impactará la polinización, la dispersión de semillas y el control de plagas

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Los expertos vaticinan que en los próximos dos siglos la extinción de aves superará la pavorosa cifra de 1300 especies. Esta debacle podría borrar varios roles clave e imprescindibles para la naturaleza.

Recientemente, se ha publicado un artículo en Science que revela que las consecuencias de esta extinción son mucho mayores de lo que se creía, ya que cuando desaparecen especies se pierde también su papel en el ecosistema, como polinizar, dispersar semillas y controlar plagas.

Un estudio, liderada por la Universidad de Birmingham (Reino Unido) y el CREAF, ha diseccionado el pasado y el futuro de la extinción de aves a escala mundial desde que los humanos entramos en el escenario hace, 130000 años.

En total se calcula que ya han desaparecido como mínimo 610 especies, casi todas ellas por causas humanas, y se estima que solo en los próximos dos siglos podrían extinguirse otras 1305 especies, prácticamente el doble de lo que llevamos hasta ahora.

Más allá de esta cifra, el estudio alerta que las consecuencias de la extinción son mayores de lo que se creía, ya que cuando desaparece una especie su rol en el ecosistema muere con ella, por ejemplo, algunas aves controlan las plagas comiendo insectos, las aves carroñeras reciclan la materia muerta, otras comen fruta y dispersan las semillas permitiendo que crezcan más plantas y árboles y algunas son polinizadores muy importantes. Conforme más especies con roles diferentes desaparecen, más diversidad funcional se pierde.

En este sentido, el estudio alerta que ya se ha perdido el 20 % de diversidad funcional a nivel mundial y proyecta que los próximos 200 años puede sumarse un 7 % adicional.

“Hemos observado que hay una tendencia a que se extingan especies que desempeñan una función única en el ecosistema. Por ejemplo, el icónico Dodo (Raphus cucullatus) dispersaba semillas de frutas grandes en la isla de Mauricio y pocas aves sustituyen esta función”, explica Ferran Sanyol, investigador del CREAF y uno de los autores principales de la publicación.

Un caso de especie clave y vulnerable en Catalunya es el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), un buitre que se alimenta de restos de huesos y ayuda a reciclar los nutrientes, “esta especie no está amenazada a escala mundial, pero sí en esta región”, continúa Sayol.

Otro de los hallazgos de la investigación es que ya se han erosionado un 5 % de linajes -especies que son diferentes, pero que comparten en sus genes un antepasado común-, “esto equivale a borrar 3 mil millones de años de historia evolutiva en unos pocos años, algo así como cortar toda una rama del árbol de la vida”, añade Sayol.

Algunos ejemplos de linajes extintos son las aves elefante (Aepyornithiformes), que llegaban a medir casi 3 metros y vivían en Madagascar; las moas (Dinornithiformes), grandes herbívoros que habitaron Nueva Zelanda. “Si las predicciones se cumplen en el futuro, podría desaparecer otro 3% de linajes”, añade Sanyol. Uno de ellos son las especies de la subfamília Drepanidinae o ‘pájaros de la miel’ endémicos de Hawaii, que ya han perdido la mitad de especies y “son imprescindibles para polinizar las flores”, alerta Sayol.

Las islas, un punto negro de extinción

Los datos demuestran que la mayor parte de las extinciones se concentran en las islas. En concreto, de todas las especies que se han extinguido, un 80% eran insulares y, como consecuencia, ya se ha perdido un 31% de diversidad funcional en estos ecosistemas.

“El futuro no es muy alentador, ya que vemos que, si no tomamos medidas, 1000 especies insulares más podrían haberse extinguido en 2224”, advierte Sanyol. Entre los motivos que señalan es que no pueden ‘escapar’ de nuevas especies exóticas o animales domésticos que las cazan o introducen nuevas enfermedades.

Algunos casos cercanos de especies con un rol clave los encontramos en las islas Canarias, donde la paloma rabiche (Columba junoniae) y la paloma turqué (Columba bollii) contribuyen a regenerar los bosques de laurisilva, ya que se alimentan de sus frutos y, a cambio, dispersan sus semillas, “ambas empiezan a estar amenazadas en España y con su desaparición perderíamos este rol”, advierte Sayol.

Por su lado, la pardela balear (Puffinus mauretanicus), es un ave marina que habita las Baleares, contribuye a los ciclos de nutrientes en las aguas costeras a través de sus desechos, “es una especie endémica, que solo cría en las baleares y está en peligro de extinción”, añade Sayol.

Mejorar las estrategias de conservación de las aves

Para llevar a cabo la investigación, el equipo analizó la pérdida de diversidad de aves en tres períodos clave: desde 130000 años atrás; desde 1500, fecha donde la IUCN empezó a contabilizar las especies extintas y amenazadas, y los próximos 200 años.

Para recolectar los datos más antiguos, los autores viajaron a museos de diversos países donde se guardan aves disecadas, esqueletos y fósiles de ejemplares extintos, de cada una de estas especies se midieron ciertos rasgos como tamaño del ala, pico o altura y, gracias a esta información, pudieron deducir su papel, “por ejemplo, si tienen un pico largo probablemente sean polinizadoras”, aclara Sayol. Con toda esta información, los datos actuales y gracias a modelos matemáticos pudieron descubrir el pasado y el futuro de la extinción de aves.

“Este trabajo científico nos recuerda que la actual crisis de extinción no se limita al número de especies, sino que la diversidad funcional y de linajes también se reduce”, relata Tom Matthews, investigador de la Universidad de Birmingham y primer autor del estudio.

“Comprender el impacto de las extinciones pasadas nos ayudará a calibrar mejor las consecuencias futuras en los ecosistemas y, por tanto, mejorar las estrategias de conservación y restauración global”, finaliza.

Las aves cumplen ciertos roles que son determinantes para mantener el equilibrio ecosistémico en la naturaleza. Si desaparecen, no habrá quien lleve a cabo su labor. Y las consecuencias de ello serán nefastas para el resto de los seres vivos.

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