La pérdida de biodiversidad aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas

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El virus del Nilo Occidental se extendió con facilidad en Estados Unidos a causa de una agricultura intensiva donde se expande el mirlo americano (Turdus migratorius), huésped preferente del virus.

La caza furtiva y venta de chimpancés como alimento dio origen al SIDA.

La deforestación del Amazonas provoca un aumento de mosquitos, debido a la mayor exposición a la luz solar y a la humedad en las zonas recién deforestadas, lo que favorece la expansión de la malaria…

Numerosos científicos coinciden en que la pérdida de biodiversidad implica en la mayoría de los casos un aumento en el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas.

Así lo indican los datos de un informe de Ecologistas en Acción en una campaña que relaciona alteración de espacios naturales y propagación de pandemias.

El 60 % de las enfermedades infecciosas humanas registradas son zoonóticas, y el 75 % de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes también tienen origen animal

Los ejemplos que ofrece el informe son numerosos.

Numerosos ejemplos

Los vertidos de fosfatos y sulfatos utilizados como nutrientes en suelo agrícola en zonas deforestadas en las montañas de Belize son arrastrados hasta las llanuras; se transforma la flora local y se favorece la aparición del mosquito Anopheles vestipennis, el vector más eficiente de la malaria, frente a la Anopheles albimanu.

La pesca incontrolada ha mermado las poblaciones de peces en Malawi, depredadores naturales de los caracoles acuáticos que albergan los parásitos responsables de la esquistosomiasis, lo que favorece su dispersión.

En la India se ha relacionado el aumento de casos de rabia con la desaparición de buitres por el consumo de carne contaminada con Diclofenac, un potente antiinflamatorio utilizado en el ganado local, lo que resultó en menos competencia por la comida con los perros callejeros portadores de la rabia.

Son numerosos los ejemplos que ilustran cómo detrás de muchas zoonosis está la mano o la “irresponsabilidad” del ser humano, lo que sumado a un mercado globalizado y el transporte constante de personas y alimentos entre distintos rincones del planeta Tierra sienta las bases para más pandemias futuras.

El origen: una mala gestión de los recursos naturales

Ecologistas en Acción considera que, ahora más que nunca, la sociedad debe seguir las directrices marcadas por la investigación científica, que apunta “a una mala gestión de los recursos naturales y al ataque abusivo al que los poderes económicos someten a la naturaleza como causantes de tantos problemas que amenazan la supervivencia de multitud de especies, incluyendo la humana”.

El origen del coronavirus SARS-CoV-2 es aún desconocido para la ciencia, aunque no hay duda de que la enfermedad se inició tras el contagio de un ser humano a partir de una especie animal.

A las enfermedades causadas por virus, bacterias, parásitos u hongos provenientes de animales que infectan a humanos se las denomina “enfermedades zoonóticas”.

El 60 % de las enfermedades infecciosas humanas registradas son zoonóticas, y el 75 % de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes también tienen origen animal.

Para que una enfermedad infecciosa se transmita se requiere la interacción de múltiples especies. Como mínimo intervienen el patógeno y su huésped, pero a menudo son varias las especies de huéspedes que pueden albergar ese patógeno y en numerosas ocasiones se requiere una especie intermedia, como mosquitos, garrapatas o pulgas, a la que se denomina vector, que es la que trasmite la enfermedad infecciosa hasta su huésped final.

Las enfermedades transmitidas por vectores representan el aproximadamente el 17 % de las enfermedades infecciosas y afectan a más de 1.000 millones de personas cada año.

Numerosos científicos y científicas coinciden en que la pérdida de biodiversidad implica en la mayoría de los casos un aumento en el riesgo de transmisión de estas enfermedad.

“La desaparición de especies dentro de un ecosistema altera el funcionamiento de dicho ecosistema, e influye en la transmisión de patógenos… Una mayor diversidad de especies implica un efecto de dilución, ya sea por el aumento de número de especies en la cadena de contagio o por el efecto cortafuegos natural que provoca una alta diversidad genética, entre otros factores” se señala.

La especie huésped original del COVID-19 no ha sido identificada aún, y aunque los análisis apuntan al murciélago Rhinolophus -o al pangolín en calidad de animal intermedio- como orígenes probables de la cadena, aunque los resultados no son concluyentes.

“Sin embargo, señalar a la especie animal como causante o responsable de la pandemia es un error, como lo es culpar al propio virus”, añade el informe.

Los virus ocupan desde hace millones de años un eslabón esencial en los procesos ecológicos, regulan las poblaciones de especies y colaboran en el mantenimiento del equilibrio natural de los ecosistemas.

Las especies que hospedan estos virus han evolucionado conjuntamente con dichos virus, en un equilibrio que permite la supervivencia de las especies.

“Sin embargo, cuando el correcto funcionamiento de un ecosistema queda impedido por causas ajenas a la naturaleza, el equilibrio se rompe y aumentan las posibilidades de que virus potencialmente patógenos crucen la barrera de especie y puedan infectar a otras especies de animales incluyendo el ser humano”

Es la acción humana la que está detrás de la mayoría de esas perturbaciones.

En 1999, en Malasia, un brote de la enfermedad de Nipah con una letalidad del 40 %, causó estragos en la población local. El origen del virus estaba en el Pteropus vampyrus o gran zorro volador, una especie de murciélago frugívoro.

El virus probablemente contagió en primer lugar a cerdos criados como ganado, y de ahí se propagó al ser humano. Estos murciélagos, prácticamente inmunes a este virus, han sido desplazados de sus entornos naturales debido a la deforestación y los numerosos incendios, lo que les ha conducido cada vez más cerca de asentamientos urbanos y estableciendo contacto con poblaciones humanas.

“ Cuando las personas entran en contacto con especies con las que no ha evolucionado para convivir, y la ocupación del suelo por parte de la civilización se adentra cada vez más en entornos salvajes, mayor es el riesgo de aparición de una pandemia”, sostiene el documento.

El aumento de las temperaturas medias debido al cambio climático está vinculado con el auge de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, que afecta a las garrapatas que la transmiten.

La investigación de la relación entre biodiversidad y la aparición de enfermedades infecciosas recibe el nombre de “ecología de la enfermedad”.

Organizaciones como EcoHealth Alliance o PREDICT llevan trabajando años en mejorar el conocimiento sobre estos patógenos.

Solo se conoce un 1 % de los virus que habitan en animales silvestres, y se estima que podría haber 1,7 millones de virus desconocidos que podrían dar el salto a la especie humana. Sin embargo, la falta de recursos económicos y la poca atención que recibe la comunidad científica impiden que se hagan mayores avances en esta dirección.

Ecologistas en Acción reclama mayor inversión en materia de investigación y sanidad para atajar el problema con la contundencia que merece. “La naturaleza no es un enemigo desconocido, sino un aliado necesario. Los servicios ecosistémicos son aquellas funciones con las que la naturaleza contribuye al bienestar del ser humano”.

“Un ecosistema sano se encarga por sí mismo de regular la aparición de plagas, patógenos, depredadores, parásitos y otros organismos que amenazan la supervivencia de la especie humana. La biodiversidad es el mayor proveedor de sustancias y compuestos químicos para curar numerosas dolencias y enfermedades.

Según la OMS, más de la mitad de la humanidad en los países del Sur depende para su asistencia sanitaria primaria directamente de las plantas localizadas en sus lugares de origen.

“La sociedad tiene ante sí el reto de solucionar la emergencia ecológica a la que se enfrenta, compuesta principalmente por la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, y debe hacerlo urgentemente. Las razones del incremento de enfermedades infecciosas están ligadas a este problema, y las causas son compartidas”, añade el informe.

La Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) alerta sobre el riesgo de extinción de un millón de especies, y establece como las principales causas el cambio de uso del suelo o mar, la extracción de recursos, el cambio climático, la contaminación y la aparición de especies invasoras. Todas estas causas han sido relacionadas con la aparición de enfermedades infecciosas en los ejemplos citados con anterioridad.

El 75 % de la superficie terrestre ha sido transformada significativamente por la humanidad para su beneficio, lo que ha provocan migraciones de especies salvajes, incursiones de actividades humanas en proximidad con especies hasta ahora ajenas a nosotros y desequilibrios en los ecosistemas, un caldo de cultivo para el surgimiento de enfermedades zoonóticas.

La organización ecologista defiende como vía para evitar futuras crisis de esta índole la restauración de los territorios degradados por la acción humana, la protección de las tierras salvajes y la biodiversidad, el abandono de las prácticas de explotación abusiva del medio natural y un cambio de paradigma hacia una economía que respete la naturaleza.

El mantenimiento de los servicios ecosistémicos que suponen beneficios esenciales para la salud humana es la mejor garantía de supervivencia.

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