El pasado 24 de diciembre se cumplieron 51 años de Salida de la Tierra, posiblemente una de las imágenes más profundas en la historia de la humanidad. Cuando el astronauta William Anders fotografió una frágil esfera azul flotando en la oscuridad del espacio asomándose sobre la Luna, cambió la percepción acerca de nuestro lugar en el cosmos y alimentó la conciencia medioambiental de todo el mundo.
La foto nos permitió ver nuestro planeta desde una gran distancia por primera vez. La Tierra en todo su esplendor, envuelta en la oscuridad del espacio, parece delicada y vulnerable, y sus recursos finitos.
La observación de la pequeña Tierra enfrentándose al fondo negro del espacio, con el árido paisaje lunar en primer plano, evoca sentimientos de inmensidad: somos un pequeño planeta orbitando alrededor de una estrella común en una galaxia tan interesante como cualquiera de las miles de millones que conocemos. La instantánea genera una sensación de insignificancia: nos hace ver que la Tierra únicamente es especial porque es el lugar en el que vivimos.
Salida de la Tierra es un testimonio de la extraordinaria capacidad humana para percibir las cosas.
Aunque en 1968 la fotografía parecía inesperada y reveladora, no es más que parte de la extraordinaria historia de la representación de la Tierra desde arriba. Anders produjo una imagen que, sin duda, cambió radicalmente la visión que tenemos sobre nosotros mismos, pero estábamos preparados para verla.
La historia del vuelo
La gente siempre han soñado con volar. A medida que pasamos de los globos aerostáticos a los transbordadores espaciales, la cámara ha sido una compañera más durante gran parte del viaje.
Tras la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos utilizaron cohetes V-2 capturados para lanzar cámaras de cine más allá de la atmósfera, consiguiendo las primeras imágenes de la Tierra desde el espacio exterior.
El Sputnik soviético obligó a Estados Unidos a poner en órbita una serie de satélites para observar al enemigo y también el clima. Después, la NASA centró su atención en la Luna, a donde envió varias sondas exploratorias. En 1966 una de ellas, la Lunar Orbiter I, giró su cámara en una porción de terreno de la superficie lunar hasta encontrarse con la Tierra elevándose sobre el satélite.
A pesar de no ser la “primera” fotografía del planeta desde nuestra luna, Salida de la Tierra es especial. El globo terráqueo fue observado directamente por los astronautas y capturado por la cámara que llevaban consigo. La imagen ilustra de manera elegante cómo la percepción humana se encuentra en constante evolución, a menudo mano a mano con la tecnología.
Salida de la Tierra nos enseñó que nuestro planeta es un sistema de conexiones, y que cualquier cambio producido en el sistema afecta potencialmente a todo el globo. Aunque la intención de las misiones del Programa Apolo era conocer más sobre la Luna, también nos mostraron los límites del lugar que habitamos. La visión de la Tierra como una nave espacial con sus ecosistemas interdependientes y sus recursos finitos se convirtió en icono de un emergente movimiento medioambiental preocupado por el impacto que producían en la naturaleza la industrialización y el aumento de la población.
Desde el espacio apreciamos un fino escudo proporcionado por nuestra atmósfera que permite que la vida florezca en la superficie de nuestro planeta. Las diferentes formas de vida eliminaron el dióxido de carbono y generaron oxígeno, dando origen a la atmósfera terrestre.
Crearon una extraña mezcla de gases si la comparamos con otros planetas, conformando una atmósfera con una capa protectora de ozono y una amalgama gaseosa que atrapa el calor y modera los picos máximos y mínimos de temperatura. Durante millones de años, esta particular composición ha permitido evolucionar a una gran diversidad de formas de vida, incluyendo (de manera relativamente reciente en esta etapa) al Homo sapiens.