Era 1642 y Abel Tasman estaba en una misiĆ³n.
El experimentado marinero neerlandĆ©s, que lucĆa un extravagante bigote, una tupida perilla y una inclinaciĆ³n por la justicia de mano dura (tratĆ³ de ahorcar a algunos de sus tripulantes por un arrebato ebrio) confiaba en la existencia de un vasto continente en el hemisferio sur… y estaba decidido a encontrarlo.
En aquel momento, esa parte del mundo todavĆa era en gran medida misteriosa para los europeos, pero tenĆan la creencia inquebrantable de que debĆa haber una gran masa de tierra allĆ, denominada de forma preventiva Terra Australis, para equilibrar su propio continente en el norte.
La fijaciĆ³n se remonta a la Ć©poca de la Antigua Roma, pero hasta el siglo XVII no iba a ponerse a prueba. Y asĆ, el 14 de agosto de 1642, Tasman zarpĆ³ de la base de su compaƱĆa en Yakarta, Indonesia, con dos barcos pequeƱos y se dirigiĆ³ al oeste, luego al sur, luego al este, y finalmente terminĆ³ en la Isla Sur de Nueva Zelanda.
Su primer encuentro con los maorĆes locales no fue bien: el segundo dĆa, varios remaron en una canoa y embistieron un pequeƱo bote que pasaba mensajes entre los barcos neerlandeses. Murieron cuatro europeos.
MĆ”s tarde, los europeos dispararon un caĆ±Ć³n contra 11 canoas mĆ”s; no se sabe quĆ© pasĆ³ con sus objetivos. Y ese fue el final de su misiĆ³n: Tasman nombrĆ³ al fatĆdico lugar Moordenaers Baij (BahĆa de los Asesinos), con poco sentido de la ironĆa, y navegĆ³ de vuelta a casa varias semanas despuĆ©s sin siquiera haber puesto un pie en esta nueva tierra.
Si bien creĆa haber descubierto el gran continente del sur, evidentemente, no era la utopĆa comercial que habĆa imaginado. No regresĆ³.(Para entonces, ya se conocĆa sobre Australia, pero los europeos pensaban que no era el continente legendario que estaban buscando. MĆ”s tarde, recibiĆ³ el nombre de Terra Australis cuando cambiaron de opiniĆ³n). Tasman no sabĆa que todo el tiempo habĆa tenido razĆ³n. Faltaba un continente.
En 2017, un grupo de geĆ³logos protagonizĆ³ titulares cuando anunciaron el descubrimiento de Zelandia (o Zealandia) āTe Riu-a-MÄui en el idioma maorĆā, vasto continente de 4,9 millones de kilĆ³metros cuadrados, aproximadamente seis veces el tamaƱo de Madagascar.
Aunque las enciclopedias, los mapas y los motores de bĆŗsqueda del mundo habĆan insistido durante mucho tiempo en que solo hay siete continentes, el equipo informĆ³ con confianza al mundo de que eso estaba mal.
Al final resulta que hay ocho. Y la Ćŗltima incorporaciĆ³n rompe todos los rĆ©cords, al ser el continente mĆ”s pequeƱo, mĆ”s fino y mĆ”s joven del mundo.
El problema es que el 94% estĆ” bajo el agua, con solo un puƱado de islas, como Nueva Zelanda, saliendo de sus profundidades oceĆ”nicas. Se habĆa estado escondiendo todo este tiempo.”Este es un ejemplo de cĆ³mo algo muy obvio puede tardar un tiempo en descubrirse”, dice Andy Tulloch, geĆ³logo del Instituto de InvestigaciĆ³n Crown de Nueva Zelanda GNS Science, que formĆ³ parte del equipo que descubriĆ³ Zelandia.Pero esto es solo el principio.
Cuatro aƱos despuĆ©s, el continente es tan enigmĆ”tico como siempre, con secretos celosamente guardados bajo 2 km de agua. ĀæCĆ³mo se formĆ³? ĀæQuĆ© vivĆa allĆ? ĀæY cuĆ”nto tiempo ha estado bajo el agua?
Un descubrimiento laborioso
De hecho, Zelandia siempre fue difĆcil de estudiar. MĆ”s de un siglo despuĆ©s de que Tasman descubriera Nueva Zelanda en 1642, el cartĆ³grafo britĆ”nico James Cook fue enviado en un viaje cientĆfico al hemisferio sur.
Sus instrucciones oficiales eran observar el paso de Venus entre la Tierra y el Sol, con el fin de calcular quƩ tan lejos estƔ el Sol.
Pero tambiĆ©n llevaba consigo un sobre sellado, que se le indicĆ³ que abriera cuando hubiera completado la primera tarea. Este contenĆa una misiĆ³n ultrasecreta para descubrir el continente sur, por donde posiblemente navegĆ³ directamente antes de llegar a Nueva Zelanda. Las primeras pistas reales de la existencia de Zelandia fueron recopiladas por el naturalista escocĆ©s Sir James Hector, quien asistiĆ³ a un viaje para inspeccionar una serie de islas frente a la costa sur de Nueva Zelanda en 1895.
DespuĆ©s de estudiar su geologĆa, concluyĆ³ que Nueva Zelanda es “el remanente de una cadena montaƱosa que formaba la cresta de una gran Ć”rea continental que se extendĆa hacia el sur y el este, y que ahora estĆ” sumergida”. A pesar de este avance inicial, el conocimiento de una posible Zelandia permaneciĆ³ oculto, y sucediĆ³ muy poco hasta la dĆ©cada de 1960.
“Las cosas suceden bastante lentamente en este campo”, explica a la BBC Nick Mortimer, geĆ³logo de GNS Science que dirigiĆ³ el estudio de 2017.En los aƱos 60, los geĆ³logos finalmente acordaron una definiciĆ³n de lo que es un continente: en tĆ©rminos generales, es un Ć”rea geolĆ³gica con una gran elevaciĆ³n, una amplia variedad de rocas y una corteza gruesa.
TambiĆ©n tiene que ser grande. “No puede ser una pieza pequeƱa”, dice Mortimer. Esto les dio a los geĆ³logos algo con lo que trabajar: si podĆan recopilar la evidencia, podrĆan probar que el octavo continente era real.
AĆŗn asĆ, la misiĆ³n se estancĆ³: descubrir un continente es complicado y costoso, y Mortimer seƱala que no habĆa urgencia.
Luego, en 1995, el geofĆsico estadounidense Bruce Luyendyk volviĆ³ a describir la regiĆ³n como un continente y sugiriĆ³ llamarla Zelandia.
A partir de ahĆ, Tulloch describe su descubrimiento como una curva exponencial.
Casi al mismo tiempo, entrĆ³ en vigor la ConvenciĆ³n de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que finalmente proporcionĆ³ una motivaciĆ³n de peso.
Establece que los paĆses pueden extender sus territorios legales mĆ”s allĆ” de su Zona EconĆ³mica Exclusiva, que alcanza los 370 km desde sus costas, para reclamar su “plataforma continental extendida”, con todas las riquezas minerales y petroleras que esto abarca. Si Nueva Zelanda pudiera demostrar que es parte de un continente mĆ”s grande, podrĆa aumentar su territorio seis veces.
De repente, hubo una gran cantidad de fondos para viajes para inspeccionar el Ć”rea y la evidencia se acumulĆ³ gradualmente. Con cada muestra de roca que se recogiĆ³, el caso de Zelandia mejorĆ³. El florecimiento final provino de datos satelitales, que se pueden usar para rastrear pequeƱas variaciones en la gravedad de la Tierra en diferentes partes de la corteza para mapear el fondo marino.
Con esta tecnologĆa, Zelandia es claramente visible como una masa deformada casi tan grande como Australia.
Cuando el continente finalmente se dio a conocer al mundo, abriĆ³ uno de los territorios marĆtimos mĆ”s importantes del mundo.
“Es genial”, dice Mortimer, “si lo piensas bien, cada continente del planeta tiene diferentes paĆses, [pero] solo hay tres territorios en Zelandia”.AdemĆ”s de Nueva Zelanda, el continente abarca la isla de Nueva Caledonia, una colonia francesa famosa por sus deslumbrantes lagunas, y los diminutos territorios australianos de la isla de Lord Howe y la pirĆ”mide de Ball.
Este Ćŗltimo fue descrito por un explorador del siglo XVIII como “no mĆ”s grande que un barco”.
Un misterio
Zelandia fue originalmente parte del antiguo supercontinente de Gondwana, que se formĆ³ hace unos 550 millones de aƱos y esencialmente agrupĆ³ toda la tierra en el hemisferio sur.
Ocupaba una esquina en el lado este, donde limitaba con otros, incluida la mitad de la AntĆ”rtida occidental y todo el este de Australia. Luego, hace unos 105 millones de aƱos, “debido a un proceso que aĆŗn no comprendemos completamente, Zelandia comenzĆ³ a alejarse”, dice Tulloch. La corteza continental suele tener unos 40 km de profundidad, significativamente mĆ”s gruesa que la corteza oceĆ”nica, que suele tener unos 10 km.
A medida que se tensĆ³, Zelandia terminĆ³ estirĆ”ndose tanto que su corteza ahora solo se extiende 20 km hacia abajo.
Con el tiempo, el continente, tan delgado como una ola, se hundiĆ³, aunque no al nivel de la corteza oceĆ”nica normal, y desapareciĆ³ bajo el mar. A pesar de ser fine y estar sumergido, los geĆ³logos saben que Zelandia es un continente debido al tipo de rocas que se encuentran allĆ.
La corteza continental tiende a estar formada por rocas Ćgneas, metamĆ³rficas y sedimentarias, como el granito, el esquisto y la piedra caliza, mientras que el fondo del ocĆ©ano suele estar compuesto por rocas Ćgneas como el basalto.
Pero aĆŗn quedan muchas incĆ³gnitas.
Los orĆgenes inusuales del octavo continente lo hacen particularmente intrigante y bastante desconcertante para los geĆ³logos.
Por ejemplo, todavĆa no estĆ” claro cĆ³mo se las arreglĆ³ Zelandia para mantenerse unida cuando es tan delgada; cĆ³mo no se desintegra en pequeƱos microcontinentes. Otro misterio es exactamente cuĆ”ndo terminĆ³ Zelandia bajo el agua, y si alguna vez, de hecho, consistiĆ³ en tierra firme.
Las partes que se encuentran actualmente sobre el nivel del mar son crestas que se formaron cuando las placas tectĆ³nicas del PacĆfico y Australia se arrugaron juntas.
Tulloch dice que la opiniĆ³n estĆ” dividida en cuanto a si siempre estuvo sumergida aparte de unas pocas islas pequeƱas, o si una vez fue tierra completamente seca. Esto tambiĆ©n plantea la cuestiĆ³n de quiĆ©n o quĆ© vivĆa allĆ. Con su clima templado y su rango de 101 millones de kilĆ³metros cuadrados, Gondwana fue el hogar de una gran variedad de flora y fauna, incluidos los primeros animales terrestres de cuatro extremidades y, mĆ”s tarde, una abundancia de los mĆ”s grandes que jamĆ”s habitaron la Tierra: los titanosaurios.
Entonces, ĀæpodrĆan las rocas de Zelandia estar repletas de sus restos conservados?
Un debate sobre los dinosaurios
Los animales terrestres fosilizados son raros en el hemisferio sur, pero los restos de varios se encontraron en Nueva Zelanda en la dĆ©cada de 1990, incluido el hueso de la costilla de un dinosaurio gigante de cola larga y cuello largo (un saurĆ³podo), un dinosaurio herbĆvoro con pico ( un hipsilofodonte) y un dinosaurio blindado (un anquilosaurio).
Luego, en 2006, se descubriĆ³ el hueso del pie de un gran carnĆvoro, posiblemente una especie de alosaurio, en las islas Chatham, a unos 800 km al este de la Isla Sur.
Fundamentalmente, todos los fĆ³siles datan de despuĆ©s de que el continente de Zelandia se separara de Gondwana.
Sin embargo, esto no significa necesariamente que hubiera dinosaurios deambulando por la mayor parte de Zelandia; estas islas pueden haber sido santuarios mientras que el resto se ahogĆ³, como estĆ” ahora.
“Existe un largo debate sobre esto, sobre si es posible tener animales terrestres sin tierra continua, y si sin ella, se habrĆan extinguido”, dice Sutherland. La trama se complica con uno de los habitantes mĆ”s extraƱos y queridos de Nueva Zelanda, el kiwi, un ave regordeta y no voladora con bigotes y plumas que aprecen pelos.
Curiosamente, no se cree que su pariente mĆ”s cercano sea el Moa āque es parte del mismo grupo, las ratites, y que viviĆ³ en la misma isla hasta su extinciĆ³n hace 500 aƱosā sino el ave elefante gigante, que acechaba los bosques de Madagascar hasta hace tan solo 800 aƱos.El hallazgo ha llevado a los cientĆficos a creer que ambas aves evolucionaron de un antepasado comĆŗn que viviĆ³ en Gondwana.
TardĆ³ 130 millones de aƱos en romperse por completo, pero cuando lo hizo, dejĆ³ fragmentos que desde entonces se han esparcido por todo el mundo, formando AmĆ©rica del Sur, Ćfrica, Madagascar, AntĆ”rtida, Australia, la PenĆnsula ArĆ”biga, el subcontinente indio y Zelandia.
Esto, a su vez, sugiere que al menos parte de Zelandia ahora sumergida permaneciĆ³ todo el tiempo sobre el nivel del mar.
Hace unos 25 millones de aƱos, se cree que todo el continente, incluso posiblemente la totalidad de Nueva Zelanda, se hundiĆ³ bajo el agua.
“Se pensĆ³ que todas las plantas y animales debieron haber colonizado despuĆ©s”, dice Sutherland. ĀæEntonces quĆ© pasĆ³?
Aunque no es posible recolectar fĆ³siles del fondo marino de Zelandia directamente, los cientĆficos han estado sondeando sus profundidades mediante perforaciones.
“En realidad, los fĆ³siles mĆ”s Ćŗtiles y distintivos son los que se forman en los mares muy poco profundos porque dejan un registro”, dice Sutherland. “Hay trillones y trillones de fĆ³siles diminutos que son muy distintivos”.En 2017, un equipo llevĆ³ a cabo los estudios mĆ”s extensos de la regiĆ³n hasta el momento y perforĆ³ mĆ”s de 1.250 metros en el lecho marino en seis sitios diferentes.
Los nĆŗcleos que recolectaron contenĆan polen de plantas terrestres, asĆ como esporas y caparazones de organismos que vivĆan en mares cĆ”lidos y poco profundos.”Si tienes agua a10 metros de profundidad o algo asĆ, entonces hay una buena probabilidad de que tambiĆ©n haya tierra alrededor”, dice Sutherland, quien explica que el polen y las esporas tambiĆ©n apuntan a posibilidad de que Zelandia no estuviera tan sumergida como se pensaba.
Un giro (literal)
Otro misterio persistente se puede encontrar en la forma de Zelandia.”Si miras un mapa geolĆ³gico de Nueva Zelanda, hay dos cosas que realmente destacan”, dice Sutherland.
Una de ellos es Alpine Fault, un lĆmite de placa que corre a lo largo de la Isla Sur y que se puede ver desde el espacio.
La segunda es que la geologĆa de Nueva Zelanda, asĆ como la del continente en general, estĆ” extraƱamente torcida.
Ambos estĆ”n divididos en dos por una lĆnea horizontal, que es donde se encuentran las placas tectĆ³nicas del PacĆfico y Australia.
En este punto exacto, parece que alguien hubiera tomado la mitad inferior y la hubiera torcido, de modo que no solo las cintas de roca previamente continuas ya no se alinean, sino que estĆ”n casi en Ć”ngulos rectos.Una explicaciĆ³n fĆ”cil para esto es que las placas tectĆ³nicas se movieron y de alguna manera las deformaron. Pero exactamente cĆ³mo o cuĆ”ndo sucediĆ³ aĆŗn estĆ” totalmente sin resolver.”Hay varias interpretaciones, pero esto es algo bastante desconocido”, dice Tulloch.Sutherland explica que es poco probable que el continente revele todos sus secretos en el corto plazo.
“Es bastante difĆcil hacer descubrimientos, cuando todo estĆ” a 2 km bajo el agua y las capas que necesita muestrear estĆ”n a 500 metros debajo del lecho marino”, dice.
“Es realmente un desafĆo salir y explorar un continente como ese. Por lo tanto, se necesita mucho tiempo, dinero y esfuerzo para ir y estudiar las regiones”. Cuando menos, el octavo continente del mundo seguramente muestra que, casi 400 aƱos despuĆ©s de la bĆŗsqueda de Tasman, todavĆa hay mucho por descubrir.