Las calles de estas ciudades europeas como París, Barcelona y Groningen lideran una revolución urbana que prioriza a peatones y ciclistas sobre los automóviles, combatiendo contaminación y recuperando espacios públicos. Expertos, urbanistas y movimientos ciudadanos impulsan modelos que redefinen la movilidad sostenible.
Groningen: el modelo holandés que inspira al mundo
En los años 70, Groningen (Países Bajos) dividió su centro en cuatro zonas inaccesibles para coches, permitiendo solo tránsito peatonal o en bicicleta. Hoy, es referente de habitabilidad. “El principio de distancias cortas —tener servicios esenciales a 15 minutos— lo aplicamos hace 20 años”, explica un planificador local. La ciudad ahora transforma barrios periféricos, consultando a vecinos: “¿Quieren calles para niños o para estacionar?”. El 70% prefiere espacios verdes y sociales, según consultas municipales.
Barcelona y las supermanzanas: liberando espacio público
Barcelona convirtió 1 millón de m² de asfalto en plazas y zonas peatonales mediante supermanzanas: grupos de manzanas cerradas al tráfico de paso. “Liberamos el 70% del espacio público reduciendo solo un 15% los coches”, destaca Janet Sands, responsable de urbanismo. El proyecto incluye Bicibús, rutas escolares en bicicleta que los viernes bloquean coches. Aunque comerciantes como Olga critican el aumento de tiempos de desplazamiento, el 60% de los vecinos aprueban los cambios, según encuestas municipales.
París y la ciudad de 15 minutos: un nuevo paradigma climático
La alcaldesa Anne Hidalgo impulsa desde 2014 convertir París en una “ciudad de 15 minutos“, donde todo esencial esté a un cuarto de hora a pie o en bici. Carlos Moreno, urbanista del proyecto, explica: “Reducimos CO2 y devolvemos calles a las personas”. Ejemplos incluyen la Rue de Rivoli —antes colapsada—, ahora con carriles exclusivos para ciclistas, y planes para reverdecer los Campos Elíseos, actualmente “una autopista ruidosa evitada por parisinos”, según Rosan Mentzel, experta en clima.
Desafíos y resistencia al cambio en ciudades europeas
Las transformaciones generan tensiones. En Barcelona, Nuria del sector turístico advierte: “No podemos elegir entre ecología y economía”. En París, reducir coches junto al Sena provocó conflictos políticos. Marco te Brommelstroet, experto en movilidad, reconoce: “Algunos pierden privilegios, pero los niños llevan décadas sin libertad en calles peligrosas”. La clave, según él, es “dar voz a la mayoría silenciosa que quiere ciudades habitables“.
Ciencia vs. ideología: el futuro de las ciudades europeas
Urbanistas insisten en basar cambios en datos. En París, el “efecto isla de calor” —temperaturas hasta 10°C más altas que en zonas rurales— se combate con más vegetación y menos asfalto. “No prohibimos coches por ideología, sino por evidencia científica“, afirma Mentzel. Mientras Groningen proyecta su modelo al 2050, Barcelona avanza hacia 2030 con metas claras: más transporte público, ejes peatonales y vehículos no contaminantes.
La reconquista de las calles ya muestra frutos: plazas donde antes había tráfico, niños pedaleando seguros, comunidades reconectadas. Pero el camino es largo. Como resume te Brommelstroet: “La mejor oportunidad fue ayer; la segunda es hoy”. El siglo XXI exige ciudades donde el aire limpio y el espacio compartido sean derechos, no lujos.