El árbol más viejo del mundo tiene 5.067 años. Es decir, exstía antes que los egipcios construyeran las primeras pirámides, por eso su ubicación es un secreto. El Servicio Forestal de Estados Unidos se niega a revelar sus coordenadas exactas para evitar vandalismos.
Ciertamente, sería una aberración encontrar los nombres de una pareja pasajera tatuados en la corteza de estos árboles milenarios.
Los pinos longevos residen en altas altitudes por encima de los 3 mil metros, en tierras áridas y rocosas azotadas por gélidos vientos.
A lo largo de los años, estas condiciones adversas los han convertido en una especie curtida, fuerte y, sobre todo, duradera.
Paradójicamente, la naturaleza les ha otorgado un aspecto moribundo. El tronco retorcido está cubierto por una capa gruesa de resina que lo protege de la putrefacción, de parásitos y hongos. Por el contrario, el chispazo de un relámpago puede prender la corteza resinosa.
Afortunadamente, el fuego no suele acabar con estos pinos y aún menos con el bosque: su capacidad de recuperación es notable y el fuego no suele propagarse debido a que hay una distancia considerable entre ellos.