Los 30 000 zorros voladores de cabeza gris del parque Yarra Bend, a las afueras de Melbourne, Australia, habían vivido una primavera temprana y normal.
En septiembre y octubre —primavera en Australia y temporada de parto principal de estos pteropódidos de casi 30 centímetros—, muchos de los zorros voladores habían vuelto al parque tras haber migrado durante el invierno. Las hembras daban a luz a sus crías con normalidad, según el biólogo Stephen Brend, que se encarga de supervisar a los zorros voladores de cabeza gris de la provincia de Victoria, incluidos los del parque Yarra Bend, que alberga una colonia considerable. Todo era rutinario.
«Entonces empezó el horror», afirma Brend. «El calor aumentó demasiado rápido».
Los zorros voladores estaban sucumbiendo al calor extremo e incesante que asedió Melbourne en diciembre. Durante los tres días previos al día de Navidad, cuando las temperaturas superaron los 43 grados, perecieron en el parque 4500 zorros voladores de cabeza gris: el 15 por ciento de la población de la colonia.
La tragedia para los zorros voladores del parque refleja las escenas de la fauna que sufre por todo el país y pone de relieve los peligros del calor extremo, que para algunas especies puede resultar tan letal como el fuego. Grandes o pequeños, rápidos o lentos, los animales endémicos de Australia son víctimas de las olas de calor y los incendios que arrasan el país a una escala sin precedentes. Este es el verano más caluroso y seco en Australia desde que se tienen registros. Conforme el planeta se calienta, aumenta la frecuencia de los incendios a gran escala y las temporadas de incendios se alargan.