México: 40 familias se unen para salvar un bosque, que ahora es refugio de las luciérnagas

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Como si anunciara que está a punto de suceder un gran espectáculo, la luminosidad de un relámpago rompe por un segundo la oscuridad. La lluvia es constante y tenue. Minutos después, miles de luciérnagas iluminan los senderos e inician su ritual de apareamiento que cada verano ocurre en el bosque Piedra Canteada, en el estado de Tlaxcala.

Los minúsculos insectos —de entre cinco y 25 milímetros— vuelan entre los grandes árboles de oyamel, pino y encino que dan forma al bosque templado, su hábitat permanente gracias a la humedad y la alimentación que les ofrece durante su etapa de larvas. Cuando llegan a la edad adulta, las luciérnagas (lampyridae) iluminan el lugar.

El bosque Piedra Canteada, que ocupa una superficie de 630 hectáreas del municipio de Nanacamilpa, pertenece a 40 familias del ejido de San Felipe Hidalgo, en la zona centro de México.

Hace tres décadas, los integrantes de estas familias se organizaron e iniciaron una lucha para poder adquirir estas tierras forestales y dar forma a un proyecto que les permitiera crear sus propias fuentes de empleo. Consiguieron su objetivo: hoy tienen un proyecto integral que les permite obtener recursos económicos del aprovechamiento sustentable de los recursos naturales. La mejor muestra de su logro es la presencia de las luciérnagas que vuelan parpadeantes en su bosque.

Bosque de Piedra Canteada, en Tlaxcala, México

La batalla por la propiedad común

Para las 40 familias que se lanzaron a la aventura de tener un bosque, no fue sencillo adquirir los terrenos forestales que, durante mucho tiempo, fueron aprovechados por gente que no era de la zona.

Juan José Morales Pérez, quien es uno de los integrantes de las 40 familias, cuenta que hace poco más de cuatro décadas el hijo del exgobernador de Tlaxcala, Isidro Candia, decía ser el dueño del bosque y ocupaba a dos o tres personas de la comunidad para los recorridos de vigilancia; cuando extraía madera, traía a trabajadores de otro lugar.

“Pero cuando había incendios toda la comunidad acudía; yo lo hice cuando tuve la edad. Aunque el bosque no era de nosotros, apoyamos por el cariño y el amor que le teníamos”, relata Juan José.

A finales de la década de los ochenta, integrantes de las 40 familias se acercaron a la Secretaría de la Reforma Agraria para solicitar que se les permitiera realizar aprovechamiento del bosque. Pero la respuesta que recibieron fue que no era posible, porque ninguno de ellos era ejidatario o comunero.

“Solo éramos un grupo de familias haciendo alusión a nuestro derecho al trabajo. El gobierno nos decía que debíamos ser un grupo anexado al ejido de San Felipe Hidalgo, de donde somos originarios”, platica Juan José.

El colectivo intentó convencer a los ejidatarios de San Felipe Hidalgo de que los incluyeran para una ampliación de su núcleo agrario. Su petición fue negada. La opción que encontraron fue crear una Sociedad de Solidaridad Social, alternativa legal que les permitía obtener un patrimonio de carácter colectivo o comunitario y realizar actividades comerciales.

Las sociedades de este tipo, según la Ley de 1976, tienen el objetivo de crear fuentes de trabajo; además, permiten que sus socios realicen aprovechamiento de los recursos naturales, así como la producción, industrialización y comercialización de bienes y servicios que sean necesarios para obtener beneficios comunes y, a la vez, resguardar la riqueza forestal del país.

Bajo estas premisas, en 1990, se creó Piedra Canteada Sociedad de Solidaridad Social. Sus fundadores, señala Juan José, fueron 64 habitantes de San Felipe Hidalgo; cada uno recibió un certificado de socio, el cual puede heredarse a su cónyuge, hijas o hijos o, en su caso, a la persona con quien haya hecho vida común.

Juan José Morales Pérez, quien hoy es el presidente del Comité Ejecutivo de la Sociedad de Solidaridad Social Piedra Canteada, cuenta que el siguiente paso fue realizar los trámites para adquirir las 630 hectáreas de bosque.

El supuesto dueño de los terrenos forestales no pudo acreditar la propiedad, así que los pobladores lograron comprar al Estado el bosque. Ahora, cuentan con una escritura pública otorgada por el Registro Nacional de la Propiedad.

“Cuando nos lo entregaron —recuerda Juan José— el lugar estaba totalmente depredado, no se hacían los trabajos conforme a las normas. Ahora ya lo recuperamos”. Desde 1990, los dueños del bosque han realizado trabajos de conservación y restauración de suelo, reforestaciones, mantenimiento de caminos y apertura de brechas cortafuego. “Podemos presumir que hace 20 años no tenemos un incendio, solo un conato”, comenta con orgullo.

Un refugio para los “bichos de luz”

Es un día de finales de julio cuando Juan José platica la historia de Piedra Canteada. También recuerda que desde niño miraba a los “bichos de luz”, como les dicen a esos insectos que tienen la capacidad de bioluminiscencia, es decir, pueden generar luz fría.

“Siempre he visto luciérnagas; para mí es normal mirarlas. Yo nací, crecí y ojalá me muera acá”, dice Juan José. Y como si fuera un biólogo, explica que el crecimiento de la mancha urbana ha reducido su hábitat.

El avistamiento dura alrededor de una hora y no se da con la misma intensidad en toda la extensión del bosque. En la parte más alta, los destellos de luz se observan en menor cantidad. “No sé por qué. A pesar de que hay mucha información sobre las luciérnagas, también hay cosas que no se saben”, comenta Juan José.

En eso coincide el doctor Santiago Zaragoza Caballero, investigador del Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En su más reciente artículo, el especialista en luciérnagas destaca que a pesar de ser muy llamativas, por su capacidad de bioluminiscencia, su estudio taxonómico, biológico y ecológico es aún pobre en todo el mundo.

Bosque de Piedra Canteada, en Tlaxcala, México.

El entomólogo resalta que a estos insectos, de la familia lampyridae, se les puede encontrar sobre todo en las zonas relativamente húmedas. A nivel mundial se han documentado alrededor de 2200 especies incluidas en 110 géneros.

En México hay registros de alrededor de 200 especies de luciérnagas presentes, sobre todo, en tres estados: Veracruz, Oaxaca y Chiapas. En un reciente artículo, titulado “Luciérnagas del centro de México”, publicado en la Revista Mexicana de Biodiversidad, Zaragoza Caballero documenta 37 nuevas especies presentes en la Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo, Morelos, Puebla y en Tlaxcala, estado donde se encuentra el bosque de Piedra Canteada.

Fernando Arce, entomólogo del Instituto Politécnico Nacional, destaca que la presencia de luciérnagas y, sobre todo que exista una población importante, es un indicador de la buena salud del bosque.

Las luciérnagas, destaca, habitan Piedra Canteada porque sus propietarios decidieron no seguir con una actividad maderable sin control.

Trabajo colectivo en el bosque

Una vez que los integrantes de la sociedad lograron adquirir el bosque, los socios iniciaron su trabajo. Entre las acciones que han realizado está un Programa de Manejo, el cual fue aprobado en 2013 por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y tiene una vigencia de diez años.

En el programa se establece en qué áreas se puede realizar aprovechamiento maderable y cuánta madera se puede extraer, sin afectar el bosque. El año pasado, de acuerdo con los informes del directivo, se aprovecharon 62 hectáreas, de las que se obtuvieron 1500 metros cúbicos de oyamel, 800 de pino y 600 de encino.

Los socios parecen estar alertas siempre a las oportunidades. En 1996 compraron un aserradero que fue propiedad del gobierno estatal y que dejó de operar en 1988, por lo que estuvo abandonado mucho tiempo.

Bosque de Piedra Canteada, en Tlaxcala, México.

El aserradero está cerrado por la crisis sanitaria provocada por el COVID-19. Antes de la pandemia, ahí trabajaban ocho personas que transformaban la madera en tablas, polines y vigas, dándole un valor agregado a la madera en rollo que se obtiene del bosque.

En esta sociedad se asume, de alguna manera, que el bienestar individual se deriva del bienestar común. Aunque los socios podrían dividir las hectáreas del bosque, decidieron que trabajar en conjunto es mejor.

Con esa idea de colectividad, y para diversificar las actividades económicas, en 2002 destinaron ocho hectáreas del bosque para desarrollar un proyecto de ecoturismo que tiene como protagonistas a las luciérnagas. Esta iniciativa fue la primera que se desarrolló en el estado de Tlaxcala.

El ecoturismo les permitió crear ocho empleos fijos. Cada verano, durante la temporada de avistamiento de luciérnagas, contratan a cerca de 120 personas para trabajar como camareras, cocineros, meseros y ayudantes en general. Además, dan trabajo a 60 guías que orientan a los visitantes en el recorrido por los senderos del bosque.

Bosque de Piedra Canteada, en Tlaxcala, México.

Beneficios ambientales y sociales

En mayo pasado, los propietarios de Piedra Canteada obtuvieron la certificación del Forest Stewardship Council (FSC), organización no gubernamental global dedicada a promover el manejo responsable de los bosques a nivel mundial.

La coordinadora de desarrollo de negocios de la FSC-México, Tania Libertad Caro Linares, explica que esta certificación se otorga cuando se cumple con los principios básicos en el manejo forestal, los cuales además de garantizar que se produce madera en forma sustentable, también se evalúa el respeto a los derechos laborales, la equidad de género y la transparencia.

“Se toma en cuenta que las personas dueñas de los bosques o quienes se sostienen de él, vivan de manera digna y hagan un manejo responsable, para que se pueda seguir en los siguientes años”, señala.

La certificación de FSC no es un premio —aclara el presidente del Comité Ejecutivo de Piedra Canteada—, es un reconocimiento que tiene un proceso en el que se evalúan 130 criterios para garantizar que sus productos tienen su origen en un bosque bien manejado y que proporciona beneficios ambientales, así como sociales y económicos para todos los socios y, en forma indirecta, a las poblaciones vecinas.

Eliseo Guzmán Brindis es uno de los socios de Piedra Canteada, tiene 62 años y trabaja como velador del centro ecoturístico desde hace un año. En las mañanas, cuenta, le gusta caminar por el bosque con su rifle sobre el hombro; a veces, recolecta hongos de los senderos.

En sus inicios, la sociedad estaba integrada por 64 socios, pero el padrón se actualizó: ahora “somos 40 propietarios”, dice el presidente con cierta reserva. Don Eliseo es franco y explica que el grupo se redujo, en parte, por algunas malas prácticas que se tuvieron en administraciones anteriores; como consecuencia, los socios fueron suspendidos. Otros socios fallecieron.

Eliseo destaca que, gracias a una mayor vigilancia, han logrado superar los problemas y ahora, además del trabajo sustentable, tienen mayor transparencia de los recursos forestales y económicos. Además, han logrado contagiar con su ejemplo a otros ejidos que ahora también impulsan el ecoturismo y el avistamiento de luciérnagas. Pero, aclara, Piedra Canteada fue el primero en hacerlo.

Piedra Canteada-Tlaxcala-México

COVID impone nuevos retos

En este 2020, Piedra Canteada tuvo que poner en pausa su centro de ecoturismo como consecuencia de la pandemia del COVID-19. El 15 de marzo fue el último día que recibieron a los visitantes a su bosque.

La temporada del avistamiento de luciérnagas, que sucede en los meses de junio, julio y durante las primeras semanas de agosto, se canceló. Los socios de Piedra Canteada no se desaniman. Ahora, se han impuesto un nuevo reto.

“Estamos pensando en una certificación en salud. Todos sabemos que vamos a tener una nueva realidad y las exigencias son mayores, pero haremos lo necesario por la seguridad de los visitantes nacionales e internacionales”, dice Juan José.

Las luciérnagas ocupan unas 40 hectáreas del bosque; en una temporada normal de avistamiento los visitantes caminan entre los senderos para disfrutar los destellos y la sincronización de sus luces.

Elías Ledezma y Ricardo Guella son dos jóvenes que llegaron a Tlaxcala, desde León, Guanajuato, sin saber que el centro ecoturístico de Piedra Canteada estaba cerrado. El esfuerzo de su viaje tiene una recompensa: logran mirar a las luciérnagas.

Bosque de Piedra Canteada, en Tlaxcala, México.

El presidente de la sociedad anticipó que el avistamiento comenzaría a las 20:30. Y sí, a esa hora los insectos empiezan a iluminar el lugar; cada vez son más. De forma sincronizada forman un circuito de luces que otorga una atmósfera especial al bosque.

—¡Estoy alucinando! —se escucha en medio de la lluvia que cae sobre la tierra roja de este bosque.

—Todavía van a salir más —dice Juan José y asegura que el espectáculo natural durará varios minutos más.

Esta noche se miró al 80 por ciento de las luciérnagas que normalmente llegan, según los cálculos del presidente. Con esta cifra se puede decir que fue un buen avistamiento.

Para Elías y Ricardo fue un gran espectáculo; cuentan que en Tailandia también miraron luciérnagas, pero eran menos, nada comparado con las que iluminaron este bosque comunitario de Piedra Canteada: “Hoy hasta lloramos de la emoción”.

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