Casi mil millones de personas viven en zonas montañosas, y más de la mitad de la población del planeta depende de las montañas para abastecerse de agua, alimentos y energía renovable. Sin embargo, las montañas están amenazadas por el cambio climático, la degradación de los suelos, la sobreexplotación y los desastres naturales, con consecuencias potencialmente devastadoras y de largo alcance, tanto para las comunidades de montaña como para el resto del mundo.
Las montañas son los primeros indicadores del cambio climático y, a medida que el globo terráqueo se calienta, los habitantes de las alturas —entre los más hambrientos y pobres del mundo— se enfrentan a más dificultades para sobrevivir. El aumento de las temperaturas también significa que los glaciares de montaña se derriten a niveles sin precedentes, afectando los suministros de agua dulce de millones de personas. Las gentes de las montañas han acumulado, sin embargo, una gran cantidad de conocimientos y estrategias a lo largo de generaciones para adaptarse a la variabilidad climática.
El calentamiento global, la variabilidad climática y los desastres inducidos por el clima, combinados con la marginación política, económica y social, aumentan la vulnerabilidad de los pueblos de las montañas frente a la escasez de alimentos y la pobreza extrema. Actualmente, se estima que en los países en desarrollo uno de cada tres habitantes de las montañas sufre inseguridad alimentaria. Como consecuencia, la migración aumenta tanto hacia el extranjero como hacia centros urbanos. Quienes permanecen son a menudo las mujeres, que se quedan al cuidado de los cultivos y el ganado;sin embargo, cuentan con escaso acceso a los créditos, la formación y los derechos de tenencia de la tierra. Esta emigración también da lugar a una pérdida inestimable de servicios que obtenemos del ecosistema y de la diversidad cultural y agrobiológica. Las inversiones y las políticas pueden aliviar las duras condiciones de vida de las comunidades de montaña y revertir las tendencias migratorias.
Las montañas están presentes en la Agenda 2030, sin embargo, a menudo nos olvidamos de ellas. Teniendo en cuenta la función fundamental que desempeñan en la suministración de bienes y recursos del ecosistema esenciales para el planeta y su vulnerabilidad frente al cambio climático, debemos intensificar los esfuerzos y aumentar la atención sobre las montañas.