Turbinas de viento, paneles solares fotovoltaicos, sistemas hidroeléctricos y de biomasa. Todos estos sistemas de energía renovable son los que suministran energía a Wildpoldsried, un pequeño pueblo de 2600 habitantes situado en la zona de Baviera en Alemania.
Los habitantes de esta aldea se dedican mayoritariamente a la ganadería lechera y la decisión de ser autosufientes surgió de una iniciativa ciudadana. Los ganaderos no querían continuar quemando diésel para tener calefacción. Pusieron en marcha la transformación en 1997 y ahora, después de 20 años, producen 6 veces más energía de la que necesitan y venden su superávit al tendido eléctrico nacional.
Fué Wendelin Einsiedler, un ganadero particular, quien inició el proyecto. este se construyó su propio generador de biogás, instaló paneles solares y planeó e instaló la primera turbina de viento del pueblo. Él lo hizo con su propio dinero pero esta incitó a otros vecinos a invertir su dinero en el proyecto de turbinas eólicas y así iniciaron una compañía.
En 1999, el gobierno local hizo una consulta que llamó “Wildpoldsried Innovativ richtungsweisend”, Liderazgo de Innovación para Wildpoldsried (WIR-2020, por sus siglas en alemán) en el que se le preguntó a la ciudadanía qué proyectos visualizaban para el año 2020.
La gran mayoría de los vecinos de Wildpoldsried se mostró favorable al proyecto y empezó así un cambio energético que en tan solo 14 años ya producía 3 veces más energía de la que necesitaban.
Wildpolsried supo aprovecharse de los subsidios en energías renovables que se disfrutaron en el país germano en los años noventa, y ahora, cuando estas ayudas se están recortándose, ya tienen el trabajo hecho.
Todo el proyecto comprende 11 turbinas eólicas con capacidad de 12 megavatios, y 2.100 metros cuadrados de paneles solares fotovoltaicos.
Además de aprovechar el sol y el viento, el pueblo tiene una tubería de 4km que lo cruza para transportar combustible que se genera en una planta de biogás. Con 70 vacas, las cantidades de estiércol son suficientes como para producir gas, junto con el maíz que se cultiva en la misma localidad, y que sirven para generar electricidad. Con el calor residual, pueden calentar el agua de sus hogares. Cuando su capacidad de abastecimiento se superó, Siemens y un par de universidades participaron en el diseño de una red para monitorear la distribución de energía.
Aprovechando el viento y los excrementos de las vacas, dos de sus principales activos, Wildpoldsried ha protagonizado una revolución energética que ha enriquecido a sus vecinos y admirado a medio mundo.
Además, lo ha hecho sin tener nada que ver con decisiones políticas, sólo les ha hecho falta el impulso y la organización ciudadana.