Iban a por metano y volvieron con hidrógeno blanco. Hace no mucho, mientras trabajaban en Lorena para evaluar los niveles de gas metano ocultos en el subsuelo de la región, un equipo de investigadores franceses se topó con un descubrimiento tan inesperado como prometedor: hidrógeno blanco. Mucho, muchísimo, una gran bolsa de hidrógeno natural que, al menos según sus estimaciones iniciales, podría convertirse en el mayor depósito de este tipo de gas conocido hasta la fecha.
El azar ha demostrado una vez más el importantísimo papel que desempeña en la historia de la ciencia y tecnología. Mientras el equipo de Jaques Pironon y Philippe de Donato, ambos de la Universidad de Lorena y el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS), inspeccionaba la región de Lorena para evaluar los niveles de metano del subsuelo y decidir si su explotación resultaría viable, se toparon con otra cosa: hidrógeno natural en una concentración tal que creen haber dado con el mayor depósito del mundo.
Pero… ¿Tan grande es? Sí. Al menos según las estimaciones iniciales, en las que los investigadores todavía deberán trabajar. Los datos los han presentado los propios Pironon y de Donato en The Conversation: al analizar los estratos rocosos y depósitos de metano descubrieron una elevada proporción de hidrógeno, con un nivel de concentración que parecía aumentar a medida que se descendía.
A 1.100 metros bajo tierra se alcanzaba un 14% de hidrógeno y a 1.250 el 20%, lo que ha llevado a los expertos a especular con que a 3.000 m el contenido podría superar el 90%. Con los datos obtenidos a 1.100 m han concluido también que el depósito de Lorena podría contener hasta 46 millones de toneladas de hidrógeno blanco. Ambos expertos hablan ya del depósito de hidrógeno natural “más grande del mundo” y recuerdan que si finalmente se confirman sus cálculos, el yacimiento equivaldría a más de la mitad de la producción anual de hidrógeno gris.
¿Cómo lo han encontrado? Jacques Pironon y Philippe de Donato son los primeros en reconocer que no estaban buscando un yacimiento de hidrógeno, pero si el hallazgo de Lorena ha sido posible es gracias, en buena medida, a la tecnología que usaron en su expedición. Su propósito era otro, ligeramente distinto: evaluar el nivel de gas metano que se oculta en el subsuelo de Lorena y calcular su cantidad para, al final, determinar si su producción local podría resultar o no viable.
Y para ese propósito se dotaron de la sonda SysMoG, una herramienta que les permitió analizar el gas disuelto en agua en formaciones rocosas de hasta 1.200 m de profundidad. Con esos recursos comprobaron la concentración de hidrógeno.
Los resultados son prometedores, pero queda todavía trabajo por delante. En su artículo de The Conversation los expertos del CNRS se muestran de hecho tan entusiasmados con los resultados como cautos al presentarlos: aclaran que el cálculo total de 46 millones de toneladas de hidrógeno es resultado de su modelo y en el propio titular y arranque de la crónica recurren al condicional para evitar afirmaciones tajantes: “En el subsuelo de la región podría esconderse la mayor reserva mundial del gas conocida hasta ahora”.
¿Qué es el hidrógeno blanco? Hidrógeno que se genera de forma natural y surge en el subsuelo debido —detalla el Servicio Geológico Colombiano— “debido a la interacción del agua con las rocas y otro tupo de reacciones químicas”. Esa peculiar etiqueta cromática, la de “blanco”, nos ayuda entre otras cuestiones a conocer mejor el origen del gas y valorar su posible impacto medioambiental frente al resto de tipos de hidrógeno, cada uno identificado por un color diferente.
No es extraño leer por ejemplo sobre el hidrógeno “negro o marrón”, que necesita combustibles no renovables; el “gris” o “azul”, que recurren al gas natural, aunque con procesos sensiblemente distintos que difieren en su huella de carbono final; y sobre todo el “verde”, producido con la electrolisis del agua y que destaca por estar libre de CO2. En el mapa del hidrógeno blanco destaca Mali, donde se localiza el pozo de Bourakébougou, con una producción anual de cinco toneladas.