La demanda mundial de petróleo alcanzó a 100 millones de barriles por día (b/d) en diciembre de 2019, récord histórico. Significa que ha aumentado 62% desde 1986 (ascendió entonces a 61.6 millones b/d); y al ritmo actual (6% anual), treparía a 121 millones b/d en 2040, según la Agencia Internacional de Energía.
Este auge monumental responde al crecimiento de la demanda del mundo emergente, ante todo China, convertida en la principal consumidora e importadora global: la República Popular importó 13 millones b/d en 2019.
Esto ocurre cuando el sistema global enfrenta al mismo tiempo el desafío del cambio climático (calentamiento de la atmósfera), que se revela en el hecho de que la temperatura promedio del planeta ha aumentado un grado centígrado “…desde los tiempos pre-industriales” (Acuerdo de París/2016), a contar a partir de la 2da Revolución Industrial (1873/1970)”, centrada en el motor de combustión interna y en la expansión de la industria automotriz; y cuyo insumo básico han sido los combustibles de origen fósil (fundamentalmente el petróleo). Ahora se prevé que la temperatura promedio global se incrementará dos grados al finalizar el siglo.
El cálculo del “Panel Intergubernamental en Cambio Climático” de Naciones Unidas (IPCC) es que un calentamiento de la atmósfera de 1.5° grados —que se alcanzaría en 2049/2050— provocaría necesariamente “daños irreversibles” en el planeta, con una multiplicación de eventos extremos cuya intensidad afectaría la estabilidad del sistema.
La situación actual es un preaviso de lo que viene: EE.UU. experimentó en 2019 el año más cálido de la última década; y el número de tornados en el Medio Oeste —con epicentro en Kansas— superó los 1.000 en los meses de julio y agosto, el mayor nivel de la historia desde que se llevan registros (1854).
Australia ha sufrido en los últimos dos años una combinación catastrófica de incendios masivos y sequías extremas, en especial en la zona Centro-Este del continente, la más productiva y poblada del país (Melbourne/Sidney/Canberra). Las humaredas provocadas por los fuegos australianos adquirieron una magnitud global, con proyección en Asia, Europa y América del Sur: se vieron en Buenos Aires.
Más de 85% de la demanda energética global es cubierta por combustibles de origen fósil (petróleo, 34% del consumo mundial; carbón, 27%, y 24% el gas natural); y la participación del crudo es creciente porque abastece en forma excluyente el sistema de transporte en el mundo.
El parque automotor mundial — autos, camiones, y otros vehículos terrestres— consume más de 40% de la demanda global de crudo; si se le suman las aeronaves, barcos y ferrocarriles, representa más de 60% del total.
El stock mundial de automotores alcanzó a 1.300 millones de unidades en 2019, con EE.UU. largamente a la cabeza (840 millones de vehículos), casi tres veces la población norteamericana. Pero la mayor tasa de crecimiento del parque automotor corresponde a China (13% anual), que produjo y vendió 24 millones de unidades el año pasado, con un stock que alcanzó a 340 millones de vehículos.
El dato estratégico central del auge de la demanda mundial de energía es que se duplicará en los próximos 20 años; y que 80% de ese incremento corresponde a los países emergentes, China e India en primer lugar.
Responde a un proceso profundamente determinista: el ingreso per cápita de la población china (1.440 millones de habitantes/US$10.000 anuales) se duplica cada 8 años. Es un fenómeno imparable que ha desatado el boom de consumo más elevado de la historia (US$7.4 billones en 2019); y que se extiende a toda Asia en los próximos 10 años (3.500 millones de habitantes).
En resumen, la demanda energética mundial explota, al tiempo que crece sistemáticamente la temperatura del planeta, en una situación que puede considerarse a la vista como nítidamente catastrófica; y sin embargo… La República Popular encabeza la Cuarta Revolución Industrial (informatización de la manufactura y los servicios) junto con EE.UU.; y al fundarse en el conocimiento y el “capital humano” antes que en el capital y el trabajo, reduce sistemáticamente la intensidad energética por unidad de producto a medida que se despliega.
Por eso ha logrado disminuir en más de 40% la intensidad energética de la producción en los últimos 10 años, y ha limpiado de polución los cielos de los grandes centros urbanos, en primer lugar, Beijing.
Es un proceso sinónimo de expansión de la economía digital (40% del PBI), que crece 12,2% anual, el doble del PBI nominal (6.2% en 2019); y que sería 50% del producto en 2023, para trepar a más de 90% en 2030.
Esto hace que China se haya transformado en la mayor reducidora de la emisión de dióxido de carbono del sistema mundial, junto con EE.UU., que la precedió en el liderazgo de la polución hasta 2005.
“La humanidad sólo se plantea problemas que puede resolver”, sostuvo Karl Marx en los “Grundrisse” (1858); y si hoy el cambio climático es el principal problema de la época es porque la Cuarta Revolución Industrial permite superarlo. No hay que desesperar.