La exótica planta que es plaga y puede convertirse en biocombustible

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Debajo de su atractiva apariencia y sus decenas de usos alimenticios y medicinales, la rosa mosqueta oculta una faceta menos beneficiosa: es una planta invasora, una plaga que le produce dolores de cabeza a los ganaderos de la Patagonia ya que tienen que abrirse paso en el terreno para que el ganado pueda alimentarse y se mantenga la superficie de pastoreo natural. Además, esta planta atenta contra los mallines, humedales naturales de gran producción forrajera donde la vegetación y el suelo son un gran reservorio de agua y resultan fundamentales para la regulación hídrica de la zona.

Al buscar soluciones para controlar esta plaga y, a la vez, poder aprovechar su existencia, investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y del Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP) analizan la potencialidad de la rosa mosqueta como un biocombustible que genere nuevos empleos y contribuya al desarrollo económico y energético de la región.

“Como parte del proyecto se estudiaron las propiedades físicas de la rosa mosqueta relacionadas a su comportamiento como biocombustible. Las pruebas que se hicieron no incluyeron al fruto, ya que este tiene un destino comercial definido y el verdadero problema es el resto de la planta que queda en el campo”, explicó Fernando Salvaré, ingeniero agrónomo de la Unidad de Biomasa del CIEFAP Bariloche y Dirección de Bosques de Rio Negro.

rosa mosqueta

“Una vez que se extrae la planta, se la coloca dentro de una máquina chipeadora que la va trozando en pequeños pedacitos de entre 2 y 5 cm. Esto es conocido como chip y requiere muy poco procesamiento ya que sólo debe ser tamizado y secado para ser utilizado en forma directa en calderas de calefacción”, detalló el investigador del INTA Bariloche, Leonardo Claps en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

Este mismo chip puede ser transformado en otro producto para sistemas de calefacción más especializados. “Para calderas o estufas de alto rendimiento, que cuentan con sistemas automatizados, se utilizan pellets, es decir, el chip convertido en aserrín y prensado”, reveló Claps, quien es especialista en Economía y Comercialización Agropecuaria.

Según informaron los investigadores, la capacidad energética y el poder calórico de estos chips es muy bueno, dado que una vez que obtienen el nivel de humedad necesario, llegan a un rendimiento comparable con cualquier otro material leñoso. Esto será así siempre y cuando se respeten los tamaños de chip requeridos por los sistemas de alimentación de los equipos de combustión.

Con respecto al pellet, el rendimiento también resulta muy competitivo, pero, dependiendo el uso, puede requerir de una mezcla de insumos. “En este caso, para un funcionamiento óptimo es necesario hacer un blend con aserrín o con otros materiales leñosos de aserraderos o de podas previas. Estos productos tienen una gran capacidad calórica y entran dentro de las normativas internacionales en tanto emisión de dióxido de carbono y buenas prácticas para con el medioambiente”, agregó el investigador del INTA.

En relación a este beneficio ambiental, Salvaré aseguró que “la utilización de estos equipos para la generación de energía térmica aumenta la eficiencia de combustión y disminuyen las emisiones en comparación a los sistemas de calefacción a leña tradicionales (salamandras, estufas económicas, etc.). Los beneficios ambientales serán significativos si se lograse aumentar el uso de los mismos por parte de la ciudadanía”.

En línea con esta idea, Claps recalcó que, “a diferencia de los productos derivados del petróleo o de minerales como el carbón, este producto genera energía sustentable y su producción está manejada y cuidada de forma integral para poder ser sostenida en el tiempo”.

Además, el investigador aseguró ya están trabajando en convenios de extracción que le permitan al productor transformar esta biomasa en chips o pellets y, en forma de contraprestación, el ganadero pueda tener su propia fuente de bioenergía. “En esta región existe una oferta deficitaria de bioenergía. Con el aprovechamiento integral de la rosa mosqueta, buscamos contribuir a solucionar este problema y mejorar la productividad de los recursos naturales que tenemos en la zona”, subrayó el especialista.

Una plaga aprovechable

La rosa mosqueta, un arbusto europeo introducido en la Patagonia argentina, puede llegar a tener hasta 5 metros de diámetro y desde hace al menos 50 años es considerado por los especialistas como un problema en el bosque y la estepa patagónica ya que su multiplicación es espontánea y atenta contra los mallines y la flora nativa.

Los investigadores señalaron que, si bien el productor ganadero trata de erradicarla, la planta tiene un poder de propagación muy importante. “Cuando la semilla es ingerida por animales del ganado propio o por la fauna silvestre, la multiplicación es inmediata. Además, la planta tiene la característica de que, si la cortás en pequeños pedazos, esos estolones van creciendo y, a través de las raíces, se va desparramando por el suelo”, explica Claps en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.

“Desde el punto biológico -concluye el investigador- su supervivencia es buenísima, pero al ganadero la expansión de la rosa mosqueta le quita superficie de pastoreo y, además, la planta tiende a irse a los suelos buenos, que son los mallines, cuerpos de humedales muy productivos. Aprovechar su biomasa y transformarlo en un biocombustible que genere bioenergía limpia y sustentable sería una buena contribución para combatirla”.

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